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Herme Cerezo

‘Buscadores de oro’ de Guillermo Orsi, lo policial hecho literatura

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‘Buscadores de Oro’ de Guillermo Orsi es una tragedia para el lector. Esto, como introducción, suena a exabrupto, a taco, casi a insulto, por eso intentaré encajar mi argumentación. Si la disyuntiva eterna del escritor consiste en cómo cubrir, con tinta negra o azul – llegará después el turno corrector del rotulador rojo – la superficie inmaculada del folio en blanco, el problema del lector es otro bien distinto: meterse en harina y salir bien librado de su incursión lectora. En una palabra: acertar. Acertar en lo que escogió para leer y comprar. Pues bien, ‘Buscadores de oro’, y vuelvo al principio, es una tragedia para el lector que acertó a comprarlo. Cuando uno se sumerge en el universo policial del argentino Guilermo Orsi (Buenos Aires, 1947), atrapado por ‘Nadie me esperaba en Villa Las Palmas’, primera frase de la novela, estalla en su interior, su interior de lector voraz y hambriento, una pugna terrible, fatal e irresoluble, entre su deseo de acabar la novela, para conocer el desenlace final, y el otro deseo, tan legítimo como el anterior, de que no se acabe nunca, de que Orsi nos siga contando ‘Buscadores de oro’ durante muchas páginas más.

Si, antes de enfrascarme en su lectura, mis referencias argentinas eran Borges o Piglia o Rodolfo Walsh o Roberto Arlt, la verdad es que ahora descanso satisfecho, al haber encontrado otro escritor que engrose, por derecho propio, la nómina de los narradores de aquel país. El género que patentaron Hammet, Chandler, Thompson y muchos otros, tiene digno continuador en este porteño. A sus sesenta años es un todo un clásico de la literatura policial, un clásico que acabo de descubrir ahora, cuando me dispongo a cubrir mi primer medio siglo de existencia. En este caso mi ignorancia no es atrevimiento, es sencillamente falta de tiempo, de información. Uno es limitado y no puede llegar a todo. Ya me gustaría, ya.

El argumento de ‘Buscadores de oro’ es bastante tradicional en el género: Archi, el negro, amigo de Miguel Ángel Flores, enviado por la viuda de éste, Viviana, acude a la ciudad de Villa Las Palmas, un pueblucho de poca monta y peor muerte, para recoger el cadáver de su amigo fallecido allí un año antes. Pero aquel cadáver no huele bien. Hay algo podrido en las circunstancias que rodearon su fallecimiento. Las indagaciones de Archi por el villorrio prenden la alarma y perturban la languidez social del lugar. La gente curiosa no es bien recibida en ninguna parte, especialmente, si hurga donde duele, donde molesta, donde no debería. Y así las fuerzas vivas, encabezadas por el millonario Atenor Cárdenas y el intendente Antonio Domínguez y su cuadrilla de sicarios silenciosos, comenzarán su movilización particular para extrañar al intruso. Bien, esto es sólo la introducción de lo que contiene ‘Buscadores de oro’. El resto deberemos descubrirlo por nuestra cuenta. Si somos capaces de asomarnos a sus páginas, tropezaremos con un pedazo de espléndidos personajes secundarios: Corine, los payasos Palazo, el lungo, y Chichón, el enano, el abogado caramelo, el burdel del Breve Cielo o doña Laurita Soledad, que cierran el círculo del entramado que Orsi ha preparado para este obrón de doscientas ochenta páginas. Como en toda novela policiaca-negra-thriller o como prefieran tildarla, mis improbables lectores, el pasado siempre vuelve al presente, que se conforma como una consecuencia de aquél. Cuando ambos, pasado y presente, se confrontan, todo cuadra, todo encaja, todo cobra su bola y sentido, todo se entiende.

La estructura de ‘Buscadores de oro’ es sencilla pero muy eficaz, salpicada por el verbo porteño de su autor, su adjetivación cortante y precisa, con omisión de artículos donde nada añaden. Orsi maneja una lexicografía que, por estos pagos, nos resulta desconocida (rubro, mina, cana, ursos, laburo, chorros, cagazo, bebieca, bondi, entre otros), pero con la que nos familiarizamos pronto gracias al Glosario que el editor ha tenido el acierto de colocar en las primeras páginas del libro. Y esas palabras tan de allá imponen su propio ritmo, su propia cadencia, dulce y dura a la vez, humorística en ocasiones, necesaria siempre, y muy apropiada para el género negro. Cientos de imágenes pasan por nuestro cerebro hasta ubicar situaciones y lugares y entrever el aspecto físico de los personajes. Leer ‘Buscadores de oro’ nos abre las mentes a un universo policial nuevo, rural, caciquil y argentino y evoca también otros aspectos culturales del país hermano, porque lo primero que me vino a la mente, cuando comencé a leerla, fue una espléndida película de género, ‘Las nueve reinas’ de Fabián Bielinsky, otra obra maestra del guión y desarrollo. Algo pasa en Argentina cuando el cine y la literatura andan por las cimas, bien cogidas (con g, ya que allí cojer, con jota, es otra cosa) de la mano.

Uno de los aspectos que llaman la atención del estilo de Guillermo Orsi – este tipo tiene más oficio que el herrero del Séptimo de Caballería del ejército de los EE.UU. – radica en la forma de acabar y engarzar los capítulos: lo hace en punta. Con ello consigue que la acción avance sin hacerlo y, lo que es más importante, lanza un reto al lector advirtiéndole: si vos querés saber cómo va la historia y cómo quedó el capítulo que recién terminaste, seguí leyendo. Y es así, no hay otra. O lees el próximo capítulo o te quedas ‘in albis’. Y en el siguiente capítulo te aguijonea de nuevo, con otra punzada, para incitarte a leer más y más y más ... Hasta acabar la novela.

Leída ‘Buscadores de oro’, resulta inevitable bucear en la vida de Guillermo Orsi. Tras degustarla, uno no puede quedarse de brazos cruzados, impávido, incólume. Así que se impone rastrear su pasado, localizar otras obras y citar, al menos, unas cuantas para alimentar el ansia lectora de los que como yo, desde hoy, deseamos leer más cosas de este escritor porteño. Y así uno se encuentra que Guillermo Orsi ya tiene publicadas en España unas cuantas novelas, entre las que voy a destacar ‘El vagón de los locos’ (Premio Emecé, año 1978), ‘Cuerpo de mujer’ (1983), ‘Tripulantes de un viejo bolero’ (1994), ‘Sueños de perro’ (Premio de Umbriel de la Semana Negra de Gijón, año 2004) y ‘Nadie ama a un policía’ (Premio novela negra Ciudad de Carmona, año 2006)

Umbriel se apunta un tanto más que notable editando esta novela - les recuerdo que esta editorial saltó a la fama tras apostar por la publicación del archiconocidísimo ‘Código da Vinci’ de Dan Brown - y adscribiendo a Orsi a su sello editorial, a su "cuadra" como se dice ahora. Cuadra, un vocablo, por cierto, que suena muy sudamericano, muy argentino.

Viste, pibe, al final todo encajó. Menudo quilombo, che.

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‘Buscadores de oro’, de Guillermo Orsi. Umbriel Editores, año 2007. Precio: 14,50 euros.

‘Buscadores de oro’ de Guillermo Orsi, lo policial hecho literatura

Herme Cerezo
Herme Cerezo
jueves, 1 de noviembre de 2007, 07:51 h (CET)
‘Buscadores de Oro’ de Guillermo Orsi es una tragedia para el lector. Esto, como introducción, suena a exabrupto, a taco, casi a insulto, por eso intentaré encajar mi argumentación. Si la disyuntiva eterna del escritor consiste en cómo cubrir, con tinta negra o azul – llegará después el turno corrector del rotulador rojo – la superficie inmaculada del folio en blanco, el problema del lector es otro bien distinto: meterse en harina y salir bien librado de su incursión lectora. En una palabra: acertar. Acertar en lo que escogió para leer y comprar. Pues bien, ‘Buscadores de oro’, y vuelvo al principio, es una tragedia para el lector que acertó a comprarlo. Cuando uno se sumerge en el universo policial del argentino Guilermo Orsi (Buenos Aires, 1947), atrapado por ‘Nadie me esperaba en Villa Las Palmas’, primera frase de la novela, estalla en su interior, su interior de lector voraz y hambriento, una pugna terrible, fatal e irresoluble, entre su deseo de acabar la novela, para conocer el desenlace final, y el otro deseo, tan legítimo como el anterior, de que no se acabe nunca, de que Orsi nos siga contando ‘Buscadores de oro’ durante muchas páginas más.

Si, antes de enfrascarme en su lectura, mis referencias argentinas eran Borges o Piglia o Rodolfo Walsh o Roberto Arlt, la verdad es que ahora descanso satisfecho, al haber encontrado otro escritor que engrose, por derecho propio, la nómina de los narradores de aquel país. El género que patentaron Hammet, Chandler, Thompson y muchos otros, tiene digno continuador en este porteño. A sus sesenta años es un todo un clásico de la literatura policial, un clásico que acabo de descubrir ahora, cuando me dispongo a cubrir mi primer medio siglo de existencia. En este caso mi ignorancia no es atrevimiento, es sencillamente falta de tiempo, de información. Uno es limitado y no puede llegar a todo. Ya me gustaría, ya.

El argumento de ‘Buscadores de oro’ es bastante tradicional en el género: Archi, el negro, amigo de Miguel Ángel Flores, enviado por la viuda de éste, Viviana, acude a la ciudad de Villa Las Palmas, un pueblucho de poca monta y peor muerte, para recoger el cadáver de su amigo fallecido allí un año antes. Pero aquel cadáver no huele bien. Hay algo podrido en las circunstancias que rodearon su fallecimiento. Las indagaciones de Archi por el villorrio prenden la alarma y perturban la languidez social del lugar. La gente curiosa no es bien recibida en ninguna parte, especialmente, si hurga donde duele, donde molesta, donde no debería. Y así las fuerzas vivas, encabezadas por el millonario Atenor Cárdenas y el intendente Antonio Domínguez y su cuadrilla de sicarios silenciosos, comenzarán su movilización particular para extrañar al intruso. Bien, esto es sólo la introducción de lo que contiene ‘Buscadores de oro’. El resto deberemos descubrirlo por nuestra cuenta. Si somos capaces de asomarnos a sus páginas, tropezaremos con un pedazo de espléndidos personajes secundarios: Corine, los payasos Palazo, el lungo, y Chichón, el enano, el abogado caramelo, el burdel del Breve Cielo o doña Laurita Soledad, que cierran el círculo del entramado que Orsi ha preparado para este obrón de doscientas ochenta páginas. Como en toda novela policiaca-negra-thriller o como prefieran tildarla, mis improbables lectores, el pasado siempre vuelve al presente, que se conforma como una consecuencia de aquél. Cuando ambos, pasado y presente, se confrontan, todo cuadra, todo encaja, todo cobra su bola y sentido, todo se entiende.

La estructura de ‘Buscadores de oro’ es sencilla pero muy eficaz, salpicada por el verbo porteño de su autor, su adjetivación cortante y precisa, con omisión de artículos donde nada añaden. Orsi maneja una lexicografía que, por estos pagos, nos resulta desconocida (rubro, mina, cana, ursos, laburo, chorros, cagazo, bebieca, bondi, entre otros), pero con la que nos familiarizamos pronto gracias al Glosario que el editor ha tenido el acierto de colocar en las primeras páginas del libro. Y esas palabras tan de allá imponen su propio ritmo, su propia cadencia, dulce y dura a la vez, humorística en ocasiones, necesaria siempre, y muy apropiada para el género negro. Cientos de imágenes pasan por nuestro cerebro hasta ubicar situaciones y lugares y entrever el aspecto físico de los personajes. Leer ‘Buscadores de oro’ nos abre las mentes a un universo policial nuevo, rural, caciquil y argentino y evoca también otros aspectos culturales del país hermano, porque lo primero que me vino a la mente, cuando comencé a leerla, fue una espléndida película de género, ‘Las nueve reinas’ de Fabián Bielinsky, otra obra maestra del guión y desarrollo. Algo pasa en Argentina cuando el cine y la literatura andan por las cimas, bien cogidas (con g, ya que allí cojer, con jota, es otra cosa) de la mano.

Uno de los aspectos que llaman la atención del estilo de Guillermo Orsi – este tipo tiene más oficio que el herrero del Séptimo de Caballería del ejército de los EE.UU. – radica en la forma de acabar y engarzar los capítulos: lo hace en punta. Con ello consigue que la acción avance sin hacerlo y, lo que es más importante, lanza un reto al lector advirtiéndole: si vos querés saber cómo va la historia y cómo quedó el capítulo que recién terminaste, seguí leyendo. Y es así, no hay otra. O lees el próximo capítulo o te quedas ‘in albis’. Y en el siguiente capítulo te aguijonea de nuevo, con otra punzada, para incitarte a leer más y más y más ... Hasta acabar la novela.

Leída ‘Buscadores de oro’, resulta inevitable bucear en la vida de Guillermo Orsi. Tras degustarla, uno no puede quedarse de brazos cruzados, impávido, incólume. Así que se impone rastrear su pasado, localizar otras obras y citar, al menos, unas cuantas para alimentar el ansia lectora de los que como yo, desde hoy, deseamos leer más cosas de este escritor porteño. Y así uno se encuentra que Guillermo Orsi ya tiene publicadas en España unas cuantas novelas, entre las que voy a destacar ‘El vagón de los locos’ (Premio Emecé, año 1978), ‘Cuerpo de mujer’ (1983), ‘Tripulantes de un viejo bolero’ (1994), ‘Sueños de perro’ (Premio de Umbriel de la Semana Negra de Gijón, año 2004) y ‘Nadie ama a un policía’ (Premio novela negra Ciudad de Carmona, año 2006)

Umbriel se apunta un tanto más que notable editando esta novela - les recuerdo que esta editorial saltó a la fama tras apostar por la publicación del archiconocidísimo ‘Código da Vinci’ de Dan Brown - y adscribiendo a Orsi a su sello editorial, a su "cuadra" como se dice ahora. Cuadra, un vocablo, por cierto, que suena muy sudamericano, muy argentino.

Viste, pibe, al final todo encajó. Menudo quilombo, che.

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‘Buscadores de oro’, de Guillermo Orsi. Umbriel Editores, año 2007. Precio: 14,50 euros.

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