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Fernando Mendikoa

Paren este mundo, que yo me bajo

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Estamos en crisis y, como teníamos poco de qué preocuparnos, ahora también en pleno comienzo de lo que parece puede ser una nueva epidemia a nivel mundial: no ganamos para disgustos y problemas, aunque a algunos siempre les sonría cualquier circunstancia y situación, incluida la actual (y a algunos, aún más). La gripe porcina se suma ahora a las desgracias que siguen azotando este mundo, aunque siga habiendo quien de forma no demasiado tapada (para qué, también es verdad) saque buen provecho de ello. Y tanto la una (crisis) como la otra (gripe porcina) tienen sus efectos en el mundo del deporte. De la primera relación no hace falta añadir mucho a estas alturas. Pero también la segunda ha comenzado a darse.

Con México como epicentro de esta nueva plaga que amenaza con extenderse a nivel planetario, es precisamente el país azteca el primero en sufrir sus consecuencias, y ello se extiende asimismo al deporte. En fútbol, América y Tecos jugaron a puerta cerrada en el Estadio Azteca con la única presencia de oficiales de seguridad, mientras que Pumas jugó con Chivas asimismo ante tribunas vacías, a pesar de que este duelo tenía todas sus localidades vendidas desde tiempo atrás. Tanto es así, que dos únicos y decididos seguidores de Pumas se dejaron ver por las inmediaciones del estadio, a pesar de saber que sus opciones de ver el choque eran directamente nulas: "Mi sentimiento por los Pumas es intenso, y así haya una peste negra yo estaré aquí, porque no debemos dejar solos a los compatriotas que sudan la camiseta con amor", aseguraba Jorge Alcalá, un estudiante, sentado fuera del Estadio Olímpico Universitario y decorado con los más diversos motivos para la ocasión. De todos modos, sus enamoradas palabras hacia su equipo de poco le sirvieron, y tampoco el hecho de tener su pagada entrada tuvo efectos balsámicos sobre él: el chico se quedó fuera, claro. Además, Pachuca y Cruz Azul también se vieron obligados a jugar en silencio. Y esto no es más que el principio, ya que se anuncian nuevos partidos sin presencia alguna de aficionados.

Pero no sólo es el "deporte rey" el afectado, y tampoco México el único país. Así, el equipo chino de saltos de trampolín ha cancelado su viaje a EEUU, ante el temor que la enfermedad está llevando también allí: "Nos preocupa el brote detectado en Estados Unidos, y cambiaremos los billetes para regresar pronto a China", afirman desde la delegación asiática, a pesar de las intenciones del comité organizador de celebrar las pruebas a puerta cerrada y con la única presencia de participantes, entrenadores, periodistas y trabajadores. Y en días de no competición, los equipos permanecerían en los hoteles. Pero parece que las medidas no han convencido a los chinos, y se van a casa. Eso sí: tras haber participado en otra competición, y nada menos que en la propia capital mexicana (cuna de la nueva plaga), aunque sin público. Pero han debido ver que la cosa va en serio, y que lo mejor es volver a tierra firme antes de que sea demasiado tarde. Aunque tampoco sabemos si allí estarán libres de contagio por mucho tiempo. Y ellos también lo saben. Como lo sabemos todos.

Un caso que ilustra bien la situación de pánico desatado es la que han tenido que pasar los Chivas mexicanos, que han viajado para medirse al Everton chileno en la Libertadores. Nada más aterrizar en Santiago fueron sometidos a estrictos controles sanitarios, y llevados directamente a su hotel, donde quedaron recluidos (palabra emparentada con la de reclusos, sí). No sólo eso, sino que una vez jugado el choque, las brigadas de desinfección tenían la ineludible y firme misión de no dejar rastro del paso de los posibles apestosos. Y aunque el médico del equipo mexicano, Narciso López, señalara que los informes sobre el brote de gripe porcina se han magnificado, de poco le ha servido: igualmente han sido fumigados. El galeno reconocía, eso sí, que lo más importante es tomar las medidas necesarias para que la enfermedad no se expanda. Y los chilenos le tomaron la palabra: fumigado él también.

Y esto no es sino el comienzo. Si no teníamos poco con la crisis, ahora se le suma otro asunto igualmente serio y grave (que encima afecta a la salud… aunque la crisis también lo hace, para qué engañarnos), y que, ya centrados en el mundo del deporte, puede suponer cancelación de competiciones, y un largo etc. apenas esbozado aún, como las consecuencias económicas que ello puede acarrear si ese ejemplo mexicano de jugar a puerta cerrada se va expandiendo: imagínense los desperfectos que ello puede causar a las economías de los clubes.

De todos modos, y como les decía al comienzo, siempre hay quien saca provecho de todo: hasta de situaciones como la actual, que como poco hay que convenir que ha venido francamente bien a algunos. Eso por no ir más allá en las apreciaciones que bien podrían hacerse al respecto, claro. Por de pronto, no hay más que ver el repunte de las acciones de las farmacéuticas metidas en el ajo, y los números que ya estarán haciendo… puede que desde hace tiempo. Pero, desde luego, nada que deba extrañarnos en un mundo como el que tenemos, en el que hasta la enfermedad y la misma muerte son motivo de negocio. Aunque a nadie se le caiga la cara de vergüenza.

Paren este mundo, que yo me bajo

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
martes, 28 de abril de 2009, 22:30 h (CET)
Estamos en crisis y, como teníamos poco de qué preocuparnos, ahora también en pleno comienzo de lo que parece puede ser una nueva epidemia a nivel mundial: no ganamos para disgustos y problemas, aunque a algunos siempre les sonría cualquier circunstancia y situación, incluida la actual (y a algunos, aún más). La gripe porcina se suma ahora a las desgracias que siguen azotando este mundo, aunque siga habiendo quien de forma no demasiado tapada (para qué, también es verdad) saque buen provecho de ello. Y tanto la una (crisis) como la otra (gripe porcina) tienen sus efectos en el mundo del deporte. De la primera relación no hace falta añadir mucho a estas alturas. Pero también la segunda ha comenzado a darse.

Con México como epicentro de esta nueva plaga que amenaza con extenderse a nivel planetario, es precisamente el país azteca el primero en sufrir sus consecuencias, y ello se extiende asimismo al deporte. En fútbol, América y Tecos jugaron a puerta cerrada en el Estadio Azteca con la única presencia de oficiales de seguridad, mientras que Pumas jugó con Chivas asimismo ante tribunas vacías, a pesar de que este duelo tenía todas sus localidades vendidas desde tiempo atrás. Tanto es así, que dos únicos y decididos seguidores de Pumas se dejaron ver por las inmediaciones del estadio, a pesar de saber que sus opciones de ver el choque eran directamente nulas: "Mi sentimiento por los Pumas es intenso, y así haya una peste negra yo estaré aquí, porque no debemos dejar solos a los compatriotas que sudan la camiseta con amor", aseguraba Jorge Alcalá, un estudiante, sentado fuera del Estadio Olímpico Universitario y decorado con los más diversos motivos para la ocasión. De todos modos, sus enamoradas palabras hacia su equipo de poco le sirvieron, y tampoco el hecho de tener su pagada entrada tuvo efectos balsámicos sobre él: el chico se quedó fuera, claro. Además, Pachuca y Cruz Azul también se vieron obligados a jugar en silencio. Y esto no es más que el principio, ya que se anuncian nuevos partidos sin presencia alguna de aficionados.

Pero no sólo es el "deporte rey" el afectado, y tampoco México el único país. Así, el equipo chino de saltos de trampolín ha cancelado su viaje a EEUU, ante el temor que la enfermedad está llevando también allí: "Nos preocupa el brote detectado en Estados Unidos, y cambiaremos los billetes para regresar pronto a China", afirman desde la delegación asiática, a pesar de las intenciones del comité organizador de celebrar las pruebas a puerta cerrada y con la única presencia de participantes, entrenadores, periodistas y trabajadores. Y en días de no competición, los equipos permanecerían en los hoteles. Pero parece que las medidas no han convencido a los chinos, y se van a casa. Eso sí: tras haber participado en otra competición, y nada menos que en la propia capital mexicana (cuna de la nueva plaga), aunque sin público. Pero han debido ver que la cosa va en serio, y que lo mejor es volver a tierra firme antes de que sea demasiado tarde. Aunque tampoco sabemos si allí estarán libres de contagio por mucho tiempo. Y ellos también lo saben. Como lo sabemos todos.

Un caso que ilustra bien la situación de pánico desatado es la que han tenido que pasar los Chivas mexicanos, que han viajado para medirse al Everton chileno en la Libertadores. Nada más aterrizar en Santiago fueron sometidos a estrictos controles sanitarios, y llevados directamente a su hotel, donde quedaron recluidos (palabra emparentada con la de reclusos, sí). No sólo eso, sino que una vez jugado el choque, las brigadas de desinfección tenían la ineludible y firme misión de no dejar rastro del paso de los posibles apestosos. Y aunque el médico del equipo mexicano, Narciso López, señalara que los informes sobre el brote de gripe porcina se han magnificado, de poco le ha servido: igualmente han sido fumigados. El galeno reconocía, eso sí, que lo más importante es tomar las medidas necesarias para que la enfermedad no se expanda. Y los chilenos le tomaron la palabra: fumigado él también.

Y esto no es sino el comienzo. Si no teníamos poco con la crisis, ahora se le suma otro asunto igualmente serio y grave (que encima afecta a la salud… aunque la crisis también lo hace, para qué engañarnos), y que, ya centrados en el mundo del deporte, puede suponer cancelación de competiciones, y un largo etc. apenas esbozado aún, como las consecuencias económicas que ello puede acarrear si ese ejemplo mexicano de jugar a puerta cerrada se va expandiendo: imagínense los desperfectos que ello puede causar a las economías de los clubes.

De todos modos, y como les decía al comienzo, siempre hay quien saca provecho de todo: hasta de situaciones como la actual, que como poco hay que convenir que ha venido francamente bien a algunos. Eso por no ir más allá en las apreciaciones que bien podrían hacerse al respecto, claro. Por de pronto, no hay más que ver el repunte de las acciones de las farmacéuticas metidas en el ajo, y los números que ya estarán haciendo… puede que desde hace tiempo. Pero, desde luego, nada que deba extrañarnos en un mundo como el que tenemos, en el que hasta la enfermedad y la misma muerte son motivo de negocio. Aunque a nadie se le caiga la cara de vergüenza.

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