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Herme Cerezo

‘Malas ventas’ de Alex Robinson: el cómic hurga en sus tripas

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Si de Literatura se tratara, al referirnos a ‘Malas ventas’ hablaríamos de una novela-río. Sus más de seiscientas páginas ilustradas, todavía no comprendo por qué no vienen numeradas, así lo atestiguan. Pero como lo que llevamos entre manos es un cómic, los que gustan de etiquetar le colgaron en su día el sambenito de "novela gráfica", en contraposición, por su extensión, al tradicional álbum franco-belga de cuarenta y ocho. Aunque este volumen apareció en España el pasado año, su autor, Alex Robinson, en 2001 fue galardonado con el Premio Eisner al "Autor merecedor de un mayor reconocimiento" por esta obra. Anteriormente, ‘Malas ventas’ ya había sido publicado en nuestro país por Astiberri en cinco entregas independientes, que son las que se presentan ahora en un solo tomo.




Portada del cómic.


Con semejante grosor, el cómic se convierte en un libro convencional que admite una lectura "a plazos", esto es, recurriendo al familiar separador de hojas, que siempre se ha utilizado como herramienta auxiliar en eso que llamamos la aventura del leer. Esta posibilidad, como todo, tiene sus pros, mejor aprovechamiento del tiempo de ocio, y sus contras, dispersión de la atención y aparición del olvido, porque el lector no siempre se muestra capaz de mantener fresco el desarrollo completo de un libro, de un cómic en este caso.

Aunque ‘Malas ventas’ es una historia coral, donde abundan los personajes secundarios, esos benditos seres que justifican la existencia de los protagonistas, el ‘dramatis personae principales’ está compuesto por Sherman Davies, dependiente de librería y aprendiz de escritor; Ed Velasquez, amigo de Sherman, cuya mayor aspiración se cifra en convertirse en dibujante profesional; Jane Pekar y Stephen Gaedel, que habitan el piso al que irá a parar Sherman; Dorothy Lestrade, joven de temperamento inestable, capaz de viajar de un extremo a otro de su personalidad, que se convertirá en la chica de Sherman y que mantiene una vieja rivalidad con Jane Pekar; Irving Flavor, último ejemplar humano trascendente de este cómic, un dibujante veterano, que vivió momentos de gloria y éxito, nunca suficientemente bien reconocidos, que ahora debe ganarse la "pataqueta" dibujando productos de segundo orden y que contratará a Ed Velasquez para que le ayude en sus trabajos.

‘Malas ventas’ retrata lo cotidiano, lo real: en la ciudad de Nueva York, un puñado de jóvenes trata de abrirse paso en la vida, a través de empleos basura o escasamente remunerados y cualificados. Sus deseos, sus aspiraciones, sus frustraciones y contratiempos, emocionales y sociales bailan ininterrumpidamente a lo largo de todo el argumento. En este sentido, ‘Malas ventas’ no es sino el reflejo de la sociedad actual, especialmente de la norteamericana, en la que estos seres se afanan por adaptarse a lo que les ofrece el día a día con el único objetivo de sostener su independencia y sobrevivir. Parafraseando a Sabina: "si la vida se deja, yo le meto mano", esa sería la filosofía que impregna el volumen. Lo que ocurre es que a estos personajes no se les presentan excesivas oportunidades para "meter mano" y en medio de ese caldo de cultivo, discuten entre sí, sienten celos, envidias, saldan cuentas pendientes, se debaten por conseguir sexo y sufren, en algún caso, la tiranía de sus sucesivos jefes y el hastío por el escaso reconocimiento social de su empleo.

‘Malas ventas’ brinda, además, una magnífica oportunidad para que el aficionado al noveno arte conozca las bambalinas, la trastienda del cómic. Alex Robinson, aunque este sea un objetivo colateral, hurga en sus tripas, en sus rincones oscuros, en sus miserias: desde la explotación de los personajes subalternos, Ed Velasquez, por parte de maestros experimentados, Irving Flavor, hasta la de este último a manos de sus editores, que le llevará a pleitear para recuperar sus derechos sobre un superhéroe que, en su momento, gozó de reconocida fama y fue llevado al cine sin su autorización.

El dibujo de Robinson, en blanco y negro, no es demasiado espectacular, aunque sí original. Destaca, a mi juicio, la composición de las páginas, algunas de ellas francamente magníficas, conjugando figuras grandes con viñetas y bocadillos multiformes, que giran a su alrededor y la complementan.

El guión es otro cantar. Si bien ‘Malas ventas’ capta rápidamente la atención del lector, en algunos momentos languidece y se eterniza un tanto. No es un cómic especialmente dinámico, aunque hay que tener en cuenta que tenemos entre manos un producto de los que ahora se llaman "cómics de autor", en el que los diálogos y las reflexiones desempeñan un papel relevante. Quizá también el blanco y negro acentúe esos posibles altibajos, ya que una composición tan larga llega a resultar monótona por momentos. El formato bicolor o tricolor (negro, blanco y gris) se me antoja más adecuado para distancias más breves.

El estudiante de arte Alex Robinson (Nueva York, 1969) comenzó a trabajar el cómic como un medio narrativo con el que experimentar. Tras emplearse como dibujante de historietas menores, en 1994 emprendió la realización de ‘Malas ventas’. Su trabajo concluyó en el año 2000 y, aunque el principio, sus ventas no fueron excesivamente altas, la crítica le avaló y comenzó a cosechar adeptos. El final de todo este proceso es lo que ahora tenemos en nuestras manos: un grueso volumen con más de seiscientas páginas, incomprensiblemente sin numerar, insisto y repito. Robinson también ha intervenido en otras obras, de menor calibre, entre las que hay que destacar ‘Spark Generations’, ‘Brilliant Mistake’, ‘Private Beach’, ‘Expo 2000’ o ‘Cave City’.

‘Malas ventas’ es un cómic en el que vale la pena sumergirse para conocer una forma narrativa distinta, tanto por su dibujo como por su temática y textos que, por cierto, podrían haber sido escritos con un tamaño mayor de letra. La vista lo agradece y el lector también, porque para leer no hace falta quedarse ciego, ¡leñe!

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‘Malas Ventas’ de Alex Robinson. Astiberri Ediciones, 2007. Más de 600 páginas y su precio es de 35 euros.

‘Malas ventas’ de Alex Robinson: el cómic hurga en sus tripas

Herme Cerezo
Herme Cerezo
lunes, 10 de noviembre de 2008, 08:51 h (CET)
Si de Literatura se tratara, al referirnos a ‘Malas ventas’ hablaríamos de una novela-río. Sus más de seiscientas páginas ilustradas, todavía no comprendo por qué no vienen numeradas, así lo atestiguan. Pero como lo que llevamos entre manos es un cómic, los que gustan de etiquetar le colgaron en su día el sambenito de "novela gráfica", en contraposición, por su extensión, al tradicional álbum franco-belga de cuarenta y ocho. Aunque este volumen apareció en España el pasado año, su autor, Alex Robinson, en 2001 fue galardonado con el Premio Eisner al "Autor merecedor de un mayor reconocimiento" por esta obra. Anteriormente, ‘Malas ventas’ ya había sido publicado en nuestro país por Astiberri en cinco entregas independientes, que son las que se presentan ahora en un solo tomo.




Portada del cómic.


Con semejante grosor, el cómic se convierte en un libro convencional que admite una lectura "a plazos", esto es, recurriendo al familiar separador de hojas, que siempre se ha utilizado como herramienta auxiliar en eso que llamamos la aventura del leer. Esta posibilidad, como todo, tiene sus pros, mejor aprovechamiento del tiempo de ocio, y sus contras, dispersión de la atención y aparición del olvido, porque el lector no siempre se muestra capaz de mantener fresco el desarrollo completo de un libro, de un cómic en este caso.

Aunque ‘Malas ventas’ es una historia coral, donde abundan los personajes secundarios, esos benditos seres que justifican la existencia de los protagonistas, el ‘dramatis personae principales’ está compuesto por Sherman Davies, dependiente de librería y aprendiz de escritor; Ed Velasquez, amigo de Sherman, cuya mayor aspiración se cifra en convertirse en dibujante profesional; Jane Pekar y Stephen Gaedel, que habitan el piso al que irá a parar Sherman; Dorothy Lestrade, joven de temperamento inestable, capaz de viajar de un extremo a otro de su personalidad, que se convertirá en la chica de Sherman y que mantiene una vieja rivalidad con Jane Pekar; Irving Flavor, último ejemplar humano trascendente de este cómic, un dibujante veterano, que vivió momentos de gloria y éxito, nunca suficientemente bien reconocidos, que ahora debe ganarse la "pataqueta" dibujando productos de segundo orden y que contratará a Ed Velasquez para que le ayude en sus trabajos.

‘Malas ventas’ retrata lo cotidiano, lo real: en la ciudad de Nueva York, un puñado de jóvenes trata de abrirse paso en la vida, a través de empleos basura o escasamente remunerados y cualificados. Sus deseos, sus aspiraciones, sus frustraciones y contratiempos, emocionales y sociales bailan ininterrumpidamente a lo largo de todo el argumento. En este sentido, ‘Malas ventas’ no es sino el reflejo de la sociedad actual, especialmente de la norteamericana, en la que estos seres se afanan por adaptarse a lo que les ofrece el día a día con el único objetivo de sostener su independencia y sobrevivir. Parafraseando a Sabina: "si la vida se deja, yo le meto mano", esa sería la filosofía que impregna el volumen. Lo que ocurre es que a estos personajes no se les presentan excesivas oportunidades para "meter mano" y en medio de ese caldo de cultivo, discuten entre sí, sienten celos, envidias, saldan cuentas pendientes, se debaten por conseguir sexo y sufren, en algún caso, la tiranía de sus sucesivos jefes y el hastío por el escaso reconocimiento social de su empleo.

‘Malas ventas’ brinda, además, una magnífica oportunidad para que el aficionado al noveno arte conozca las bambalinas, la trastienda del cómic. Alex Robinson, aunque este sea un objetivo colateral, hurga en sus tripas, en sus rincones oscuros, en sus miserias: desde la explotación de los personajes subalternos, Ed Velasquez, por parte de maestros experimentados, Irving Flavor, hasta la de este último a manos de sus editores, que le llevará a pleitear para recuperar sus derechos sobre un superhéroe que, en su momento, gozó de reconocida fama y fue llevado al cine sin su autorización.

El dibujo de Robinson, en blanco y negro, no es demasiado espectacular, aunque sí original. Destaca, a mi juicio, la composición de las páginas, algunas de ellas francamente magníficas, conjugando figuras grandes con viñetas y bocadillos multiformes, que giran a su alrededor y la complementan.

El guión es otro cantar. Si bien ‘Malas ventas’ capta rápidamente la atención del lector, en algunos momentos languidece y se eterniza un tanto. No es un cómic especialmente dinámico, aunque hay que tener en cuenta que tenemos entre manos un producto de los que ahora se llaman "cómics de autor", en el que los diálogos y las reflexiones desempeñan un papel relevante. Quizá también el blanco y negro acentúe esos posibles altibajos, ya que una composición tan larga llega a resultar monótona por momentos. El formato bicolor o tricolor (negro, blanco y gris) se me antoja más adecuado para distancias más breves.

El estudiante de arte Alex Robinson (Nueva York, 1969) comenzó a trabajar el cómic como un medio narrativo con el que experimentar. Tras emplearse como dibujante de historietas menores, en 1994 emprendió la realización de ‘Malas ventas’. Su trabajo concluyó en el año 2000 y, aunque el principio, sus ventas no fueron excesivamente altas, la crítica le avaló y comenzó a cosechar adeptos. El final de todo este proceso es lo que ahora tenemos en nuestras manos: un grueso volumen con más de seiscientas páginas, incomprensiblemente sin numerar, insisto y repito. Robinson también ha intervenido en otras obras, de menor calibre, entre las que hay que destacar ‘Spark Generations’, ‘Brilliant Mistake’, ‘Private Beach’, ‘Expo 2000’ o ‘Cave City’.

‘Malas ventas’ es un cómic en el que vale la pena sumergirse para conocer una forma narrativa distinta, tanto por su dibujo como por su temática y textos que, por cierto, podrían haber sido escritos con un tamaño mayor de letra. La vista lo agradece y el lector también, porque para leer no hace falta quedarse ciego, ¡leñe!

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‘Malas Ventas’ de Alex Robinson. Astiberri Ediciones, 2007. Más de 600 páginas y su precio es de 35 euros.

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