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Entrevista a Javier Puebla, escritor

"Me he llevado muy bien con José de Salamanca"

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Javier Puebla (Madrid, 1958) ha sido galardonado con diversos premios, tanto en prosa –Premio Nadal por ‘Sonríe Delgado’; Premio Berenguer por ‘La inutilidad de un beso – como en poesía: Premio Vicente Presa por ‘El gigante y el enano’. En 2010 recibió el Premio Cultura Viva por el conjunto de su obra. Es el primer escritor en la historia de la literatura que ha escrito un cuento al día durante un año. Este esfuerzo creador fue recogido en el volumen ‘El año del cazador’. En 2005 fundó el taller 3Estaciones y la editorial Haz Milagros. Cineasta, escritor, columnista y viajero, también ejerció funciones diplomáticas en Dakar durante cuatro años, y allí escribió ‘Pequeñas Historias Africanas’, ‘Belkís’ y ‘Blanco y negra’. Gusta de afirmar que nació para contar historias.

Javier Puebla llevaba seis años sin pasar por Valencia. La última vez lo hizo en septiembre de 2009. Después de tanto tiempo, sin avisar, con premeditación y sin anestesia, se descuelga con una visita para presentar su nueva novela, que lleva por título ‘El hombre que inventó Madrid’, publicada por Algaida, la historia de José de Salamanca (1811-1883), un noble, truhán, generoso, trapacero, caprichoso y ecuánime sujeto, capaz de arruinarse y hacerse inmensamente rico en varias ocasiones. Salamanca participó de grandes negocios, como la bolsa o el ferrocarril, fue un mecenas de las artes, capaz de intuir el futuro desarrollo urbano de Madrid, uno de cuyos barrios más famosos fue obra suya y por ello lleva su nombre.

Los que conocen la trayectoria de Javier Puebla aseguran que esta es su mejor novela. «Sí, mucha gente dice que es lo mejor que he escrito. La verdad es que a mí me gustan más otros títulos como ‘Sonríe Delgado’ o ‘Tigre Manjatan’, porque yo me siento como un escritor ginebra y esta novela es como un gin tonic, porque cuando la ginebra se mezcla con la tónica resulta un combinado más comercial y que se vende mejor. No es que la ginebra sea mala, pero sin aditamentos resulta más brutal. Hay gente que bebe ginebra sola, pero para el público es mejor que esté mezclada, resulta más suave».

Cuenta Puebla que ‘El hombre que inventó Madrid’ es casi un encargo. Existía un cierto interés en que alguien novelase la historia de José de Salamanca y él se ha encargado de hacerlo. «El Marqués de Salamanca siempre soñó en convertirse en un personaje, quería que Alejandro Dumas la escribiese una novela y le contaba historias para documentarlo. Yo me he limitado en hacer realidad su deseo». Cuando alguien se centra tanto en un personaje, siempre se suscita la misma pregunta: quién eligió a quién. «Tengo claro que Salamanca me eligió a mí y lo que hice fue meterme en su piel, convertirme en él hasta tal punto que todo lo que he narrado es como si lo hubiera vivido yo mismo. Tras terminar la escritura, consulté la documentación histórica de que disponía y vi que no me había desviado en lo más mínimo de la realidad». José de Salamanca nunca llevó una vida normal y corriente. Desde el principio parecía predestinado a ser un tipo especial porque, entre otras cosas, “resucitó”. «Es cierto que resucitó porque le habían dado por muerto. Y ahí fue cuando descubrió la urgencia de la vida. Tenía veinticinco años entonces y decidió aprovechar su existencia a tope. Desde ese momento pisó el acelerador a fondo y ya no levantó el pie hasta el final». Por supuesto, toda la narración ha sido construida dentro del territorio de la ficción y mezcla datos reales con otros inventados. «Yo he inundado esta historia con agua y nadie puede demostrarme qué cosas son verdad y cuáles no. Solo yo lo sé»

En las librerías, ‘El hombre que inventó Madrid’ la encontramos aparcada en la sección de novela histórica. «En realidad, yo no he escrito una novela histórica, sino una novela sobre el hombre que inventó Madrid. Para el lector convencional de este género puede resultar algo chocante, pero lo cierto es que mi libro es más novela que novela histórica». Y al leer el texto, comprobamos que Javier no se ha limitado a escribir una obra de ficción al uso, tradicional, en la que resultaría fácil caer en un tono laudatorio descarado, sino que muestra al lector la cara b del protagonista. «Precisamente la cara b del personaje es la que más me interesa, porque es la que conozco mejor, ya que al convertirme en Salamanca su sufrimiento por la muerte de su padre fue el mío propio. Recuerdo perfectamente cada una de las escenas, me veo dentro de ellas y localizo a mi hermana, la de José de Salamanca, y percibo lo que ella siente en cada momento, igual que observo el rostro de mi madre, que era la suya». Para terminar de romper esquemas, la novela tiene otros matices diferenciales: «Es mucho más que una novela histórica, porque tiene un toque de thriller, de género negro…».

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Durante el proceso de escritura y, como no podía ser de otro modo, el escritor madrileño ha respetado las peculiaridades del protagonista. «Todas las cosas se pueden mirar desde dos puntos de vista distinto. Cualquier otro autor lo denostaría, pero en mi caso me he llevado muy bien con Salamanca, un tipo muy leído y buen conversador. Lo acepté como era y así lo he contado». El resultado final de todo su trabajo ha satisfecho plenamente a Javier Puebla. «El libro ha sido un borrador cambiante, porque como con todas mis otras obras, trato de mantenerlas vivas hasta que se publican. De vez en cuando las revisito de nuevo y les introduzco pequeños cambios. En esta ocasión he trabajado con tres correctores a la vez y le ofrezco al lector un producto muy bien acabado».

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José de Salamanca, además de político, era un sujeto emprendedor, alguien que olía el dinero con facilidad. «Era un gran negociante y como me ocurre a mí en este mismo instante, en el que estoy encarnado en él, veía negocios por todos lados». Si tuviéramos que equipararlo con algún personaje de la actualidad, quizá no resultase fácil encontrar alguno. «En su momento, Mario Conde se le pareció un poco, y también Botín cuando entró en la Fórmula 1 o José Manuel Lara con el negocio de las televisiones. Si tuviera que compararlo con alguien, creo que elegiría a Ruiz Gallardón, que tuvo errores y también grandes aciertos, como los túneles de la M-30 de Madrid. Salamanca fue un producto de su momento, que se enriqueció en un momento de crisis y que tuvo tiempo para arruinarse». En esto de la corrupción, el escritor madrileño piensa que todos somos iguales, pero con matices. «Creo que el poderoso no es más corrupto que el hombre de la calle. Todos hacemos lo que podemos. El pobre, si puede, no pone la moneda de la ORA, pero lo que es indudable es que tiene más repercusión cuando roba un rico, porque las cantidades son mucho mayores. La presión del estado es un poco ficticia y cada uno, como animales libres, trata de evadirla lo mejor que puede».

Concluimos con algo que llama la atención en ‘El hombre que inventó Madrid’: la costumbre de ofrecer al público espectáculos crueles, como la pelea entre un tigre y un oso, a los que acudía la alta sociedad madrileña, incluida la realeza. «Bueno, entonces eso era algo completamente normal. Ahora tenemos otro tipo de entretenimientos como Internet o la televisión. Aquella sociedad procedía de un tiempo en el que se torturaba a la gente tranquilamente. Si nos comparamos con cien años atrás, hoy nos hemos vuelto muy blandos».

"Me he llevado muy bien con José de Salamanca"

Entrevista a Javier Puebla, escritor
Herme Cerezo
lunes, 7 de marzo de 2016, 09:03 h (CET)



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Javier Puebla (Madrid, 1958) ha sido galardonado con diversos premios, tanto en prosa –Premio Nadal por ‘Sonríe Delgado’; Premio Berenguer por ‘La inutilidad de un beso – como en poesía: Premio Vicente Presa por ‘El gigante y el enano’. En 2010 recibió el Premio Cultura Viva por el conjunto de su obra. Es el primer escritor en la historia de la literatura que ha escrito un cuento al día durante un año. Este esfuerzo creador fue recogido en el volumen ‘El año del cazador’. En 2005 fundó el taller 3Estaciones y la editorial Haz Milagros. Cineasta, escritor, columnista y viajero, también ejerció funciones diplomáticas en Dakar durante cuatro años, y allí escribió ‘Pequeñas Historias Africanas’, ‘Belkís’ y ‘Blanco y negra’. Gusta de afirmar que nació para contar historias.

Javier Puebla llevaba seis años sin pasar por Valencia. La última vez lo hizo en septiembre de 2009. Después de tanto tiempo, sin avisar, con premeditación y sin anestesia, se descuelga con una visita para presentar su nueva novela, que lleva por título ‘El hombre que inventó Madrid’, publicada por Algaida, la historia de José de Salamanca (1811-1883), un noble, truhán, generoso, trapacero, caprichoso y ecuánime sujeto, capaz de arruinarse y hacerse inmensamente rico en varias ocasiones. Salamanca participó de grandes negocios, como la bolsa o el ferrocarril, fue un mecenas de las artes, capaz de intuir el futuro desarrollo urbano de Madrid, uno de cuyos barrios más famosos fue obra suya y por ello lleva su nombre.

Los que conocen la trayectoria de Javier Puebla aseguran que esta es su mejor novela. «Sí, mucha gente dice que es lo mejor que he escrito. La verdad es que a mí me gustan más otros títulos como ‘Sonríe Delgado’ o ‘Tigre Manjatan’, porque yo me siento como un escritor ginebra y esta novela es como un gin tonic, porque cuando la ginebra se mezcla con la tónica resulta un combinado más comercial y que se vende mejor. No es que la ginebra sea mala, pero sin aditamentos resulta más brutal. Hay gente que bebe ginebra sola, pero para el público es mejor que esté mezclada, resulta más suave».

Cuenta Puebla que ‘El hombre que inventó Madrid’ es casi un encargo. Existía un cierto interés en que alguien novelase la historia de José de Salamanca y él se ha encargado de hacerlo. «El Marqués de Salamanca siempre soñó en convertirse en un personaje, quería que Alejandro Dumas la escribiese una novela y le contaba historias para documentarlo. Yo me he limitado en hacer realidad su deseo». Cuando alguien se centra tanto en un personaje, siempre se suscita la misma pregunta: quién eligió a quién. «Tengo claro que Salamanca me eligió a mí y lo que hice fue meterme en su piel, convertirme en él hasta tal punto que todo lo que he narrado es como si lo hubiera vivido yo mismo. Tras terminar la escritura, consulté la documentación histórica de que disponía y vi que no me había desviado en lo más mínimo de la realidad». José de Salamanca nunca llevó una vida normal y corriente. Desde el principio parecía predestinado a ser un tipo especial porque, entre otras cosas, “resucitó”. «Es cierto que resucitó porque le habían dado por muerto. Y ahí fue cuando descubrió la urgencia de la vida. Tenía veinticinco años entonces y decidió aprovechar su existencia a tope. Desde ese momento pisó el acelerador a fondo y ya no levantó el pie hasta el final». Por supuesto, toda la narración ha sido construida dentro del territorio de la ficción y mezcla datos reales con otros inventados. «Yo he inundado esta historia con agua y nadie puede demostrarme qué cosas son verdad y cuáles no. Solo yo lo sé»

En las librerías, ‘El hombre que inventó Madrid’ la encontramos aparcada en la sección de novela histórica. «En realidad, yo no he escrito una novela histórica, sino una novela sobre el hombre que inventó Madrid. Para el lector convencional de este género puede resultar algo chocante, pero lo cierto es que mi libro es más novela que novela histórica». Y al leer el texto, comprobamos que Javier no se ha limitado a escribir una obra de ficción al uso, tradicional, en la que resultaría fácil caer en un tono laudatorio descarado, sino que muestra al lector la cara b del protagonista. «Precisamente la cara b del personaje es la que más me interesa, porque es la que conozco mejor, ya que al convertirme en Salamanca su sufrimiento por la muerte de su padre fue el mío propio. Recuerdo perfectamente cada una de las escenas, me veo dentro de ellas y localizo a mi hermana, la de José de Salamanca, y percibo lo que ella siente en cada momento, igual que observo el rostro de mi madre, que era la suya». Para terminar de romper esquemas, la novela tiene otros matices diferenciales: «Es mucho más que una novela histórica, porque tiene un toque de thriller, de género negro…».

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Durante el proceso de escritura y, como no podía ser de otro modo, el escritor madrileño ha respetado las peculiaridades del protagonista. «Todas las cosas se pueden mirar desde dos puntos de vista distinto. Cualquier otro autor lo denostaría, pero en mi caso me he llevado muy bien con Salamanca, un tipo muy leído y buen conversador. Lo acepté como era y así lo he contado». El resultado final de todo su trabajo ha satisfecho plenamente a Javier Puebla. «El libro ha sido un borrador cambiante, porque como con todas mis otras obras, trato de mantenerlas vivas hasta que se publican. De vez en cuando las revisito de nuevo y les introduzco pequeños cambios. En esta ocasión he trabajado con tres correctores a la vez y le ofrezco al lector un producto muy bien acabado».

0703161

José de Salamanca, además de político, era un sujeto emprendedor, alguien que olía el dinero con facilidad. «Era un gran negociante y como me ocurre a mí en este mismo instante, en el que estoy encarnado en él, veía negocios por todos lados». Si tuviéramos que equipararlo con algún personaje de la actualidad, quizá no resultase fácil encontrar alguno. «En su momento, Mario Conde se le pareció un poco, y también Botín cuando entró en la Fórmula 1 o José Manuel Lara con el negocio de las televisiones. Si tuviera que compararlo con alguien, creo que elegiría a Ruiz Gallardón, que tuvo errores y también grandes aciertos, como los túneles de la M-30 de Madrid. Salamanca fue un producto de su momento, que se enriqueció en un momento de crisis y que tuvo tiempo para arruinarse». En esto de la corrupción, el escritor madrileño piensa que todos somos iguales, pero con matices. «Creo que el poderoso no es más corrupto que el hombre de la calle. Todos hacemos lo que podemos. El pobre, si puede, no pone la moneda de la ORA, pero lo que es indudable es que tiene más repercusión cuando roba un rico, porque las cantidades son mucho mayores. La presión del estado es un poco ficticia y cada uno, como animales libres, trata de evadirla lo mejor que puede».

Concluimos con algo que llama la atención en ‘El hombre que inventó Madrid’: la costumbre de ofrecer al público espectáculos crueles, como la pelea entre un tigre y un oso, a los que acudía la alta sociedad madrileña, incluida la realeza. «Bueno, entonces eso era algo completamente normal. Ahora tenemos otro tipo de entretenimientos como Internet o la televisión. Aquella sociedad procedía de un tiempo en el que se torturaba a la gente tranquilamente. Si nos comparamos con cien años atrás, hoy nos hemos vuelto muy blandos».

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