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Herme Cerezo

‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’ y `Último sur 2. El gran lienzo’, de Agrimbau e Ippóliti: dos en uno

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Diego Agrimbau (Buenos Aires, 1975) me viene sorprendiendo un álbum tras otro. Después de leer ‘El muertero Zabaletta’, el que suscribe, mis improbables, exceptuando giros de trescientos sesenta grados que, por supuesto, pueden producirse, ya imagina que las tentaciones y los sueños del fértil caletre del guionista argentino lindean entre la ciencia ficción y el género fantástico. Más entre lo primero que entre lo segundo. Y esta intuición fundamentada, se corrobora con sus últimos trabajos publicados en España junto con el dibujante Ippóliti: ‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’ y ‘Último sur 2. El gran lienzo’.




Portada de "El gran lienzo".


‘Ultimo sur 1. La burbuja de Bertold’ arranca con un planteamiento espléndido, macanudo que dirían allá por el río de la Plata: en un territorio imaginario, el Sur, la ciudad de Butania, nombre no tan original por estos pagos, dominado por la gran Burbuja, sus habitantes llevan una vida triste y desgraciada. La ley, es inflexible, cruel, intolerable, y castiga a los "anti-sistema" a penas que, a pesar de su extrema dureza, todos acatan aparentamente: la amputación de algún miembro de la anatomía humana: brazos, piernas ... O de todos. Como es el caso de Bertold, el protagonista, acusado de revelar secretos innombrables sobre la Burbuja y de ocasionar la muerte por incendio de catorce ciudadanos "butanianos" (imagino que se dirá así o, quiza, "butanienses", da igual). El castigo es ejecutado por un "cirujano-verdugo", a través de un programa informático de impecables amputaciones.

Ejecutada la sentencia, Bertold es puesto en libertad, Una libertad relativa y paralítica, ya que únicamente conserva su cabeza y tronco (¿recuerdan la película ‘Johnny cogió su fusil’?). Nada más. Mientras ello ocurre, el señor Froilán, empresario teatral, acompañado por su ayudante, el informático Lorenzo, busca un primer actor para su compañía de títeres. Se tropieza con el mutilado Bertold y le ofrece trabajo. En el camión de la compañía, los actores son remendados parcialmente con manos, brazos y piernas articulados, movidos por alimentación neumática. Gracias a ellos, lo que queda de sus cuerpos les convierte en marionetas gobernadas por otro programa informático tan complejo como el que utiliza la justicia de Butania. Bertold se integra a los ensayos y se aclimata rápido, tanto que el señor Froilán descubre que su nuevo protagonista improvisa más de la cuenta, de lo tolerable, de lo permitido. Mucho más.

El segundo álbum, ‘Último sur 2. El gran lienzo’ se localiza en otra ciudad: Unánima. A ella se dirigen todos los pintores del mundo, entre ellos la protagonista Lailuka, para formar parte del mayor proyecto artístico de todos los tiempos: una pintura hecha desde el aire sobre 6.000 kilómetros cuadrados de hielo antártico. El gigantesco cuadro debe ser el resultado del consenso de todos los pintores. Pero no hay acuerdo y el álbum centra su atención en la disputa entre Mastrángelo, que representa la autoridad, la oficialidad de Unánima, y Ego, paladín de otra tendencia y cuyos seguidores, casualmente, son llamados egoístas.

Los dos álbumes sobre el ‘Último Sur’ presentan ciertos puntos de vista en común. Tanto Unánima como Butania son dos ciudades futuristas enclavadas precisamente en el Sur, un espacio geográfico casi propio del realismo mágico. De ahí el nombre genérico de la serie. Ambas urbes observan características muy peculiares, que las hace propensas a su sometimiento a gobiernos dictatoriales y férreos. El nexo de unión entre ‘La burbuja de Bertold’ y ‘El gran lienzo’ es el personaje de Lorenzo, el informático del empresario de títeres y ahora compañero de viaje de Lailuka, una pintora cuyo deseo es llegar a la mítica Unánima y ser admitida en su seno como miembro de pleno derech. Espléndido el efecto que Agrimbau-Ippóliti han ideado para enlazar los dos álbumes: una vía férrea que discurre por ambas ciudades y por la que, desde el final del primer libro, Lorenzo viaja en una vagoneta autopropulsada de la compañía de ferrocarriles. La sensación que tiene el lector es que la vagoneta sale del primer episodio y entra en el segundo como quien pasa de una habitación a otra. En las dos ciudades se desarrollan movimientos "subversivos" contra quienes los gobiernan. En el primer álbum, la disidencia la encarna Bertold y, en el segundo, Ego. El final de los dos episodios es similar y prefiero no revelarlo aquí. Por cierto que, según la web de Norma Editorial, la serie no acaba aquí y pueden aparecer nuevos episodios.

‘El último sur’ se encuadra dentro de la tradición formal franco-belga más ortodoxa: 48 páginas, a todo color y tapa dura. El dibujo es muy trabajado, costosamente trabajado diría yo. Ippóliti (Cañada de Gómez, Santa Fe, 1964), especialmente en ‘La burbuja de Bertold’, plantea una atmósfera oscura, teñida de tonos ocres, grises y marrones, donde la burbuja es el paisaje predominante y el cielo azul tan sólo un recuerdo nostálgico. La relación imagen-texto es coherente en grado límite, tanto que podría pensarse que el álbum es obra de un solo autor y no de dos personas, guionista y dibujante, diferentes. Los rictus de los personajes son tristes y sus teces (suena raro el plural de esta palabrita, ¿verdad?) cenicientas. Tal vez jamás conocieran el sol en directo y supieran de él únicamente por referencias bibliográficas. Esta atmósfera, estos gestos, estas actitudes, cuadran perfectamente con la estructura política de Butania: encorsetada, rigida, represiva. Las alegrías, prohibidas y los rasgos de los personajes recuerdan mucho a Enki Bilal. Especialmente impactantes resultan las páginas 27 y 29 del primer libro, donde unos primeros planos de los mineros y de los habitantes de Butania son completamente esclarecedoras. La mayoría de estas características, excepto quizá el acercamiento a Bilal, se podría aplicar a ‘El gran lienzo’ si bien aquí Ippóliti emplea tonos pálidos, grises y azules claros, que otorgan una enorme frialdad al territorio de Unánima, no en valde habitan tierras de temperaturas gélidas.

En resumen, que ‘Ultimo sur 1. La burbuja de Bertold’ y ‘Último Sur 2. El gran lienzo’ son álbumes interesantes, de planteamientos originales, que inducen a la reflexión, especialmente recomendables para los aficionados a la Ciencia Ficción. Sin olvidar a todos los amantes de los buenos argumentos, complementados por dibujos más que adecuados: convincentes.

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‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’, de Agrimbau e Ippóliti. Norma Editorial, 2007. 48 páginas, 13 euros.

‘Último sur 2. El gran lienzo’, de Agrimbau e Ippóliti. Norma Editorial, 2008. 48 páginas, 13 euros.

‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’ y `Último sur 2. El gran lienzo’, de Agrimbau e Ippóliti: dos en uno

Herme Cerezo
Herme Cerezo
viernes, 26 de septiembre de 2008, 22:12 h (CET)
Diego Agrimbau (Buenos Aires, 1975) me viene sorprendiendo un álbum tras otro. Después de leer ‘El muertero Zabaletta’, el que suscribe, mis improbables, exceptuando giros de trescientos sesenta grados que, por supuesto, pueden producirse, ya imagina que las tentaciones y los sueños del fértil caletre del guionista argentino lindean entre la ciencia ficción y el género fantástico. Más entre lo primero que entre lo segundo. Y esta intuición fundamentada, se corrobora con sus últimos trabajos publicados en España junto con el dibujante Ippóliti: ‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’ y ‘Último sur 2. El gran lienzo’.




Portada de "El gran lienzo".


‘Ultimo sur 1. La burbuja de Bertold’ arranca con un planteamiento espléndido, macanudo que dirían allá por el río de la Plata: en un territorio imaginario, el Sur, la ciudad de Butania, nombre no tan original por estos pagos, dominado por la gran Burbuja, sus habitantes llevan una vida triste y desgraciada. La ley, es inflexible, cruel, intolerable, y castiga a los "anti-sistema" a penas que, a pesar de su extrema dureza, todos acatan aparentamente: la amputación de algún miembro de la anatomía humana: brazos, piernas ... O de todos. Como es el caso de Bertold, el protagonista, acusado de revelar secretos innombrables sobre la Burbuja y de ocasionar la muerte por incendio de catorce ciudadanos "butanianos" (imagino que se dirá así o, quiza, "butanienses", da igual). El castigo es ejecutado por un "cirujano-verdugo", a través de un programa informático de impecables amputaciones.

Ejecutada la sentencia, Bertold es puesto en libertad, Una libertad relativa y paralítica, ya que únicamente conserva su cabeza y tronco (¿recuerdan la película ‘Johnny cogió su fusil’?). Nada más. Mientras ello ocurre, el señor Froilán, empresario teatral, acompañado por su ayudante, el informático Lorenzo, busca un primer actor para su compañía de títeres. Se tropieza con el mutilado Bertold y le ofrece trabajo. En el camión de la compañía, los actores son remendados parcialmente con manos, brazos y piernas articulados, movidos por alimentación neumática. Gracias a ellos, lo que queda de sus cuerpos les convierte en marionetas gobernadas por otro programa informático tan complejo como el que utiliza la justicia de Butania. Bertold se integra a los ensayos y se aclimata rápido, tanto que el señor Froilán descubre que su nuevo protagonista improvisa más de la cuenta, de lo tolerable, de lo permitido. Mucho más.

El segundo álbum, ‘Último sur 2. El gran lienzo’ se localiza en otra ciudad: Unánima. A ella se dirigen todos los pintores del mundo, entre ellos la protagonista Lailuka, para formar parte del mayor proyecto artístico de todos los tiempos: una pintura hecha desde el aire sobre 6.000 kilómetros cuadrados de hielo antártico. El gigantesco cuadro debe ser el resultado del consenso de todos los pintores. Pero no hay acuerdo y el álbum centra su atención en la disputa entre Mastrángelo, que representa la autoridad, la oficialidad de Unánima, y Ego, paladín de otra tendencia y cuyos seguidores, casualmente, son llamados egoístas.

Los dos álbumes sobre el ‘Último Sur’ presentan ciertos puntos de vista en común. Tanto Unánima como Butania son dos ciudades futuristas enclavadas precisamente en el Sur, un espacio geográfico casi propio del realismo mágico. De ahí el nombre genérico de la serie. Ambas urbes observan características muy peculiares, que las hace propensas a su sometimiento a gobiernos dictatoriales y férreos. El nexo de unión entre ‘La burbuja de Bertold’ y ‘El gran lienzo’ es el personaje de Lorenzo, el informático del empresario de títeres y ahora compañero de viaje de Lailuka, una pintora cuyo deseo es llegar a la mítica Unánima y ser admitida en su seno como miembro de pleno derech. Espléndido el efecto que Agrimbau-Ippóliti han ideado para enlazar los dos álbumes: una vía férrea que discurre por ambas ciudades y por la que, desde el final del primer libro, Lorenzo viaja en una vagoneta autopropulsada de la compañía de ferrocarriles. La sensación que tiene el lector es que la vagoneta sale del primer episodio y entra en el segundo como quien pasa de una habitación a otra. En las dos ciudades se desarrollan movimientos "subversivos" contra quienes los gobiernan. En el primer álbum, la disidencia la encarna Bertold y, en el segundo, Ego. El final de los dos episodios es similar y prefiero no revelarlo aquí. Por cierto que, según la web de Norma Editorial, la serie no acaba aquí y pueden aparecer nuevos episodios.

‘El último sur’ se encuadra dentro de la tradición formal franco-belga más ortodoxa: 48 páginas, a todo color y tapa dura. El dibujo es muy trabajado, costosamente trabajado diría yo. Ippóliti (Cañada de Gómez, Santa Fe, 1964), especialmente en ‘La burbuja de Bertold’, plantea una atmósfera oscura, teñida de tonos ocres, grises y marrones, donde la burbuja es el paisaje predominante y el cielo azul tan sólo un recuerdo nostálgico. La relación imagen-texto es coherente en grado límite, tanto que podría pensarse que el álbum es obra de un solo autor y no de dos personas, guionista y dibujante, diferentes. Los rictus de los personajes son tristes y sus teces (suena raro el plural de esta palabrita, ¿verdad?) cenicientas. Tal vez jamás conocieran el sol en directo y supieran de él únicamente por referencias bibliográficas. Esta atmósfera, estos gestos, estas actitudes, cuadran perfectamente con la estructura política de Butania: encorsetada, rigida, represiva. Las alegrías, prohibidas y los rasgos de los personajes recuerdan mucho a Enki Bilal. Especialmente impactantes resultan las páginas 27 y 29 del primer libro, donde unos primeros planos de los mineros y de los habitantes de Butania son completamente esclarecedoras. La mayoría de estas características, excepto quizá el acercamiento a Bilal, se podría aplicar a ‘El gran lienzo’ si bien aquí Ippóliti emplea tonos pálidos, grises y azules claros, que otorgan una enorme frialdad al territorio de Unánima, no en valde habitan tierras de temperaturas gélidas.

En resumen, que ‘Ultimo sur 1. La burbuja de Bertold’ y ‘Último Sur 2. El gran lienzo’ son álbumes interesantes, de planteamientos originales, que inducen a la reflexión, especialmente recomendables para los aficionados a la Ciencia Ficción. Sin olvidar a todos los amantes de los buenos argumentos, complementados por dibujos más que adecuados: convincentes.

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‘Último sur 1. La burbuja de Bertold’, de Agrimbau e Ippóliti. Norma Editorial, 2007. 48 páginas, 13 euros.

‘Último sur 2. El gran lienzo’, de Agrimbau e Ippóliti. Norma Editorial, 2008. 48 páginas, 13 euros.

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