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Pelayo López

"La noche es nuestra": luces brillantes ensombrecidas por cuestiones de rango

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A estas alturas, posiblemente todos sepáis que el título de esta película, “we own the night” en su versión original, hace referencia al lema de la policía neoyorkina en los duros años ´80. Algo similar al “para proteger y servir”, o quizás menos oficial y más gremial entre los “micky mouses” de azul. ¡Qué recuerdos a Canción triste de Hill Street!. Nuestro desembarco semanal de cintas norteamericanas nos ha permitido, recientemente, tener la oportunidad de ver bastantes títulos de características similares a la presente, de modo que, como suele decirse, “quien golpea primero, golpea dos veces”. Eso parece haber ocurrido con Infiltrados, American gangster… y ahora La noche es nuestra, cintas de gran parecido que han ido perdiendo el interés pese a que se haya dado una relación inversa entre la fecha de llegada y la calidad que nos ofrecen.

James Gray es el nombre del director de esta historia sobre dos hermanos distantes, uno policía y otro vividor –gestiona un club de éxito-, en la complicada trama delictiva y policial del Nueva York de los ´80, donde las drogas campaban a sus anchas en las discotecas de moda tipo la ya famosa Studio 54. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos acabará haciendo que ambos recapaciten sobre su estilo de vida. Y los hermanos en cuestión, y aquí también productores, son Mark Wahlberg, que curiosamente también estaba en el thriller de Scorsese, y Joaquin Phoenix. Ambos repiten a las órdenes del director después de hacer lo propio en La otra cara del crimen. La trama no es nueva en la filmografía de Gray, puesto que es su baza habitual, aunque hay que reconocerle el talento de ir ganando en firmeza y pulso en cada entrega.

Junto a ellos, uno de esos actores veteranos inconmensurables olvidado ante la fama de otros de su generación –pero actor de mayor capacidad que muchos de ellos-, Robert Duvall, y la hispana Eva Mendes. Aunque su papel se asemeja bastante al de novia de Denzel Washington en Training day, aquí tiene mayor presencia y tiempo para demostrar que no sólo es una cara y un cuerpo bonito. No es definitivo, pero sí un buen acicate para continuar en esta vertiente dramática. En esta especie de mezcla entre Promesas del este y El verano de Sam, todos los personajes tienen la gran baza de sufrir en el desarrollo del metraje una evolución y una transformación de criterios y comportamientos. No obstante, en esa tesitura entre el problema policial y el drama familiar del argumento, unos lo aprovechan más que otros. Wahlberg está justito, y Phoenix, reconozco que hasta ahora no me había parecido para tanto, desborda en un papel difícil rayando momentos de nominaciones merecidas.

Es cierto que la cinta empieza muy arriba, y que pierde ritmo, pero es una necesidad comprensible ya que las drogas son sólo un pretexto para presentar los conflictos personales de carácter familiar y en pareja. Y, no obstante, en esa segunda parte más tranquila, es donde encontramos la mejor escena de la película, una persecución automovilística bajo la lluvia, ¡esto no tiene nada que ver con Corrupción en Miami!, digna de mentes lúcidas como De Palma, Lumet o Friedkin. Y la secuencia en la que comienzan a voltearse las tornas, cuando el protagonista cruza la línea de la violencia ante la duda de vivir o morir, tampoco desmerece en absoluto. A más de uno, como curiosidad, les vendrá a la cabeza, o al menos a mi sí, la tomadura de pelo que hubo hace unas semanas con un doble de Nicolas Cage en el palco del Real Madrid. ¿el colega bromista del protagonista de esta película no tiene cierto aire a la estrella?. ¿Sería él quien se paseó por las tribunas VIP del Bernabéu?. Bromas aparte: Martin Scorsese, Ridley Scott… unos ponen el nombre y otros el talento, así que, como ocurre en casi todas las disciplinas, en el cine también hay luces brillantes ensombrecidas por cuestiones de rango.

"La noche es nuestra": luces brillantes ensombrecidas por cuestiones de rango

Pelayo López
Pelayo López
viernes, 4 de julio de 2008, 23:16 h (CET)
A estas alturas, posiblemente todos sepáis que el título de esta película, “we own the night” en su versión original, hace referencia al lema de la policía neoyorkina en los duros años ´80. Algo similar al “para proteger y servir”, o quizás menos oficial y más gremial entre los “micky mouses” de azul. ¡Qué recuerdos a Canción triste de Hill Street!. Nuestro desembarco semanal de cintas norteamericanas nos ha permitido, recientemente, tener la oportunidad de ver bastantes títulos de características similares a la presente, de modo que, como suele decirse, “quien golpea primero, golpea dos veces”. Eso parece haber ocurrido con Infiltrados, American gangster… y ahora La noche es nuestra, cintas de gran parecido que han ido perdiendo el interés pese a que se haya dado una relación inversa entre la fecha de llegada y la calidad que nos ofrecen.

James Gray es el nombre del director de esta historia sobre dos hermanos distantes, uno policía y otro vividor –gestiona un club de éxito-, en la complicada trama delictiva y policial del Nueva York de los ´80, donde las drogas campaban a sus anchas en las discotecas de moda tipo la ya famosa Studio 54. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos acabará haciendo que ambos recapaciten sobre su estilo de vida. Y los hermanos en cuestión, y aquí también productores, son Mark Wahlberg, que curiosamente también estaba en el thriller de Scorsese, y Joaquin Phoenix. Ambos repiten a las órdenes del director después de hacer lo propio en La otra cara del crimen. La trama no es nueva en la filmografía de Gray, puesto que es su baza habitual, aunque hay que reconocerle el talento de ir ganando en firmeza y pulso en cada entrega.

Junto a ellos, uno de esos actores veteranos inconmensurables olvidado ante la fama de otros de su generación –pero actor de mayor capacidad que muchos de ellos-, Robert Duvall, y la hispana Eva Mendes. Aunque su papel se asemeja bastante al de novia de Denzel Washington en Training day, aquí tiene mayor presencia y tiempo para demostrar que no sólo es una cara y un cuerpo bonito. No es definitivo, pero sí un buen acicate para continuar en esta vertiente dramática. En esta especie de mezcla entre Promesas del este y El verano de Sam, todos los personajes tienen la gran baza de sufrir en el desarrollo del metraje una evolución y una transformación de criterios y comportamientos. No obstante, en esa tesitura entre el problema policial y el drama familiar del argumento, unos lo aprovechan más que otros. Wahlberg está justito, y Phoenix, reconozco que hasta ahora no me había parecido para tanto, desborda en un papel difícil rayando momentos de nominaciones merecidas.

Es cierto que la cinta empieza muy arriba, y que pierde ritmo, pero es una necesidad comprensible ya que las drogas son sólo un pretexto para presentar los conflictos personales de carácter familiar y en pareja. Y, no obstante, en esa segunda parte más tranquila, es donde encontramos la mejor escena de la película, una persecución automovilística bajo la lluvia, ¡esto no tiene nada que ver con Corrupción en Miami!, digna de mentes lúcidas como De Palma, Lumet o Friedkin. Y la secuencia en la que comienzan a voltearse las tornas, cuando el protagonista cruza la línea de la violencia ante la duda de vivir o morir, tampoco desmerece en absoluto. A más de uno, como curiosidad, les vendrá a la cabeza, o al menos a mi sí, la tomadura de pelo que hubo hace unas semanas con un doble de Nicolas Cage en el palco del Real Madrid. ¿el colega bromista del protagonista de esta película no tiene cierto aire a la estrella?. ¿Sería él quien se paseó por las tribunas VIP del Bernabéu?. Bromas aparte: Martin Scorsese, Ridley Scott… unos ponen el nombre y otros el talento, así que, como ocurre en casi todas las disciplinas, en el cine también hay luces brillantes ensombrecidas por cuestiones de rango.

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