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Entrevista al escritor Víctor del Árbol

"La palabra es suficientemente rica en matices como para crear realidades paralelas"

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Víctor del Árbol (Barcelona, 1968). Seminarista y «mosso d’esquadra» durante dos décadas, estudió Historia en la Universidad de Barcelona y participó durante dos años como locutor y colaborador en un programa de realidad social de Radio Estel. Fue finalista del Premio Fernando Lara en 2008 con ‘El abismo de los sueños’, obra que permanece inédita, y ganó el Premio Tiflos de Novela en 2006 con ‘El peso de los muertos’, que fue su primer libro publicado. El éxito nacional e internacional le llegó de la mano de su segunda novela, ‘La tristeza del samurai’, que le abrió las puertas de las librerías de medio mundo. Fue finalista del Premio Novelpol en 2012 y galardonado con La Prix du Polar Européen a la mejor novela negra europea por la revista francesa Le point. A principios de 2013 se editó ‘Respirar por la herida’ y en 2014 publicó su anterior novela, ‘Un millón de gotas’.

Víctor del Árbol conquistó el pasado 6 de enero el Premio Nadal con su novela ‘La víspera de casi todo’, editada por Destino. En ella, Germinal Ibarra, un policía lastrado por su pasado, desencantado y destinado por voluntad propia a una comisaría de La Coruña, tras la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda, que lo convirtió en el héroe que él nunca quiso ser, trata de sobrevivir. Pero este refugio queda truncado una noche, cuando reclama su presencia una mujer que ha sido ingresada en un hospital, con contusiones que hablan de una evidente violencia. El cruce de ambas historias en el tiempo, se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión, que irán avanzando sin escapatoria posible. Con este panorama como telón de fondo, pude conversar un rato con el escritor barcelonés en su visita a Valencia para promocionar el libro.

Víctor, enhorabuena por la novela, enhorabuena por el Premio Nadal.
Gracias.

¿Qué significa para ti ganar el Premio Nadal, uno de los más prestigiosos de las letras hispanas?
El Nadal lo tiene todo. Considero que este es el primer gran Premio que he ganado en España. El Nadal guarda una liturgia especial, porque se entrega en la noche del Día de Reyes, y contiene la carga emocional de que grandes escritores de nuestro país como Carmen Laforet, Miguel Delibes, Andrés Trapiello y otros muchos más lo han ganado. Es un galardón que conjuga lo comercial con lo literario. Llevo ya tres meses de promoción y, aunque el tirón inicial ya ha pasado, sigo disfrutándolo a tope.

Aunque a ti no te gusta, se te adscribe al territorio de la literatura policiaca, ¿el hecho de que hayas ganado el Premio Nadal es bueno para la novela negra?
Creo que es bueno para el género negro y también para el propio Premio. A mí no me gusta que me etiqueten de ese modo, porque las etiquetas no me agradan, pero tiene el lado positivo de que, como el género negro es literatura eminentemente popular, ganar el Nadal significa un cierto reconocimiento de que lo popular también puede tener ambición literaria.

Quizá no te guste porque eres un escritor muy preocupado por la prosa y por la poesía de la prosa.
Sí, es exactamente así, aunque no me considero un esteta. La estética, por sí misma, me parece un ejercicio vacuo, pero asumo y entiendo que nuestro medio es la palabra y la palabra es suficientemente rica en matices para crear realidades paralelas. Tú puedes contar algo fuerte, desagradable, pero siempre habrá una cierta belleza, que no tiene tanto que ver con la estética sino con el punto de vista desde el que se cuenta el suceso. El narrador en tercera persona es un demiurgo, a veces implacable, pero siempre compasivo con la realidad.

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¿Cómo surge la chispa o la imagen inicial que dio pie a la escritura de ‘La víspera de casi todo’?
Como en todas mis novelas, el inicio arranca con el título, porque para mí el título es la conjunción de la idea, el momento en que todo se vuelve conciso y empiezo a girar sobre el tema en cuestión. ‘La víspera de casi todo’, por un lado, es un título poético y la novela está cargada de poesía, incluso su estructura tiene algo de poema épico; y por otro lado, concita la idea de que la víspera de todo sería el futuro, aunque no podemos concebirlo todo porque hay un casi que es el pasado. Mis personajes proceden del pasado, arrastran una carga muy fuerte y viven el presente, que solo es un vivir, porque el futuro es una completa incertidumbre.

El pasado es un elemento indispensable en tu novela y en la literatura en general.
Sí, el pasado en mi narrativa es un recurso recurrente. Todos mis personajes vienen de alguna parte. No está claro hacia dónde vamos, pero sí de donde procedemos. Para conseguir un personaje, no verosímil sino veraz, hay que dotarle de una carga suficiente de biografía, que lo torne creíble. Y el lector no ha de entenderlo, solo percibirlo. Perfectamente podría haber obviado el pasado de los personajes y centrarme en la trama, pero creo que de este modo todo funciona mucho mejor.

A algunos personajes les reconstruyes su historia, a otros simplemente la prosigues, trabajas estructuras muy laboriosas.
Es cierto y eso lleva mucho tiempo de preparación, pero lo que he intentado conseguir es algo parecido a una radiografía de la realidad. Pienso que somos seres intratemporales, porque vivimos todos los tiempos a la vez, pasado, presente y futuro. Nos nutrimos de los recuerdos, de las acciones actuales y de expectativas sobre lo que ocurrirá después.

«Admiro a la gente que lucha por sus sueños», pronunciaste esta frase la de la entrega del Nadal. Imagino que te referías a los personajes de ‘La víspera de casi todo’. Juntando a unos, los personajes, y a otro, su autor, es decir, tú, ¿Víctor del Árbol podría ser perfectamente el protagonista de esta novela?
Totalmente, esto es como la frase de Flaubert: «Madame Bovary soy yo». Víctor del Árbol es un personaje más de la novela y sin duda es la primera vez que me he atrevido a identificarme tanto con uno de ellos, en concreto, con Germinal Ibarra. Él y yo tenemos muchos puntos en común, somos personas lastradas por nuestro pasado personal, por la relación con nuestros padres, con la locura y ambos fuimos policías.

Germinal Ibarra tiene un nombre muy evocador, ¿un claro homenaje a Émile Zola, no?
Sí, claro, su padre era anarquista y Germinal es uno de esos nombres que ponían a sus hijos.

Hay guiños hacia la música en ‘La víspera de casi todo’, ¿el texto esconde una banda sonora?
Sí, la clave de la novela, en lo que a música se refiere, está en el apellido Mahler, que yo he transformado cambiándole las vocales. Mahler compuso una obra titulada ‘Canciones a los niños muertos’ y creo que ese es el tono propio de esta novela, que aunque tiene «allegretos», sobre todo presenta una música solemne que hace un canto a la melancolía y a la belleza de la tristeza.

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La acción se inicia con una niña muerta, ¿no está abusando un poco el género negro de estas historias o, con respecto a la realidad, todavía estamos en mantillas y queda mucho horror por contar?
Te voy a hablar de mi caso. Suelo utilizar mucho a los niños muertos como punto de partida de mis novelas. Es algo simbólico. Para mí, la muerte de un niño o los abusos significan la pérdida de la inocencia primigenia con toda crudeza. Siempre trato estos temas de un modo muy delicado, porque se corre el riesgo de convertir en pornografía de la violencia algo que va mucho más allá de la muerte de una niña. En las tres primeras páginas de esta novela, el crimen ya está resuelto y, a partir de ahí, arranca la historia. Es decir, yo comienzo cuando termina la novela policiaca clásica. Digo todo esto porque a mí no me interesa recrearme en los detalles de los actos violentos, sino conocer porqué un determinado individuo obra de un modo concreto y el efecto dañino que su acción causa en los demás.

Leemos en el texto esta frase: «Una bala es un objeto perfecto, estético. Una píldora contra el dolor, un remedio definitivo». Nunca me había planteado el valor terapéutico de una bala.
Las balas tienen un valor terapéutico definitivo [sonrisa] y, además, estéticamente son un objeto perfecto, de una precisión absoluta. Tú colocas una bala sobre la mesa y la admiras, pero cuando piensas que sirve para matar el asunto cambia. El ser humano es capaz de diseñar cosas perfectas para matar.

La última por hoy: aunque todavía te encuentras en plena promoción, ¿llevas ya en mente algún nuevo proyecto literario?
Sí, además y teniendo en cuenta que estoy en promoción, que me impide no solo escribir sino sobre todo concentrar mis pensamientos, lo llevo bastante avanzado. Se trata de una historia más luminosa, que hablará de la tercera edad y de todo lo que ello comporta.

"La palabra es suficientemente rica en matices como para crear realidades paralelas"

Entrevista al escritor Víctor del Árbol
Herme Cerezo
lunes, 16 de mayo de 2016, 01:11 h (CET)



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Víctor del Árbol (Barcelona, 1968). Seminarista y «mosso d’esquadra» durante dos décadas, estudió Historia en la Universidad de Barcelona y participó durante dos años como locutor y colaborador en un programa de realidad social de Radio Estel. Fue finalista del Premio Fernando Lara en 2008 con ‘El abismo de los sueños’, obra que permanece inédita, y ganó el Premio Tiflos de Novela en 2006 con ‘El peso de los muertos’, que fue su primer libro publicado. El éxito nacional e internacional le llegó de la mano de su segunda novela, ‘La tristeza del samurai’, que le abrió las puertas de las librerías de medio mundo. Fue finalista del Premio Novelpol en 2012 y galardonado con La Prix du Polar Européen a la mejor novela negra europea por la revista francesa Le point. A principios de 2013 se editó ‘Respirar por la herida’ y en 2014 publicó su anterior novela, ‘Un millón de gotas’.

Víctor del Árbol conquistó el pasado 6 de enero el Premio Nadal con su novela ‘La víspera de casi todo’, editada por Destino. En ella, Germinal Ibarra, un policía lastrado por su pasado, desencantado y destinado por voluntad propia a una comisaría de La Coruña, tras la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda, que lo convirtió en el héroe que él nunca quiso ser, trata de sobrevivir. Pero este refugio queda truncado una noche, cuando reclama su presencia una mujer que ha sido ingresada en un hospital, con contusiones que hablan de una evidente violencia. El cruce de ambas historias en el tiempo, se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión, que irán avanzando sin escapatoria posible. Con este panorama como telón de fondo, pude conversar un rato con el escritor barcelonés en su visita a Valencia para promocionar el libro.

Víctor, enhorabuena por la novela, enhorabuena por el Premio Nadal.
Gracias.

¿Qué significa para ti ganar el Premio Nadal, uno de los más prestigiosos de las letras hispanas?
El Nadal lo tiene todo. Considero que este es el primer gran Premio que he ganado en España. El Nadal guarda una liturgia especial, porque se entrega en la noche del Día de Reyes, y contiene la carga emocional de que grandes escritores de nuestro país como Carmen Laforet, Miguel Delibes, Andrés Trapiello y otros muchos más lo han ganado. Es un galardón que conjuga lo comercial con lo literario. Llevo ya tres meses de promoción y, aunque el tirón inicial ya ha pasado, sigo disfrutándolo a tope.

Aunque a ti no te gusta, se te adscribe al territorio de la literatura policiaca, ¿el hecho de que hayas ganado el Premio Nadal es bueno para la novela negra?
Creo que es bueno para el género negro y también para el propio Premio. A mí no me gusta que me etiqueten de ese modo, porque las etiquetas no me agradan, pero tiene el lado positivo de que, como el género negro es literatura eminentemente popular, ganar el Nadal significa un cierto reconocimiento de que lo popular también puede tener ambición literaria.

Quizá no te guste porque eres un escritor muy preocupado por la prosa y por la poesía de la prosa.
Sí, es exactamente así, aunque no me considero un esteta. La estética, por sí misma, me parece un ejercicio vacuo, pero asumo y entiendo que nuestro medio es la palabra y la palabra es suficientemente rica en matices para crear realidades paralelas. Tú puedes contar algo fuerte, desagradable, pero siempre habrá una cierta belleza, que no tiene tanto que ver con la estética sino con el punto de vista desde el que se cuenta el suceso. El narrador en tercera persona es un demiurgo, a veces implacable, pero siempre compasivo con la realidad.

1605162

¿Cómo surge la chispa o la imagen inicial que dio pie a la escritura de ‘La víspera de casi todo’?
Como en todas mis novelas, el inicio arranca con el título, porque para mí el título es la conjunción de la idea, el momento en que todo se vuelve conciso y empiezo a girar sobre el tema en cuestión. ‘La víspera de casi todo’, por un lado, es un título poético y la novela está cargada de poesía, incluso su estructura tiene algo de poema épico; y por otro lado, concita la idea de que la víspera de todo sería el futuro, aunque no podemos concebirlo todo porque hay un casi que es el pasado. Mis personajes proceden del pasado, arrastran una carga muy fuerte y viven el presente, que solo es un vivir, porque el futuro es una completa incertidumbre.

El pasado es un elemento indispensable en tu novela y en la literatura en general.
Sí, el pasado en mi narrativa es un recurso recurrente. Todos mis personajes vienen de alguna parte. No está claro hacia dónde vamos, pero sí de donde procedemos. Para conseguir un personaje, no verosímil sino veraz, hay que dotarle de una carga suficiente de biografía, que lo torne creíble. Y el lector no ha de entenderlo, solo percibirlo. Perfectamente podría haber obviado el pasado de los personajes y centrarme en la trama, pero creo que de este modo todo funciona mucho mejor.

A algunos personajes les reconstruyes su historia, a otros simplemente la prosigues, trabajas estructuras muy laboriosas.
Es cierto y eso lleva mucho tiempo de preparación, pero lo que he intentado conseguir es algo parecido a una radiografía de la realidad. Pienso que somos seres intratemporales, porque vivimos todos los tiempos a la vez, pasado, presente y futuro. Nos nutrimos de los recuerdos, de las acciones actuales y de expectativas sobre lo que ocurrirá después.

«Admiro a la gente que lucha por sus sueños», pronunciaste esta frase la de la entrega del Nadal. Imagino que te referías a los personajes de ‘La víspera de casi todo’. Juntando a unos, los personajes, y a otro, su autor, es decir, tú, ¿Víctor del Árbol podría ser perfectamente el protagonista de esta novela?
Totalmente, esto es como la frase de Flaubert: «Madame Bovary soy yo». Víctor del Árbol es un personaje más de la novela y sin duda es la primera vez que me he atrevido a identificarme tanto con uno de ellos, en concreto, con Germinal Ibarra. Él y yo tenemos muchos puntos en común, somos personas lastradas por nuestro pasado personal, por la relación con nuestros padres, con la locura y ambos fuimos policías.

Germinal Ibarra tiene un nombre muy evocador, ¿un claro homenaje a Émile Zola, no?
Sí, claro, su padre era anarquista y Germinal es uno de esos nombres que ponían a sus hijos.

Hay guiños hacia la música en ‘La víspera de casi todo’, ¿el texto esconde una banda sonora?
Sí, la clave de la novela, en lo que a música se refiere, está en el apellido Mahler, que yo he transformado cambiándole las vocales. Mahler compuso una obra titulada ‘Canciones a los niños muertos’ y creo que ese es el tono propio de esta novela, que aunque tiene «allegretos», sobre todo presenta una música solemne que hace un canto a la melancolía y a la belleza de la tristeza.

1605163

La acción se inicia con una niña muerta, ¿no está abusando un poco el género negro de estas historias o, con respecto a la realidad, todavía estamos en mantillas y queda mucho horror por contar?
Te voy a hablar de mi caso. Suelo utilizar mucho a los niños muertos como punto de partida de mis novelas. Es algo simbólico. Para mí, la muerte de un niño o los abusos significan la pérdida de la inocencia primigenia con toda crudeza. Siempre trato estos temas de un modo muy delicado, porque se corre el riesgo de convertir en pornografía de la violencia algo que va mucho más allá de la muerte de una niña. En las tres primeras páginas de esta novela, el crimen ya está resuelto y, a partir de ahí, arranca la historia. Es decir, yo comienzo cuando termina la novela policiaca clásica. Digo todo esto porque a mí no me interesa recrearme en los detalles de los actos violentos, sino conocer porqué un determinado individuo obra de un modo concreto y el efecto dañino que su acción causa en los demás.

Leemos en el texto esta frase: «Una bala es un objeto perfecto, estético. Una píldora contra el dolor, un remedio definitivo». Nunca me había planteado el valor terapéutico de una bala.
Las balas tienen un valor terapéutico definitivo [sonrisa] y, además, estéticamente son un objeto perfecto, de una precisión absoluta. Tú colocas una bala sobre la mesa y la admiras, pero cuando piensas que sirve para matar el asunto cambia. El ser humano es capaz de diseñar cosas perfectas para matar.

La última por hoy: aunque todavía te encuentras en plena promoción, ¿llevas ya en mente algún nuevo proyecto literario?
Sí, además y teniendo en cuenta que estoy en promoción, que me impide no solo escribir sino sobre todo concentrar mis pensamientos, lo llevo bastante avanzado. Se trata de una historia más luminosa, que hablará de la tercera edad y de todo lo que ello comporta.

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