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Etiquetas | Novela | Cultura | Crítica de libros
Entrevista al escritor Montero Glez

“El escritor atornilla al lector a través de las metáforas”

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Montero Glez (Madrid, 1965) es autor de las novelas ‘Sed de champán’, ‘Cuando la noche obliga’, ‘Manteca colorá’, ‘Pólvora negra’, galardonada con el Premio Azorín, y ‘Pistola y cuchillo’, así como de los libros de relatos ‘Zapatitos de cemento’, ‘Besos de fogueo’ y ‘Polvo en los labios’. En el año 2010 ganó el premio Llanes de viajes por su ensayo ‘Huella jonda del héroe’. También colabora en algunos medios bajo diferentes seudónimos y ha reunido sus artículos de opinión en varios volúmenes como ‘Diario de un hincha, el fútbol es así’, ‘El verano: lo crudo y lo podrido’, ‘A ras de yerba’ o ‘El gol más lindo del mundo y otras piezas futboleras’. Su obra ha sido traducida al francés, holandés, italiano y ruso.

Montero Glez es un tipo delgado hasta la extenuación, de mirada próxima pero profunda, huesudo, calmado, reflexivo. Lo descubrí por la televisión. Corría 1999, creo, Fernando Sánchez Dragó le entrevistaba para ‘Negro sobre blanco’. Le dedicó medio programa, pregunta a pregunta. Respuesta a respuesta, Montero armaba cigarrillos de consumo inminente. Hebra a hebra. No pasó inadvertido. En absoluto. Escuchándole sabías, sin haber leído nunca una sola línea suya, que sus novelas eran distintas a las de los demás. Tenían que serlo.

CHAROLITO Y LA SED DE CHAMPÁN
“El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por el culo”, así arrancaba la primera obra de Montero que cayó en mis manos: ‘Sed de champán’, cuyo título procedía de un verso de Pedro Luis de Gálvez. El Charolito, qué fantástico personaje, igual que el Roque, la Sole, la Milagros o el Luisardo sin ir más lejos, que pueblan las playas, las calles o los tugurios dispuestos por el magín del escritor madrileño. Lo que no admitía dudas era que aquella frase, su primera frase, despertaba a un lector que, quizá relajado, se acercaba a su propuesta literaria. Era un aviso. Las páginas que seguían a la primera no eran una cosa cualquiera, no. Después de ese comienzo, agazapadas, se avecinaban metáforas únicas, escenas salvajes y obscenas, y una jerga barriobajera de primer nivel, que se abría paso a navajazos. Y eso, costumbre que le honra, lo hace y lo ha hecho en cada una de sus sucesivas entregas. Pérez Reverte, en su artículo dominical del 20 de noviembre de 2005, llegó a afirmar de él que “Le envidio la prosa a ese hijo de puta. Lo juro”. Por supuesto un escritor así no puede dejarte indiferente. Qué va. O lo tomas o lo dejas. A los editores, supuestos lectores avezados, les pasa lo mismo, no les deja fríos ni indiferentes y, afortunadamente, le editan. De vez en cuando, le premian, como ha ocurrido ahora con su novela ‘Talco y bronce’, con la que Montero Glez ganó el pasado mes de diciembre el VIII Premio Logroño de Novela 2014, editado por Algaida.

TALCO Y BRONCE

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‘Talco y bronce’ nos remite a los años ochenta del siglo XX. En una España convulsa, los ciudadanos asisten a una oleada de asaltos a joyerías, y la banda del Chuqueli, otro personaje más para la galería monteriana, es uno de esos grupos de atracadores que siempre esperan su gran golpe. Pero cuando por fin este se produce, el botín es tan sustancioso que la vida de sus protagonistas ya no vale nada, y son muchos los que reclaman su parte del pillaje. Con espíritu de género negro, variedad lumpen proletaria como el propio escritor afirma, la novela rinde homenaje al cine quinqui de la época, escrito a golpe de thriller y genio de rumba gitana.

Lo primero que se pregunta la contraportada del libro a la hora de presentarlo es ¿qué ocurre cuando la policía inspira menos confianza que los propios delincuentes? “No es ficción que la poli cause más miedo que los delincuentes - dice Montero-, es totalmente cierto. Me pregunto qué vino antes si el huevo o la gallina, la policía o el delito. Creo que van juntos. Me hace gracia cuando afirman que la función de la policía es perseguir el delito, porque el mayor delito que existe es la injusticia social y esa injustica no se persigue y cuando se hace, como vemos últimamente, se pone de parte del delincuente”. Sin embargo, la población, el ciudadano, tiene un mejor concepto de la policía que antes. “Sí, pero eso es según las estadísticas y las estadísticas son aritmética y la aritmética carece de moral y yo no me lo creo, no tengo esa percepción. Ahora no se sabe, pero dentro de unos años aparecerán las aberraciones que la policía comete hoy en día. Todos hemos podido ver cómo se les ha pegado a los chavales en Madrid y Barcelona cuando han salido en demanda de pan y justicia”.

Montero Glez escribe, según cuenta, porque no tiene otro remedio. “Ante todo soy un lector, que es lo que más me gusta ser. Escribo para ser leído y porque no sé dedicarme a otra cosa, el oficio de escritor está pensado para desocupados e inútiles como yo”. ‘Talco y bronce’ surge de un concierto de Antonio Vega. En algún lugar, o en varios, Montero ha explicado que no acabó el concierto, se salió antes de que terminase, porque tenía que convertir en tinta todo lo que sentía en aquel momento. Pero eso sucedió hace muchos años y, de repente, aquellas notas olvidadas han cobrado vida de nuevo y han reclamado su atención. Parece difícil recuperar un argumento que se concibió tanto tiempo atrás. “Es algo mágico. Las historias que uno cuenta es porque las merece y cuando esto ocurre no puedes evitarlo, porque te contaminan. Estos personajes estaban en el trastero y el chispazo para escribir se produjo cuando los jóvenes salieron a la calle el 15 de mayo de 2011 en búsqueda de respuestas al miedo establecido tras la muerte de Franco. Ellos buscaban un relato real, no la ficción producida por la Transición. Fue entonces cuando decidí ponerme en movimiento, aunque la verdad es que se movieron solos”.

SANTIAGO CORELLA, “EL NANI”

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Como telón de fondo, ‘Talco y bronce’ habla de la historia del delincuente Santiago Corella, apodado el Nani, desaparecido durante los primeros años de la democracia, pero su eje central es la historia de amor que se establece entre el Chuqueli y su chica, la Malata, todo ello desarrollado en el Madrid de los ochenta, un territorio que el escritor conoció bien en su día. “La novela se basa en hechos reales. Para ficcionar inventé personajes que incluí junto con los seres reales que encontré en el sumario del caso. Mientras lo escribía, me di cuenta de que la Historia de la Humanidad es la historia de la lucha de clases. La banda de delincuentes fue articulada por la Brigada Antiatracos de Madrid, que provenía de la extinta Brigada Social. Cuando Adolfo Suárez legalizó el Partido Comunista y le pegó el tiro de gracia, los agentes de la Social se reciclaron e integraron en Antiatracos. Organizaron todo el tinglado y liquidaron a los atracadores para quedarse con el botín obtenido”. Para Montero estos maleantes provenían de una extracción social muy baja. “Mi novela habla del lumpen proletariado, un tipo de delincuentes que planifica poco y actúa con inmediatez. Observé que los atracos estaban muy bien estructurados y organizados por personas distintas, por una brigada que les garantizaba cobertura y salida para el botín, especialmente las joyas. Eso me llevó a estudiar el libro ‘El 18 Brumario de Luis Bonaparte’ donde Marx habla del lumpen proletariado, una clase segmentada que tiene la misma esencia que la otra, la de los que preparaban los golpes, sólo que unos eran lumpen proletariado, los atracadores, y otros lumpen burguesía, los inspectores de policía”. Según Montero Glez esta situación era la consecuencia lógica del pasado heredado. “Franco murió en la cama y no hubo ruptura, sino una continuidad, que se plasmó en la Transición y que finalizó el 15 de mayo de 2011 con los chavales en la calle. Cuando pregunto cómo en España puede haber democracia y monarquía, me responden que vivimos en una monarquía demócrata y no lo entiendo. Son trampas que nos tienden a través del lenguaje”.

Precisamente el trabajo del vocabulario es uno de los placeres del escritor madrileño. “Amo el lenguaje, soy un cazador de palabras y me gustan todos los dialectos y lenguas que hay en la península, hay mucha riqueza en ellos. Por ejemplo, “tallat” es una palabra catalana que suena genial. Disfruto con la musicalidad de los vocablos y articulo los personajes a través de los diálogos, en los que no puedo utilizar un lenguaje académico, ya que ellos no lo conocen y se manejan a través de su propio código interno”. Como decía al principio, ese lenguaje en forma de oraciones rotundas y potentes constituye la marca de la casa en el arranque de sus novelas. “Lo cierto es que mi entrada en el mundo literario, que se produjo con ‘Sed de Champán’, no fue con toque de nudillos, sino con una patada en la puerta. Algunos opinan que es una grosería, pero yo no estoy de acuerdo. El compositor Richard Strauss comenzó su partitura ‘Así hablo Zaratustra’ con un golpe fuerte, un golpe de efecto. Son arranques contundentes, como un puñetazo, que te sorprenden. Beethoven también lo hizo en alguna sinfonía suya, pero Strauss entró a sangre”. Esa contundencia era irrenunciable para su estilo. Por eso Montero tardó bastante en ver editada su primera novela. “Estuve cinco años esperando para publicar ‘Sed de Champán’, porque no quería cambiar el inicio. Resulta curioso que esta frase sea la que recuerda todo el mundo de mis libros. En otras editoriales me ofrecieron alternativas, pero no las acepté. El de ‘Talco y bronce’ es un comienzo con diálogo, con voz. Me gusta que la primera frase ya defina la novela, quiero que todo su contenido ya se encuentre en ella, como ocurre en ‘Cien años de soledad’. Y si al lector no le gusta, que no siga leyendo”.

LAS METÁFORAS DE MONTERO GLEZ

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Las sorprendentes metáforas que caracterizan la literatura de Montero Glez son otra de sus señas de identidad. Tampoco podían faltar en ‘Talco y bronce’. “De todas las figuras literarias, la metáfora es la reina por excelencia. Todo empezó con Heráclito que, con la imagen del agua de un río y cuando no existían relojes, fue capaz de expresar el paso del tiempo. Le metáfora es lo más cercano, lo que hace que un lector se quede pegado al libro, a la lectura. Ahí es cuando el escritor atornilla al lector”. Precisamente, llama la atención cómo sonarán las metáforas de sus obras traducidas al ruso y al holandés. Una labor que, a priori, parece, cuanto menos, complicada, y no sé si imposible. “No tengo ni idea de cómo suenan, ni de cómo lo hacen. En ocasiones los traductores me preguntan y se las explico. Incluso las hemos traducido al francés con un lenguaje aproximado. Es complicado, pero todo se puede conseguir con trabajo, aunque sé que lo pasan mal. El castellano es un idioma muy rico, no como el inglés que parece una lengua de indios. Hay que ser Shakespeare o Conrad, que era polaco, para elevar el inglés al mismo nivel que el castellano. El francés es el idioma del amor, el inglés el de los negocios y el castellano el de Caín”.

FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA
‘Talco y bronce’, como hemos dicho antes, es un thriller, una novela negra con vocación de género histórico del pasado más inmediato. “Hay un relato ficticio, el de los padres de la Transición, que se comportaron como malos novelistas. Es como ‘Cuéntame’, algo poco creíble. Soy un fabulador y me interesaba contar esos rincones oscuros a partir de la mentira, iluminándolos con una cerilla. Quería explicar que no fue modélica. Por eso hablo de la desaparición de una persona no por motivos políticos, sino porque se pasaron de rosca en un interrogatorio, aplicándole la legislación antiterrorista a un delincuente común”. Dentro de esta estructura policiaca hay como una pirueta final, una maniobra que recuerda al González Ledesma de ‘Cinco mujeres y media’. “El final no es un homenaje hacia González Ledesma, pero cómo me hubiera gustado que viviera aún para enviarle mi novela. Ha sido como un padre para mí, me quería mucho. Cuando gané el Premio Azorín, tras recoger la estatuilla me dio un abrazo entrañable. Encontrarme con Silver Kane en esas circunstancias fue especial. Su trabajo tuvo un mérito enorme, escribir una novela a la semana, incluso a la luz de la luna y con una máquina de escribir de las viejas era tremendo. Me entristece mucho que ya no esté con nosotros”.

Si algo puede rematar esta entrevista de sobremesa, en el córner de la cafetería del Hotel Astoria de Valencia, son las palabras que encontramos en la página 282 de ‘Talco y bronce’: “Nadie muere virgen, nena, la vida nos jode a todos”. Se la dice Chuqueli a la Malata, su pareja. “Es una frase muy dura, son las palabras de un hombre que tiene más vida que su chica al principio pero no al final, cuando ella ya sabe que el tiempo pasa deprisa. Homero lo contó en su día, al decir que Ulises fue sabio cuando peinaba canas en su barba, cuando ya lo había visto todo y a lo único que aspiraba era a regresar a su hogar, donde le aguardaba una mujer con los brazos abiertos”.

“El escritor atornilla al lector a través de las metáforas”

Entrevista al escritor Montero Glez
Herme Cerezo
jueves, 7 de mayo de 2015, 11:08 h (CET)



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Montero Glez (Madrid, 1965) es autor de las novelas ‘Sed de champán’, ‘Cuando la noche obliga’, ‘Manteca colorá’, ‘Pólvora negra’, galardonada con el Premio Azorín, y ‘Pistola y cuchillo’, así como de los libros de relatos ‘Zapatitos de cemento’, ‘Besos de fogueo’ y ‘Polvo en los labios’. En el año 2010 ganó el premio Llanes de viajes por su ensayo ‘Huella jonda del héroe’. También colabora en algunos medios bajo diferentes seudónimos y ha reunido sus artículos de opinión en varios volúmenes como ‘Diario de un hincha, el fútbol es así’, ‘El verano: lo crudo y lo podrido’, ‘A ras de yerba’ o ‘El gol más lindo del mundo y otras piezas futboleras’. Su obra ha sido traducida al francés, holandés, italiano y ruso.

Montero Glez es un tipo delgado hasta la extenuación, de mirada próxima pero profunda, huesudo, calmado, reflexivo. Lo descubrí por la televisión. Corría 1999, creo, Fernando Sánchez Dragó le entrevistaba para ‘Negro sobre blanco’. Le dedicó medio programa, pregunta a pregunta. Respuesta a respuesta, Montero armaba cigarrillos de consumo inminente. Hebra a hebra. No pasó inadvertido. En absoluto. Escuchándole sabías, sin haber leído nunca una sola línea suya, que sus novelas eran distintas a las de los demás. Tenían que serlo.

CHAROLITO Y LA SED DE CHAMPÁN
“El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por el culo”, así arrancaba la primera obra de Montero que cayó en mis manos: ‘Sed de champán’, cuyo título procedía de un verso de Pedro Luis de Gálvez. El Charolito, qué fantástico personaje, igual que el Roque, la Sole, la Milagros o el Luisardo sin ir más lejos, que pueblan las playas, las calles o los tugurios dispuestos por el magín del escritor madrileño. Lo que no admitía dudas era que aquella frase, su primera frase, despertaba a un lector que, quizá relajado, se acercaba a su propuesta literaria. Era un aviso. Las páginas que seguían a la primera no eran una cosa cualquiera, no. Después de ese comienzo, agazapadas, se avecinaban metáforas únicas, escenas salvajes y obscenas, y una jerga barriobajera de primer nivel, que se abría paso a navajazos. Y eso, costumbre que le honra, lo hace y lo ha hecho en cada una de sus sucesivas entregas. Pérez Reverte, en su artículo dominical del 20 de noviembre de 2005, llegó a afirmar de él que “Le envidio la prosa a ese hijo de puta. Lo juro”. Por supuesto un escritor así no puede dejarte indiferente. Qué va. O lo tomas o lo dejas. A los editores, supuestos lectores avezados, les pasa lo mismo, no les deja fríos ni indiferentes y, afortunadamente, le editan. De vez en cuando, le premian, como ha ocurrido ahora con su novela ‘Talco y bronce’, con la que Montero Glez ganó el pasado mes de diciembre el VIII Premio Logroño de Novela 2014, editado por Algaida.

TALCO Y BRONCE

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‘Talco y bronce’ nos remite a los años ochenta del siglo XX. En una España convulsa, los ciudadanos asisten a una oleada de asaltos a joyerías, y la banda del Chuqueli, otro personaje más para la galería monteriana, es uno de esos grupos de atracadores que siempre esperan su gran golpe. Pero cuando por fin este se produce, el botín es tan sustancioso que la vida de sus protagonistas ya no vale nada, y son muchos los que reclaman su parte del pillaje. Con espíritu de género negro, variedad lumpen proletaria como el propio escritor afirma, la novela rinde homenaje al cine quinqui de la época, escrito a golpe de thriller y genio de rumba gitana.

Lo primero que se pregunta la contraportada del libro a la hora de presentarlo es ¿qué ocurre cuando la policía inspira menos confianza que los propios delincuentes? “No es ficción que la poli cause más miedo que los delincuentes - dice Montero-, es totalmente cierto. Me pregunto qué vino antes si el huevo o la gallina, la policía o el delito. Creo que van juntos. Me hace gracia cuando afirman que la función de la policía es perseguir el delito, porque el mayor delito que existe es la injusticia social y esa injustica no se persigue y cuando se hace, como vemos últimamente, se pone de parte del delincuente”. Sin embargo, la población, el ciudadano, tiene un mejor concepto de la policía que antes. “Sí, pero eso es según las estadísticas y las estadísticas son aritmética y la aritmética carece de moral y yo no me lo creo, no tengo esa percepción. Ahora no se sabe, pero dentro de unos años aparecerán las aberraciones que la policía comete hoy en día. Todos hemos podido ver cómo se les ha pegado a los chavales en Madrid y Barcelona cuando han salido en demanda de pan y justicia”.

Montero Glez escribe, según cuenta, porque no tiene otro remedio. “Ante todo soy un lector, que es lo que más me gusta ser. Escribo para ser leído y porque no sé dedicarme a otra cosa, el oficio de escritor está pensado para desocupados e inútiles como yo”. ‘Talco y bronce’ surge de un concierto de Antonio Vega. En algún lugar, o en varios, Montero ha explicado que no acabó el concierto, se salió antes de que terminase, porque tenía que convertir en tinta todo lo que sentía en aquel momento. Pero eso sucedió hace muchos años y, de repente, aquellas notas olvidadas han cobrado vida de nuevo y han reclamado su atención. Parece difícil recuperar un argumento que se concibió tanto tiempo atrás. “Es algo mágico. Las historias que uno cuenta es porque las merece y cuando esto ocurre no puedes evitarlo, porque te contaminan. Estos personajes estaban en el trastero y el chispazo para escribir se produjo cuando los jóvenes salieron a la calle el 15 de mayo de 2011 en búsqueda de respuestas al miedo establecido tras la muerte de Franco. Ellos buscaban un relato real, no la ficción producida por la Transición. Fue entonces cuando decidí ponerme en movimiento, aunque la verdad es que se movieron solos”.

SANTIAGO CORELLA, “EL NANI”

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Como telón de fondo, ‘Talco y bronce’ habla de la historia del delincuente Santiago Corella, apodado el Nani, desaparecido durante los primeros años de la democracia, pero su eje central es la historia de amor que se establece entre el Chuqueli y su chica, la Malata, todo ello desarrollado en el Madrid de los ochenta, un territorio que el escritor conoció bien en su día. “La novela se basa en hechos reales. Para ficcionar inventé personajes que incluí junto con los seres reales que encontré en el sumario del caso. Mientras lo escribía, me di cuenta de que la Historia de la Humanidad es la historia de la lucha de clases. La banda de delincuentes fue articulada por la Brigada Antiatracos de Madrid, que provenía de la extinta Brigada Social. Cuando Adolfo Suárez legalizó el Partido Comunista y le pegó el tiro de gracia, los agentes de la Social se reciclaron e integraron en Antiatracos. Organizaron todo el tinglado y liquidaron a los atracadores para quedarse con el botín obtenido”. Para Montero estos maleantes provenían de una extracción social muy baja. “Mi novela habla del lumpen proletariado, un tipo de delincuentes que planifica poco y actúa con inmediatez. Observé que los atracos estaban muy bien estructurados y organizados por personas distintas, por una brigada que les garantizaba cobertura y salida para el botín, especialmente las joyas. Eso me llevó a estudiar el libro ‘El 18 Brumario de Luis Bonaparte’ donde Marx habla del lumpen proletariado, una clase segmentada que tiene la misma esencia que la otra, la de los que preparaban los golpes, sólo que unos eran lumpen proletariado, los atracadores, y otros lumpen burguesía, los inspectores de policía”. Según Montero Glez esta situación era la consecuencia lógica del pasado heredado. “Franco murió en la cama y no hubo ruptura, sino una continuidad, que se plasmó en la Transición y que finalizó el 15 de mayo de 2011 con los chavales en la calle. Cuando pregunto cómo en España puede haber democracia y monarquía, me responden que vivimos en una monarquía demócrata y no lo entiendo. Son trampas que nos tienden a través del lenguaje”.

Precisamente el trabajo del vocabulario es uno de los placeres del escritor madrileño. “Amo el lenguaje, soy un cazador de palabras y me gustan todos los dialectos y lenguas que hay en la península, hay mucha riqueza en ellos. Por ejemplo, “tallat” es una palabra catalana que suena genial. Disfruto con la musicalidad de los vocablos y articulo los personajes a través de los diálogos, en los que no puedo utilizar un lenguaje académico, ya que ellos no lo conocen y se manejan a través de su propio código interno”. Como decía al principio, ese lenguaje en forma de oraciones rotundas y potentes constituye la marca de la casa en el arranque de sus novelas. “Lo cierto es que mi entrada en el mundo literario, que se produjo con ‘Sed de Champán’, no fue con toque de nudillos, sino con una patada en la puerta. Algunos opinan que es una grosería, pero yo no estoy de acuerdo. El compositor Richard Strauss comenzó su partitura ‘Así hablo Zaratustra’ con un golpe fuerte, un golpe de efecto. Son arranques contundentes, como un puñetazo, que te sorprenden. Beethoven también lo hizo en alguna sinfonía suya, pero Strauss entró a sangre”. Esa contundencia era irrenunciable para su estilo. Por eso Montero tardó bastante en ver editada su primera novela. “Estuve cinco años esperando para publicar ‘Sed de Champán’, porque no quería cambiar el inicio. Resulta curioso que esta frase sea la que recuerda todo el mundo de mis libros. En otras editoriales me ofrecieron alternativas, pero no las acepté. El de ‘Talco y bronce’ es un comienzo con diálogo, con voz. Me gusta que la primera frase ya defina la novela, quiero que todo su contenido ya se encuentre en ella, como ocurre en ‘Cien años de soledad’. Y si al lector no le gusta, que no siga leyendo”.

LAS METÁFORAS DE MONTERO GLEZ

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Las sorprendentes metáforas que caracterizan la literatura de Montero Glez son otra de sus señas de identidad. Tampoco podían faltar en ‘Talco y bronce’. “De todas las figuras literarias, la metáfora es la reina por excelencia. Todo empezó con Heráclito que, con la imagen del agua de un río y cuando no existían relojes, fue capaz de expresar el paso del tiempo. Le metáfora es lo más cercano, lo que hace que un lector se quede pegado al libro, a la lectura. Ahí es cuando el escritor atornilla al lector”. Precisamente, llama la atención cómo sonarán las metáforas de sus obras traducidas al ruso y al holandés. Una labor que, a priori, parece, cuanto menos, complicada, y no sé si imposible. “No tengo ni idea de cómo suenan, ni de cómo lo hacen. En ocasiones los traductores me preguntan y se las explico. Incluso las hemos traducido al francés con un lenguaje aproximado. Es complicado, pero todo se puede conseguir con trabajo, aunque sé que lo pasan mal. El castellano es un idioma muy rico, no como el inglés que parece una lengua de indios. Hay que ser Shakespeare o Conrad, que era polaco, para elevar el inglés al mismo nivel que el castellano. El francés es el idioma del amor, el inglés el de los negocios y el castellano el de Caín”.

FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA
‘Talco y bronce’, como hemos dicho antes, es un thriller, una novela negra con vocación de género histórico del pasado más inmediato. “Hay un relato ficticio, el de los padres de la Transición, que se comportaron como malos novelistas. Es como ‘Cuéntame’, algo poco creíble. Soy un fabulador y me interesaba contar esos rincones oscuros a partir de la mentira, iluminándolos con una cerilla. Quería explicar que no fue modélica. Por eso hablo de la desaparición de una persona no por motivos políticos, sino porque se pasaron de rosca en un interrogatorio, aplicándole la legislación antiterrorista a un delincuente común”. Dentro de esta estructura policiaca hay como una pirueta final, una maniobra que recuerda al González Ledesma de ‘Cinco mujeres y media’. “El final no es un homenaje hacia González Ledesma, pero cómo me hubiera gustado que viviera aún para enviarle mi novela. Ha sido como un padre para mí, me quería mucho. Cuando gané el Premio Azorín, tras recoger la estatuilla me dio un abrazo entrañable. Encontrarme con Silver Kane en esas circunstancias fue especial. Su trabajo tuvo un mérito enorme, escribir una novela a la semana, incluso a la luz de la luna y con una máquina de escribir de las viejas era tremendo. Me entristece mucho que ya no esté con nosotros”.

Si algo puede rematar esta entrevista de sobremesa, en el córner de la cafetería del Hotel Astoria de Valencia, son las palabras que encontramos en la página 282 de ‘Talco y bronce’: “Nadie muere virgen, nena, la vida nos jode a todos”. Se la dice Chuqueli a la Malata, su pareja. “Es una frase muy dura, son las palabras de un hombre que tiene más vida que su chica al principio pero no al final, cuando ella ya sabe que el tiempo pasa deprisa. Homero lo contó en su día, al decir que Ulises fue sabio cuando peinaba canas en su barba, cuando ya lo había visto todo y a lo único que aspiraba era a regresar a su hogar, donde le aguardaba una mujer con los brazos abiertos”.

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Elsy es abogada, doctora en jurisprudencia, narradora, dramaturga y poeta ecuatoriana. Comienza su carrera literaria con la publicación del libro de cuentos De mariposas, espejos y sueños. La mayor parte de su obra cuentística está reunida en el libro Los miedos juntos (El Ángel Editor, 2009).

 
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