Hace siete días comenté, en este mismo medio, que el encuentro entre Óscar Pereiro y Alberto Contador no iba a existir salvo sorpresa. Sorpresa que, por suerte, ha existido. Cuando la relación entre el gallego y el Astana estaba más cerca de la justicia que de la carretera, algo cambió y finalizó con el primero en la concentración del segundo en Pisa.
Es una de esas noticias que te dibujan una extraña sonrisa en el rostro. Un ganador del Tour de Francia no se retira. Un luchador no pone fin a su carrera. Y esa siempre es una buena noticia. Vamos a poder disfrutar con él durante, al menos, un año más.
Año en el que espero que Pereiro vuelva a ser el que fue. Vuelva a disfrutar encima de la bicicleta. Vuelva a poner patas arriba una carrera. Y vuelva a dar, sobre todo, espectáculo. Una palabra que es al ciclismo lo que el rojo y el blanco es al Atlético de Madrid. Todo.
Quizá alguien ha explicado a los dirigentes del Astana que cuando se firma un contrato hay que cumplirlo. Que no se puede renegociar algo que ya has negociado. Que no se puede utilizar a un deportista para que sea más sencillo conseguir la licencia Pro Tour o para acabar de convencer a tu líder. Un líder que, seguro, algo tuvo que ver en la marcha atrás que protagonizó la escuadra kazaja con Óscar. Un final feliz para una aventura que no ha hecho más que comenzar.