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Espléndido volumen de cuentos policiales

‘Crímenes que no olvidaré’, de Alicia Giménez Bartlett

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De un tiempo a esta parte encuentro mayor placer lector en el territorio de lo breve, el cuento, que en proyectos de mayor recorrido, léase novela. David Roas, experto cuentista, me decía no hace mucho que él siempre pensaba en modo cuento a la hora de sentarse a escribir. Clara Obligado, otra cuentista de pro, sobre este mismo asunto opina que cada historia “viene con su propio envase” y por lo tanto incorpora sus propias características intrínsecas, entre ellas la extensión. Recientemente la escritora de novelas policiacas, aunque no solo, Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951), acaba de publicar su nueva entrega de la serie Petra Delicado, titulada ‘Crímenes que no olvidaré’, editada por Destino, que en esta ocasión llega a las librerías bajo el formato de nueve cuentos escritos entre 1997 y 2014, inéditos en nuestro país, algunos de los cuales funcionan todavía con pesetas y otros ya con euros, unos con móvil y otros sin él. Ciertamente resulta difícil averiguar si fueron historias pensadas directamente en modo cuento o proyectos de posibles novelas que, a la hora de la verdad, no admitían un desarrollo mayor. Sea cual sea la causa de su origen, lo que resulta evidente es que nos encontramos ante un espléndido puñado de relatos policiales, protagonizados por la inspectora Delicado, como siempre eficazmente secundada por el subinspector Garzón.

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Muchos escritores consagrados y con una extensa obra ya publicada, mientras escriben sus novelas, en su trastienda también cultivan, como tarea de desengrase o como simple ejercicio literario, relatos de menor extensión, que requieren otro tipo de reto, ni mejor ni peor, simplemente distinto, que en muchos casos evita su anquilosamiento dentro de unos esquemas que ya dominan suficientemente. Quizá sea ese el origen de estos cuentos, pero tampoco importa mucho. Su interés radica en otros aspectos. Giménez Bartlett ha sido capaz de trasladar el mundo criminal de Barcelona a derroteros mucho más cortos, pero que resultan igual de atractivos y que, quizá, por su brevedad, devienen en más intensos. Sí, porque si algo caracteriza al género corto es la intensidad, sobre todo cuando hablamos de relatos policiales, ya que se eliminan ornamentos superfluos y se va directo al núcleo. Por ese motivo, en ‘Crímenes que no olvidaré’ nos encontramos con que, sin caer en el olvido absoluto, los detalles científicos de las investigaciones aparecen en su justa medida, no más, sin excesivos pormenores que requieran lecturas sofisticadas. Por lo tanto, los datos que la escritora albaceteña, a través de la voz de Petra, proporciona al lector son fundamentales en el desenlace final de cada uno de los supuestos criminales planteados.

Otro aspecto relevante son las conversaciones. Los diálogos entre ambos policías, siempre ingeniosos, cobran en estos ‘Crímenes que no olvidaré’ una mayor acidez y agudeza. Petra, algo que ya se apreciaba en la anterior novela ‘Nadie quiere saber’, lleva un tiempo en el que se ha soltado más el moño y exhibe un verbo más descarado, que encuentra contrarréplica adecuada por parte del sempiterno subinspector. De hecho, en el último cuento, el comisario Coronas llega a decirle que “tiene usted la lengua más rápida que la de una serpiente”. Estas actitudes, la de Delicado y la de Garzón, redundan por momentos en un irremediable sentido del humor, que alcanza al lector provocándole una sonrisa y, a veces, alguna carcajada. En este mismo sentido, también los interrogatorios a los sucesivos sospechosos son más breves, más incisivos, y contribuyen de forma muy eficaz a resolver los problemas al provocar el derrumbe psicológico del o de la culpable, según sea el caso.

No se puede olvidar la relación que sostiene esta pareja de policías, singular desde el principio. La jefa es Petra y el subordinado Fermín, quien sin embargo es más veterano que ella en el cuerpo, lleva cuarenta años en él, nos enteramos por uno de los relatos, y está un poco de vuelta de todo. Petra no es que sea una ingenua pero todavía conserva arrestos suficientes, entiéndase ilusiones, para trazar la línea que discurre entre lo correcto y lo incorrecto. Y eso es algo que queda claro para el lector, cuando explican lo que significa para ellos la vida policial. Así, mientras que para ella los policías no trabajan solo a cambio de un salario, sino que ayudan “a erradicar el mal de la sociedad o al menos eso es lo que dice la teoría” (página 215), para Fermín Garzón su profesión de guardián del orden no le otorga ningún sentido concreto a su existencia: “estás vivo, vives y en paz”, afirma en esa misma página.

La tipología de los relatos de ‘Crímenes que no olvidaré’ es muy variada. Va desde el asesinato del guarda jurado de un gimnasio, hasta el de una alumna de quince años de un instituto de Poble Sec, pasando por los de cuatro prostitutas, un mafioso ruso, un lituano extraño, un tipo disfrazado de diablo en carnaval y una princesa llamada Umberta. Y son distintas las estaciones del año en que ocurren, aunque quizá cobran indudable relevancia, los cuentos desarrollados en fechas navideñas, donde la investigación se mezcla con el costumbrismo de las cenas, los regalos y los compromisos familiares. Alicia Giménez Bartlett no puede olvidar tampoco su origen y tiene el detalle de bautizar a uno de sus investigadores como el inspector Tomelloso, en clara alusión, quiero pensar, a la famosa localidad manchega donde otro policía señero, y además pionero en el género negro hispano, Manuel González, alias Plinio, dio rienda suelta a su capacidad para solucionar crímenes mayormente rurales, es decir, lo mismo que hace ahora Petra pero en ambiente urbano.

Y finalizo. Hay que destacar la habilidad, que bordea la maestría, con la que Giménez Bartlett se desenvuelve en el relato corto. El lector, no puede remediarlo, se abisma en la atmósfera de cada cuento, y cuando acaba su lectura, cosa que ocurre con cierta rapidez, ha de cambiar de registro enseguida, pasar página, acceder al siguiente caso, enfrentarse con nuevos personajes, culpables y no culpables, y entrar en situación de otro acto delictivo, con la certeza de que Petra y Fermín no cejarán en su empeño hasta resolverlos, aunque ello les suponga perder horas de sueño y vivencias familiares. Y él, el lector, claro, será testigo privilegiado de todo lo que ocurra. Sin duda.

‘Crímenes que no olvidaré’ de Alicia Giménez Bartlett. Editorial Destino, Barcelona, 2015. Tapa blanda y 366 páginas. Precio: 18,50 euros.

‘Crímenes que no olvidaré’, de Alicia Giménez Bartlett

Espléndido volumen de cuentos policiales
Herme Cerezo
martes, 24 de marzo de 2015, 00:12 h (CET)
De un tiempo a esta parte encuentro mayor placer lector en el territorio de lo breve, el cuento, que en proyectos de mayor recorrido, léase novela. David Roas, experto cuentista, me decía no hace mucho que él siempre pensaba en modo cuento a la hora de sentarse a escribir. Clara Obligado, otra cuentista de pro, sobre este mismo asunto opina que cada historia “viene con su propio envase” y por lo tanto incorpora sus propias características intrínsecas, entre ellas la extensión. Recientemente la escritora de novelas policiacas, aunque no solo, Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951), acaba de publicar su nueva entrega de la serie Petra Delicado, titulada ‘Crímenes que no olvidaré’, editada por Destino, que en esta ocasión llega a las librerías bajo el formato de nueve cuentos escritos entre 1997 y 2014, inéditos en nuestro país, algunos de los cuales funcionan todavía con pesetas y otros ya con euros, unos con móvil y otros sin él. Ciertamente resulta difícil averiguar si fueron historias pensadas directamente en modo cuento o proyectos de posibles novelas que, a la hora de la verdad, no admitían un desarrollo mayor. Sea cual sea la causa de su origen, lo que resulta evidente es que nos encontramos ante un espléndido puñado de relatos policiales, protagonizados por la inspectora Delicado, como siempre eficazmente secundada por el subinspector Garzón.

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Muchos escritores consagrados y con una extensa obra ya publicada, mientras escriben sus novelas, en su trastienda también cultivan, como tarea de desengrase o como simple ejercicio literario, relatos de menor extensión, que requieren otro tipo de reto, ni mejor ni peor, simplemente distinto, que en muchos casos evita su anquilosamiento dentro de unos esquemas que ya dominan suficientemente. Quizá sea ese el origen de estos cuentos, pero tampoco importa mucho. Su interés radica en otros aspectos. Giménez Bartlett ha sido capaz de trasladar el mundo criminal de Barcelona a derroteros mucho más cortos, pero que resultan igual de atractivos y que, quizá, por su brevedad, devienen en más intensos. Sí, porque si algo caracteriza al género corto es la intensidad, sobre todo cuando hablamos de relatos policiales, ya que se eliminan ornamentos superfluos y se va directo al núcleo. Por ese motivo, en ‘Crímenes que no olvidaré’ nos encontramos con que, sin caer en el olvido absoluto, los detalles científicos de las investigaciones aparecen en su justa medida, no más, sin excesivos pormenores que requieran lecturas sofisticadas. Por lo tanto, los datos que la escritora albaceteña, a través de la voz de Petra, proporciona al lector son fundamentales en el desenlace final de cada uno de los supuestos criminales planteados.

Otro aspecto relevante son las conversaciones. Los diálogos entre ambos policías, siempre ingeniosos, cobran en estos ‘Crímenes que no olvidaré’ una mayor acidez y agudeza. Petra, algo que ya se apreciaba en la anterior novela ‘Nadie quiere saber’, lleva un tiempo en el que se ha soltado más el moño y exhibe un verbo más descarado, que encuentra contrarréplica adecuada por parte del sempiterno subinspector. De hecho, en el último cuento, el comisario Coronas llega a decirle que “tiene usted la lengua más rápida que la de una serpiente”. Estas actitudes, la de Delicado y la de Garzón, redundan por momentos en un irremediable sentido del humor, que alcanza al lector provocándole una sonrisa y, a veces, alguna carcajada. En este mismo sentido, también los interrogatorios a los sucesivos sospechosos son más breves, más incisivos, y contribuyen de forma muy eficaz a resolver los problemas al provocar el derrumbe psicológico del o de la culpable, según sea el caso.

No se puede olvidar la relación que sostiene esta pareja de policías, singular desde el principio. La jefa es Petra y el subordinado Fermín, quien sin embargo es más veterano que ella en el cuerpo, lleva cuarenta años en él, nos enteramos por uno de los relatos, y está un poco de vuelta de todo. Petra no es que sea una ingenua pero todavía conserva arrestos suficientes, entiéndase ilusiones, para trazar la línea que discurre entre lo correcto y lo incorrecto. Y eso es algo que queda claro para el lector, cuando explican lo que significa para ellos la vida policial. Así, mientras que para ella los policías no trabajan solo a cambio de un salario, sino que ayudan “a erradicar el mal de la sociedad o al menos eso es lo que dice la teoría” (página 215), para Fermín Garzón su profesión de guardián del orden no le otorga ningún sentido concreto a su existencia: “estás vivo, vives y en paz”, afirma en esa misma página.

La tipología de los relatos de ‘Crímenes que no olvidaré’ es muy variada. Va desde el asesinato del guarda jurado de un gimnasio, hasta el de una alumna de quince años de un instituto de Poble Sec, pasando por los de cuatro prostitutas, un mafioso ruso, un lituano extraño, un tipo disfrazado de diablo en carnaval y una princesa llamada Umberta. Y son distintas las estaciones del año en que ocurren, aunque quizá cobran indudable relevancia, los cuentos desarrollados en fechas navideñas, donde la investigación se mezcla con el costumbrismo de las cenas, los regalos y los compromisos familiares. Alicia Giménez Bartlett no puede olvidar tampoco su origen y tiene el detalle de bautizar a uno de sus investigadores como el inspector Tomelloso, en clara alusión, quiero pensar, a la famosa localidad manchega donde otro policía señero, y además pionero en el género negro hispano, Manuel González, alias Plinio, dio rienda suelta a su capacidad para solucionar crímenes mayormente rurales, es decir, lo mismo que hace ahora Petra pero en ambiente urbano.

Y finalizo. Hay que destacar la habilidad, que bordea la maestría, con la que Giménez Bartlett se desenvuelve en el relato corto. El lector, no puede remediarlo, se abisma en la atmósfera de cada cuento, y cuando acaba su lectura, cosa que ocurre con cierta rapidez, ha de cambiar de registro enseguida, pasar página, acceder al siguiente caso, enfrentarse con nuevos personajes, culpables y no culpables, y entrar en situación de otro acto delictivo, con la certeza de que Petra y Fermín no cejarán en su empeño hasta resolverlos, aunque ello les suponga perder horas de sueño y vivencias familiares. Y él, el lector, claro, será testigo privilegiado de todo lo que ocurra. Sin duda.

‘Crímenes que no olvidaré’ de Alicia Giménez Bartlett. Editorial Destino, Barcelona, 2015. Tapa blanda y 366 páginas. Precio: 18,50 euros.

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