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Herme Cerezo

"Hijos de la Alhambra", de Paco Roca: un velo de magia y leyenda

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De alguna manera y dejando aparte los tebeos infantiles que todos leímos de pequeños, mucha gente canosa ya, como el que suscribe, cristalizó su afición por el cómic con la lectura de historietas de aventuras. ¿Quién no leyó nunca ‘El Guerrero del Antifaz’, ‘El Capitán Trueno’, ‘Roberto Alcázar y Pedrín’, ‘El Corsario de Hierro’, ‘El teniente M. S. Blueberry’, el celebérrimo ‘Tintín’ o ‘Corto Maltes’, el marino del pendiente zurdo? La respuesta es sencilla: casi nadie. La búsqueda de la aventura, real o soñada, es una constante de la ficción universal en sus distintas manifestaciones. Y ya es hora de abrir un paréntesis en mis artículos sobre el cómic. Vamos, que ya toca hablar del género de aventuras.




Portada del cómic.


Y comienzo con un álbum que se editó en España el pasado año: ‘Hijos de la Alhambra’ del valenciano Paco Roca, autor entre otras obras de ‘Arrugas’, ‘El faro’, ‘Gog’ o ‘El juego lúgubre’. ¿Qué por qué arranco por este título cuando hay otros más clásicos? Pues la razón es muy sencilla: porque después de haber leído en un espacio de tiempo muy corto ‘Arrugas’ y ‘El faro’ — un álbum me condujo al otro —, me animé a leer también ‘Hijos de la Alhambra’. Y la idea fue un acierto pleno.

Concebido de acuerdo con los cánones más tradicionales del estilo franco-belga, tapa dura, vertical, tamaño A4, color total, cincuenta y dos páginas, ‘Hijos de la Alhambra’ transcurre a mediados del siglo XIX. Por aquellos años, el palacio nazarí es destino predilecto para algunos aventureros europeos y americanos. El francés Alexandre Icaro es uno de aquellos hombres que llegó a la Alhambra, cuyos muros envuelven un extraño misterio: las gentes que allí habitan enloquecen y asesinan de forma cruel y sin motivo aparente. Alexandre ayudará al capitán de la Real Fortaleza, Iñigo Badía, a descubrir el oscuro origen de esta maldición. Este argumento supone un giro temático importante en la obra del autor valenciano, un cambio de registro porque Paco Roca, con aparente facilidad, tan pronto nos hace convivir con ancianos víctimas del Alzheimer, como nos sumerge en la fantasía de un faro y una isla inexistente en las postrimerías de la Guerra Civil o nos encama con mujeres de formas abruptas y mancebos armados con generosos cipotes de Archidona. "Cambiar de registro no me lo planteo como un reto – aclara el dibujante -. Es más la necesidad de relatar las cosas que me interesan en cada momento. Para mí hacer cómic es la necesidad de contar algo que me motiva o me apetece. Me gusta narrar historias. El reto viene después, cuando me planteo cómo voy a afrontar el tema".

De todos modos, el argumento del álbum queda ligeramente ensombrecido por la calidad del trazo de Paco Roca. Un dibujo de línea clara y precisa que mantiene la misma tónica que encontré en ‘Arrugas’ o en ‘El faro’, pero con una mayor complejidad en todo lo relativo a los colores. ‘Hijos de la Alhambra’ es un completo despliegue de la gama cromática: el día, la tarde, el aire libre, el sol, la lluvia, los atardeceres... "Me llevó casi medio año — dice el artista valenciano — colorear ‘Hijos de la Alhambra’. En este álbum era muy importante el color. Debía de dar el ambiente a la historia y me lo imaginaba oscuro y lúgubre en los interiores y con esa luminosidad "falsa" de las pinturas románticas". Pero aún había algo más que me obligaba a detenerme en cada viñeta: la noche granadina bajo el resplandor de los hachones: "Para lograr los efectos de luz de fuego lo hice poniendo poco color en la escena, casi gris, entonces, al añadir un poco de rojos y naranjas conseguí un efecto luminoso fuerte". Un efecto que siluetea los contornos de los ropajes, de las aristas del templo, de los gestos de los personajes: Alexandre Ícaro, Isabel, Íñigo Badía, el padre Francisco...

Para realizar los exteriores, para "ambientar" sus "hijos alambreños", imaginé que Paco Roca tuvo que documentarse exhaustivamente. "Había estado ya varias veces en Granada, me gusta mucho esta ciudad y la Alhambra me parece uno de los lugares más bellos del mundo. Me apetecía mucho situar una historia ahí, en el periodo decadente, cuando estaba lleno de vagabundos y viajeros románticos. Al decidir hacer el álbum fui un par de veces para fotografiar y recopilar información. Y también para tomarme unas cañas con sus tapas..." Lo del viaje estaba claro, parecía incluso inevitable, pero el palacio del siglo XXI no es el que retrata en su álbum, es una Alhambra mucho más antigua. "Ésa fue la parte difícil, la de documentación del estado de la Alhambra en esa época. Como suele ocurrir, cuando buscas algo no lo encuentras fácilmente. El aspecto de cómo estaba a mediados del siglo XIX lo saqué de las ilustraciones de los apuntes y grabados que tomaron los pintores románticos a su paso por Granada. Obtuve mucha información de Gustavo Doré y de David Roberts, entre otros".

Ya sólo me restaba saber el por qué de aquel velo romántico y mágico de la historia, andaluza, con sabor castizo, tipycal spanish. "Me gustan mucho las historias de Poe y las novelas decimonónicas. Y siempre me había apetecido hacer algo así, pero a la española..." Y de dónde procedía la idea argumental. "El álbum está basado en el ambiente mágico de ‘Cuentos de la Alhambra’ de Washington Irving y en la época en que el escritor neoyorquino anduvo por allí. Pero no está inspirado directamente en ninguno de sus cuentos".

Nada más. ‘Hijos de la Alhambra’ se publicó primero en Francia (2003) y, cuatro años más tarde, la editorial Planeta DeAgostini la editó en España. "Tenía muchas ganas de verlo por fin aquí y, como había pasado tanto tiempo desde que lo hice, retoqué y cambié alguna cosa para esta edición". Es un álbum interesante especialmente por la resolución gráfica del hilo argumental. Paco Roca narra bien y, sobre todo, sustenta fenomenalmente su discurso con el dibujo y el manejo de viñetas y páginas de diferentes tamaños y formas. Leer ‘Hijos de la Alhambra’ es asomarse al mundo mágico que muchos intuyen pero pocos conocen. Leer este álbum es dar un paso al frente para trabar ese conocimiento. ¿Se atreve, usted, mi improbable lector, a darlo?

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‘Hijos de la Alhambra’, de Paco Roca. Editorial Planeta DeAgostini, 2007. 52 páginas, 8,95 euros.

"Hijos de la Alhambra", de Paco Roca: un velo de magia y leyenda

Herme Cerezo
Herme Cerezo
viernes, 13 de junio de 2008, 10:27 h (CET)
De alguna manera y dejando aparte los tebeos infantiles que todos leímos de pequeños, mucha gente canosa ya, como el que suscribe, cristalizó su afición por el cómic con la lectura de historietas de aventuras. ¿Quién no leyó nunca ‘El Guerrero del Antifaz’, ‘El Capitán Trueno’, ‘Roberto Alcázar y Pedrín’, ‘El Corsario de Hierro’, ‘El teniente M. S. Blueberry’, el celebérrimo ‘Tintín’ o ‘Corto Maltes’, el marino del pendiente zurdo? La respuesta es sencilla: casi nadie. La búsqueda de la aventura, real o soñada, es una constante de la ficción universal en sus distintas manifestaciones. Y ya es hora de abrir un paréntesis en mis artículos sobre el cómic. Vamos, que ya toca hablar del género de aventuras.




Portada del cómic.


Y comienzo con un álbum que se editó en España el pasado año: ‘Hijos de la Alhambra’ del valenciano Paco Roca, autor entre otras obras de ‘Arrugas’, ‘El faro’, ‘Gog’ o ‘El juego lúgubre’. ¿Qué por qué arranco por este título cuando hay otros más clásicos? Pues la razón es muy sencilla: porque después de haber leído en un espacio de tiempo muy corto ‘Arrugas’ y ‘El faro’ — un álbum me condujo al otro —, me animé a leer también ‘Hijos de la Alhambra’. Y la idea fue un acierto pleno.

Concebido de acuerdo con los cánones más tradicionales del estilo franco-belga, tapa dura, vertical, tamaño A4, color total, cincuenta y dos páginas, ‘Hijos de la Alhambra’ transcurre a mediados del siglo XIX. Por aquellos años, el palacio nazarí es destino predilecto para algunos aventureros europeos y americanos. El francés Alexandre Icaro es uno de aquellos hombres que llegó a la Alhambra, cuyos muros envuelven un extraño misterio: las gentes que allí habitan enloquecen y asesinan de forma cruel y sin motivo aparente. Alexandre ayudará al capitán de la Real Fortaleza, Iñigo Badía, a descubrir el oscuro origen de esta maldición. Este argumento supone un giro temático importante en la obra del autor valenciano, un cambio de registro porque Paco Roca, con aparente facilidad, tan pronto nos hace convivir con ancianos víctimas del Alzheimer, como nos sumerge en la fantasía de un faro y una isla inexistente en las postrimerías de la Guerra Civil o nos encama con mujeres de formas abruptas y mancebos armados con generosos cipotes de Archidona. "Cambiar de registro no me lo planteo como un reto – aclara el dibujante -. Es más la necesidad de relatar las cosas que me interesan en cada momento. Para mí hacer cómic es la necesidad de contar algo que me motiva o me apetece. Me gusta narrar historias. El reto viene después, cuando me planteo cómo voy a afrontar el tema".

De todos modos, el argumento del álbum queda ligeramente ensombrecido por la calidad del trazo de Paco Roca. Un dibujo de línea clara y precisa que mantiene la misma tónica que encontré en ‘Arrugas’ o en ‘El faro’, pero con una mayor complejidad en todo lo relativo a los colores. ‘Hijos de la Alhambra’ es un completo despliegue de la gama cromática: el día, la tarde, el aire libre, el sol, la lluvia, los atardeceres... "Me llevó casi medio año — dice el artista valenciano — colorear ‘Hijos de la Alhambra’. En este álbum era muy importante el color. Debía de dar el ambiente a la historia y me lo imaginaba oscuro y lúgubre en los interiores y con esa luminosidad "falsa" de las pinturas románticas". Pero aún había algo más que me obligaba a detenerme en cada viñeta: la noche granadina bajo el resplandor de los hachones: "Para lograr los efectos de luz de fuego lo hice poniendo poco color en la escena, casi gris, entonces, al añadir un poco de rojos y naranjas conseguí un efecto luminoso fuerte". Un efecto que siluetea los contornos de los ropajes, de las aristas del templo, de los gestos de los personajes: Alexandre Ícaro, Isabel, Íñigo Badía, el padre Francisco...

Para realizar los exteriores, para "ambientar" sus "hijos alambreños", imaginé que Paco Roca tuvo que documentarse exhaustivamente. "Había estado ya varias veces en Granada, me gusta mucho esta ciudad y la Alhambra me parece uno de los lugares más bellos del mundo. Me apetecía mucho situar una historia ahí, en el periodo decadente, cuando estaba lleno de vagabundos y viajeros románticos. Al decidir hacer el álbum fui un par de veces para fotografiar y recopilar información. Y también para tomarme unas cañas con sus tapas..." Lo del viaje estaba claro, parecía incluso inevitable, pero el palacio del siglo XXI no es el que retrata en su álbum, es una Alhambra mucho más antigua. "Ésa fue la parte difícil, la de documentación del estado de la Alhambra en esa época. Como suele ocurrir, cuando buscas algo no lo encuentras fácilmente. El aspecto de cómo estaba a mediados del siglo XIX lo saqué de las ilustraciones de los apuntes y grabados que tomaron los pintores románticos a su paso por Granada. Obtuve mucha información de Gustavo Doré y de David Roberts, entre otros".

Ya sólo me restaba saber el por qué de aquel velo romántico y mágico de la historia, andaluza, con sabor castizo, tipycal spanish. "Me gustan mucho las historias de Poe y las novelas decimonónicas. Y siempre me había apetecido hacer algo así, pero a la española..." Y de dónde procedía la idea argumental. "El álbum está basado en el ambiente mágico de ‘Cuentos de la Alhambra’ de Washington Irving y en la época en que el escritor neoyorquino anduvo por allí. Pero no está inspirado directamente en ninguno de sus cuentos".

Nada más. ‘Hijos de la Alhambra’ se publicó primero en Francia (2003) y, cuatro años más tarde, la editorial Planeta DeAgostini la editó en España. "Tenía muchas ganas de verlo por fin aquí y, como había pasado tanto tiempo desde que lo hice, retoqué y cambié alguna cosa para esta edición". Es un álbum interesante especialmente por la resolución gráfica del hilo argumental. Paco Roca narra bien y, sobre todo, sustenta fenomenalmente su discurso con el dibujo y el manejo de viñetas y páginas de diferentes tamaños y formas. Leer ‘Hijos de la Alhambra’ es asomarse al mundo mágico que muchos intuyen pero pocos conocen. Leer este álbum es dar un paso al frente para trabar ese conocimiento. ¿Se atreve, usted, mi improbable lector, a darlo?

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‘Hijos de la Alhambra’, de Paco Roca. Editorial Planeta DeAgostini, 2007. 52 páginas, 8,95 euros.

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