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Gabriel Ruiz-Ortega

"Elegía", de Philip Roth

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Brillantemente titulada en inglés como EVERYMAN y muy mal interpretada como ELEGÍA para su edición en castellano, nos topamos con la penúltima novela de Philip Roth (New Jersey, 1933). En ella tenemos a un innominado anciano, de quien se nos cuenta, en tercera persona, las tortuosas relaciones con sus seres más cercanos: la pésima relación con los hijos de su primer matrimonio, Randy y Lonny; su sentimiento de culpa por Nancy, la hija que lo adora, nacida de su segundo matrimonio; su tercer y catastrófico matrimonio con Merete; y su envidia no declarada por su hermano Howie, rebosante de vida y vigor.

Este anciano ha sido a lo largo de su vida un exitoso publicista que ha dotado a sus esposas e hijos con comodidades y buena educación. Sin embargo, la poca comunión entre ellos los lleva a sentir repulsiones compartidas y odios internos plagados de sentimientos menores. Es así que el anciano no deja de preguntarse en qué momento pasó a convertirse en alguien totalmente enajenado de sí mismo y en el por qué siente un goce sublime en la desgracia del “otro”.

Como puede verse, lo escrito hasta aquí vendría a ser un compendio de los grandes demonios literarios del escritor, hasta podría escribirse tranquilamente que estamos dándole vueltas a sus conocidos temas. Pero como nunca antes Roth nos regala un aspecto que pocas veces se ve en la narrativa de los escritores ya trajinados: el temperamento de la escritura (la fusión de la atmósfera en buena ejecución con el ritmo, lo cual es de por sí complicado lograr ya que siempre saltan, conciente o inconcientemente, los tan malhadados lugares comunes de la narración).

La escritura empleada en esta novela es de por sí la protagonista. Como puede colegirse, el argumento no puede ser más común o trivial. Y como conocedor de este peligro, Roth deja que fluya el lenguaje con naturalidad, no se regodea en la belleza expresiva de la palabra, llegando a lo que es el mérito mayor de la novela: el conflicto interior de los protagonistas, empezando por el innominado anciano.

Muchas veces se ha querido rastrear las influencias directas de las que se sirve Roth, una de ellas es el tópico de los judíos norteamericanos y su relación con la cultura establecida que los lleva a mantener a como dé lugar sus costumbres, en este aspecto él nunca ha pretendido reivindicar la cultura hebrea a través de argumentos de “resistencia” por medio de la identidad grupal, por el contrario, lo que ha hecho es dotar de múltiples miradas a sus protagonistas principales, como Nathan Zuckerman, David Kepesh, Portnoy, etcétera. Estas miradas son canalizadas a través del humor que desmitifica las costumbres del nuevo judío norteamericano. Se ha hablado también de lo mucho que se ha valido de las novelas de Bellow y Malamud, lo cual es cierto, pero no es el crisol principal de su poética, la cual es deudora total de la novela decimonónica, en una suerte de mix de la tradición novelesca norteamericana con la europea. En su obra es posible seguir el aliento de Mark Twain, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Lev Tolstoi y, en especial, Balzac. Su intención siempre ha sido la amplitud, ningún tópico queda de lado, sus novelas son testimonios de época, por ello, es imposible no toparse, abiertamente o subrepticiamente, con la guerra de Vietnam, Watergate, Bill Clinton, Bush, Saddam Hussein, los ataques del 11 de Septiembre, etcétera.

ELEGÍA está muy lejos de ser la novela angular de Roth. Sin embargo, es un firme testimonio de lo que desde hace algunos años viene siendo la obsesión del novelista: el deterioro del cuerpo, las tribulaciones de la vejez y la reflexión aparentemente objetiva que solo se consigue con los años. Sus últimas novelas tienen como protagonistas a ancianos llevados a incómodos recuentos existenciales.

Termino esta reseña con una sentencia que ya la he escrito (pero condimentada para la ocasión): nadie puede dedicarse a la escritura de la novela si no ha leído a los autores decimonónicos, y es totalmente imperdonable pasar por alto el conocimiento de la obra total de Philip Roth, quien es hoy en día el escritor por excelencia en el mundo entero.

Editorial: Mondadori.

"Elegía", de Philip Roth

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
jueves, 7 de agosto de 2008, 12:03 h (CET)
Brillantemente titulada en inglés como EVERYMAN y muy mal interpretada como ELEGÍA para su edición en castellano, nos topamos con la penúltima novela de Philip Roth (New Jersey, 1933). En ella tenemos a un innominado anciano, de quien se nos cuenta, en tercera persona, las tortuosas relaciones con sus seres más cercanos: la pésima relación con los hijos de su primer matrimonio, Randy y Lonny; su sentimiento de culpa por Nancy, la hija que lo adora, nacida de su segundo matrimonio; su tercer y catastrófico matrimonio con Merete; y su envidia no declarada por su hermano Howie, rebosante de vida y vigor.

Este anciano ha sido a lo largo de su vida un exitoso publicista que ha dotado a sus esposas e hijos con comodidades y buena educación. Sin embargo, la poca comunión entre ellos los lleva a sentir repulsiones compartidas y odios internos plagados de sentimientos menores. Es así que el anciano no deja de preguntarse en qué momento pasó a convertirse en alguien totalmente enajenado de sí mismo y en el por qué siente un goce sublime en la desgracia del “otro”.

Como puede verse, lo escrito hasta aquí vendría a ser un compendio de los grandes demonios literarios del escritor, hasta podría escribirse tranquilamente que estamos dándole vueltas a sus conocidos temas. Pero como nunca antes Roth nos regala un aspecto que pocas veces se ve en la narrativa de los escritores ya trajinados: el temperamento de la escritura (la fusión de la atmósfera en buena ejecución con el ritmo, lo cual es de por sí complicado lograr ya que siempre saltan, conciente o inconcientemente, los tan malhadados lugares comunes de la narración).

La escritura empleada en esta novela es de por sí la protagonista. Como puede colegirse, el argumento no puede ser más común o trivial. Y como conocedor de este peligro, Roth deja que fluya el lenguaje con naturalidad, no se regodea en la belleza expresiva de la palabra, llegando a lo que es el mérito mayor de la novela: el conflicto interior de los protagonistas, empezando por el innominado anciano.

Muchas veces se ha querido rastrear las influencias directas de las que se sirve Roth, una de ellas es el tópico de los judíos norteamericanos y su relación con la cultura establecida que los lleva a mantener a como dé lugar sus costumbres, en este aspecto él nunca ha pretendido reivindicar la cultura hebrea a través de argumentos de “resistencia” por medio de la identidad grupal, por el contrario, lo que ha hecho es dotar de múltiples miradas a sus protagonistas principales, como Nathan Zuckerman, David Kepesh, Portnoy, etcétera. Estas miradas son canalizadas a través del humor que desmitifica las costumbres del nuevo judío norteamericano. Se ha hablado también de lo mucho que se ha valido de las novelas de Bellow y Malamud, lo cual es cierto, pero no es el crisol principal de su poética, la cual es deudora total de la novela decimonónica, en una suerte de mix de la tradición novelesca norteamericana con la europea. En su obra es posible seguir el aliento de Mark Twain, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Lev Tolstoi y, en especial, Balzac. Su intención siempre ha sido la amplitud, ningún tópico queda de lado, sus novelas son testimonios de época, por ello, es imposible no toparse, abiertamente o subrepticiamente, con la guerra de Vietnam, Watergate, Bill Clinton, Bush, Saddam Hussein, los ataques del 11 de Septiembre, etcétera.

ELEGÍA está muy lejos de ser la novela angular de Roth. Sin embargo, es un firme testimonio de lo que desde hace algunos años viene siendo la obsesión del novelista: el deterioro del cuerpo, las tribulaciones de la vejez y la reflexión aparentemente objetiva que solo se consigue con los años. Sus últimas novelas tienen como protagonistas a ancianos llevados a incómodos recuentos existenciales.

Termino esta reseña con una sentencia que ya la he escrito (pero condimentada para la ocasión): nadie puede dedicarse a la escritura de la novela si no ha leído a los autores decimonónicos, y es totalmente imperdonable pasar por alto el conocimiento de la obra total de Philip Roth, quien es hoy en día el escritor por excelencia en el mundo entero.

Editorial: Mondadori.

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