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Álvaro Calleja

Vuelve Óscar

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Hace apenas ocho meses, en la octava etapa del Tour de Francia, la segunda de Los Pirineos, un 11 de julio, Óscar Pereiro pensaba que estaba dando sus últimas pedaladas como ciclista profesional. Lo pensaba en esos instantes y lo pensó durante cuatro meses, los que dejó aparcada su bicicleta, con la que disfrutaba en un principio y que acabó viendo como una herramienta de trabajo, un trabajo que le agotó, que le cambió, que le transformó.

Aquel día de verano dijo adiós al Tour porque terminó cogiendo asco al ciclismo, ese deporte que le vio caminar feliz allá por 2005 con su maillot del Phonak, los colores verde y blanco que vestía cuando enamoró al mundo, cuando se hizo un hueco en el corazón de los aficionados que comenzaron a coger cariño a ese gracioso gallego con cara de buena gente, con sus numerosos ataques que encandilaron a pequeños y mayores. Un deporte que le vio como un niño en 2006, con esa sonrisa de oreja a oreja que atravesó la pantalla de la televisión cuando en lo alto del podio, después de una fuga historica, cambió el negro del Caisse d´Epargne por el amarillo de líder, de jefe de la ronda gala.

Quizá por ello, porque quería volver a disfrutar con aquel ciclista peleón que fue el más combativo del séptimo Tour de Lance Armstrong, el último sin vencedor español, o porque, simplemente, me cae bien, me alegré cuando me enteré de que Pereiro seguiría, al menos, un año más, una temporada más. Y hace poco, muy poco, en Lloret de Mar, en el Hotel Olympic Palace, en el día previo a la salida de la “Volta” a Cataluña, vi un Óscar renovado, con ganas de seguir pedaleando, recuperando esa alegría que le llevó a lo más alto.

Una sensación que el mismo ha hecho publica a través de una entrevista de Ainara Hernando en la revista Ciclismo a Fondo. Una entrevista en la que desvela que en el Astana vive por y para Alberto Contador, que será un currante más para ganar, esta vez como gregario, el Tour de Francia, la carrera que le vio besar el cielo y abandonar derrotado, destrozado, pensando en no volver.

Vuelve Óscar

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 27 de marzo de 2010, 09:49 h (CET)
Hace apenas ocho meses, en la octava etapa del Tour de Francia, la segunda de Los Pirineos, un 11 de julio, Óscar Pereiro pensaba que estaba dando sus últimas pedaladas como ciclista profesional. Lo pensaba en esos instantes y lo pensó durante cuatro meses, los que dejó aparcada su bicicleta, con la que disfrutaba en un principio y que acabó viendo como una herramienta de trabajo, un trabajo que le agotó, que le cambió, que le transformó.

Aquel día de verano dijo adiós al Tour porque terminó cogiendo asco al ciclismo, ese deporte que le vio caminar feliz allá por 2005 con su maillot del Phonak, los colores verde y blanco que vestía cuando enamoró al mundo, cuando se hizo un hueco en el corazón de los aficionados que comenzaron a coger cariño a ese gracioso gallego con cara de buena gente, con sus numerosos ataques que encandilaron a pequeños y mayores. Un deporte que le vio como un niño en 2006, con esa sonrisa de oreja a oreja que atravesó la pantalla de la televisión cuando en lo alto del podio, después de una fuga historica, cambió el negro del Caisse d´Epargne por el amarillo de líder, de jefe de la ronda gala.

Quizá por ello, porque quería volver a disfrutar con aquel ciclista peleón que fue el más combativo del séptimo Tour de Lance Armstrong, el último sin vencedor español, o porque, simplemente, me cae bien, me alegré cuando me enteré de que Pereiro seguiría, al menos, un año más, una temporada más. Y hace poco, muy poco, en Lloret de Mar, en el Hotel Olympic Palace, en el día previo a la salida de la “Volta” a Cataluña, vi un Óscar renovado, con ganas de seguir pedaleando, recuperando esa alegría que le llevó a lo más alto.

Una sensación que el mismo ha hecho publica a través de una entrevista de Ainara Hernando en la revista Ciclismo a Fondo. Una entrevista en la que desvela que en el Astana vive por y para Alberto Contador, que será un currante más para ganar, esta vez como gregario, el Tour de Francia, la carrera que le vio besar el cielo y abandonar derrotado, destrozado, pensando en no volver.

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