Gonzalo Calcedo (Palencia, 1961), con la publicación de ‘Cenizas’, su último volumen de cuentos, continúa fiel a la línea que se trazó en su día: la reivindicación de un género tan prestigioso como el relato corto, terreno literario de complicada concepción y costosa ejecución. Y de pocas ventas, a juzgar por la política restrictiva, cuando no abiertamente cicatera, que observan la mayoría de editores con relación al cuento. Y es que parece que la Literatura, desde hace años, es sinónimo de novela. Además, si es de género histórico, policiaca o ha sido premiada con un galardón poderoso y sonajero, muchísimo mejor. Así que este hermano menor literario — menor, sí, sí, ja, ja, permítanme que me ría — que es el cuento, germen en numerosas ocasiones de novelas de enorme éxito posterior, queda relegado a un segundísimo plano editorial.
Precisamente, uno de los pocos resquicios que les quedan a los cuentistas para respirar son los concursos de narrativa breve: NH, Tiflos, Alfonso Grosso, Caja España, Premios del Tren ..., que además de su correspondientes dotaciones económicas, minoradas por el religioso porcentaje de la retención de Hacienda, incluyen la edición, en un plazo más o menos prudencial, del cuento o cuentos ganadores. Gonzalo Calcedo en esto de los certámenes es un experto: los ha ganado casi todos. Como es el caso de ‘Cenizas’, que obtuvo el Premio Internacional de Cuentos ‘Manuel Llano – 2007’, organizado por el Gobierno de Cantabria. ‘Cenizas’ comprende seis relatos: ‘Todas las camareras’, ‘Época de tigres’, ‘Emboscada’, ‘A la sombra del mandarín’, ‘Dinero, dinero, dinero’ y ‘Cenizas’, que da título genérico al volumen.
En sus escritos, Gonzalo Calcedo acompaña al lector durante un tramo de la vida de sus personajes. Lo toma de la mano y lo guía cual lazarillo hasta un punto concreto. Y allí, en ese lugar, lo suelta y permite que lector y personajes continúen sus vidas a su propio aire, bajo coordenadas temporales plenamente actuales, sin atisbar pistas de su futuro, ni resabios de su pasado. La técnica del autor palentino consiste, pues, en subirse a un relato en un momento determinado, desarrollarlo brevemente y dejarlo caer tal cual en el otro extremo. Y el lector que sigue a Calcedo, que le ha leído, que le conoce, no se puede llamar a engaño. Sabe que en sus textos encontrará fragmentos de existencias ordinarias: oficinistas, camareras, amas de casa, tenderos, algún pirado, emigrantes, médicos de paddle, antiguos pretendientes, esposas decepcionadas ... seres mediocres, grises como la ceniza, cuyos devenires transcurren modulados, sin imprevistos, sin traumas, dentro de lo lógico, exentos de grandes exabruptos o sorprendentes golpes de timón. Y los argumentos que los sustentan, también transitan por esas mismas rutas cenicientas. Quizá por ello, resultan enormemente creíbles, excesivamente verosímiles incluso.
Porque ahí está el peligro. La narrativa de Gonzalo Calcedo asume el riesgo de ir perdiendo lectores por el camino, faltos de alguna recompensa superlativa que llevarse al magín. Su estilo, su voz narrativa no conceden margen para el estímulo. Sus relatos son lineales, concatenados: así comienzan y así concluyen. Y es que, en realidad, el final de sus cuentos está camuflado en el centro de la narración. De los seis cuentos, sólo en el relato ‘Dinero, dinero, dinero’, el escritor se permite el esbozo tenue de una sonrisa final. Pero, ojo, sólo el esbozo. Y además tenue.
Para acabar y puestos a elegir, servidor se queda con ‘Todas las camareras’, el cuento que abre volumen. Y me quedo con él por el estupendo juego establecido entre sustantivos y adjetivos, propio de este gran cuentista que es Gonzalo Calcedo. Unos pocos ejemplos bastan: "edificio endiosado", "huérfana de puntos cardinales", "escalonado lomo de la ciudad"... La sola lectura de estas palabras evoca la sensación precisa, la impresión justa. Nada más y nada menos, la justa. La imagen concebida por el escritor llega nítida, visual, bien delimitada al imaginario del lector. Esto es Gonzalo Calcedo: la escritura certera en el reino de lo breve.
Ah y en esta reseña, no hablaré de influencias de otros cuentistas en Calcedo. Están todos los que ustedes se imaginan y algunos más. Seguro. No falta nadie. Lean ‘Cenizas’ y compruébenlo.
Herme Cerezo
‘CENIZAS’
Gonzalo Calcedo Juanes
Premio Manuel Llano 2007 de Cuentos
Editorial Pre-Textos, abril 2008
155 páginas, 13 euros
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