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Óscar Arce Ruiz

El Candomblé y las religiones afro-brasileñas (II)

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2. Las religiones afro-brasileñas.

2.1. Características básicas.

Claudi R. Cròs, en su obra La civilisation afro-brésilienne, identifica tres características esenciales de la religión afro-brasileña: 1) La posesión por parte de la divinidad mediante el trance, 2) el carácter personal de la divinidad, que protege durante toda la vida a quien le rinde culto, y 3) la plasticidad en la personificación de las deidades (1977: 112).

Manteniendo estas tres normas fundamentales, la religión africana reinventada en Brasil como resultado de la diáspora se aseguraba la unión formal con las prácticas originales.

La palabra "candomblé" proviene de la fusión de dos palabras de orígenes distintos: Candombe (de origen bantú) e Ilé (de origen yorubá). Se fusionan durante la época esclavista en Brasil, principalmente en la zona centro-norte. Esto es debido a que en esa zona, hay una mayor influencia de los grupos "nagô" (yoruba-lukumi) en los cultos religiosos, pero los primeros en llegar a la zona e influenciar con el toque y los tambores fueron los "bantúes" (angola-congo).

Cuando el amo blanco preguntaba a los esclavos qué estaban haciendo cuando cantaban y tocaban los tambores en honor a las deidades, éstos respondían: "Estamos haciendo candombe-ilé"; es decir, que estaban tocando con los tambores bantúes el ritmo de candombe en el Ilé (casa) para los Orixás.1
En lo referente al espacio dedicado a las celebraciones litúrgicas, podemos diferenciar entre aquel espacio sagrado que se inserta en la propia ciudad, llegando a estar instalado dentro de una casa o en alguna habitación de ésta (Río de Janeiro), y el espacio –más amplio- en el que se emplaza el terreiro en el estado de Bahía.

Es importante señalar también la relación del hombre africano –entendido según la concepción de Sodré- con el espacio (2002: 65). Según el autor, todas las operaciones de acceso al conocimiento por parte de este hombre africano se ven acompañadas de una cierta conquista de espacio. En este sentido, en ciertos rituales de iniciación africanos se enseña al joven a tratar y concebir su propio cuerpo como un microcosmos, un mundo a escala reducida. La misma idea rige la representación cosmológica que existe en el interior de la casa.

En este contexto, las creencias y las prácticas religiosas que viajan a Brasil con los esclavos africanos toman direcciones diferentes según sea su origen. De esta manera, aparece el candomblé nagô -de origen nagô o yoruba, es el candomblé que se practica en el estado de Bahía-, el candomblé de Angola-Congo, el candomblé de Caboclo -conocido en el sur de Brasil como umbanda-, el candomblé jéjé o Casa de Minas, o el candomblé de Angola.

Se puede distinguir cada una de estas naciones, por la manera de tocar los tambores, por la música, la lengua de los cánticos, los vestidos litúrgicos o ciertos rasgos del ritual.

2.2. La preservación de la identidad africana en Brasil.

La solidaridad nacida entre los cautivos negros en la época esclavista, facilitó el nacimiento de nuevos cultos capaces de pasar sobre viejas divisiones étnicas. Según Bastide, “al no encontrar ya el negro, en el nuevo continente, los cuadros antiguos y africanos de sus recuerdos colectivos, era preciso que hallase – o inventase- para ellos nuevos cuadros institucionales” (1969: 88).

Esto fue posible gracias a la plasticidad de la cultura africana, y por la idea de ketu o consenso. La nueva experiencia religiosa, sincrética por su plasticidad, se descubrió, pues, como una fuente de recuerdo de la tierra de la que fueron alejados, una fuente de creación de nuevos puntos de referencia simbólicos en la nueva situación, todo ello regido por la necesidad de resistencia ante la fuerza externa de los blancos.

Cabe tener en cuenta, también, que el hecho de que las religiones afrobrasileñas no tengan características de mesianismo –en contraste con las religiones occidentales-, deja mucho espacio en blanco que tienden a llenar las relaciones de sociabilidad. De esta manera se explica que los orixás no sean solamente entidades religiosas, sino que principalmente sean soportes simbólicos que velan por la continuidad del grupo. Es decir, son conductores de reglas sociales.

La aglutinación de los orixás en el terreiro, pues, propicia la creación de un nuevo espacio mítico e histórico, donde la función que prevalece es la de la conservación del patrimonio simbólico responsable, por otra parte, de la continuidad de la cosmología africana en Brasil, otorgando a los orixás la función de ser la fuente simbólica de identidad entre los negros brasileños.

El Candomblé y las religiones afro-brasileñas (II)

Óscar Arce Ruiz
Óscar Arce
martes, 8 de abril de 2008, 13:39 h (CET)
2. Las religiones afro-brasileñas.

2.1. Características básicas.

Claudi R. Cròs, en su obra La civilisation afro-brésilienne, identifica tres características esenciales de la religión afro-brasileña: 1) La posesión por parte de la divinidad mediante el trance, 2) el carácter personal de la divinidad, que protege durante toda la vida a quien le rinde culto, y 3) la plasticidad en la personificación de las deidades (1977: 112).

Manteniendo estas tres normas fundamentales, la religión africana reinventada en Brasil como resultado de la diáspora se aseguraba la unión formal con las prácticas originales.

La palabra "candomblé" proviene de la fusión de dos palabras de orígenes distintos: Candombe (de origen bantú) e Ilé (de origen yorubá). Se fusionan durante la época esclavista en Brasil, principalmente en la zona centro-norte. Esto es debido a que en esa zona, hay una mayor influencia de los grupos "nagô" (yoruba-lukumi) en los cultos religiosos, pero los primeros en llegar a la zona e influenciar con el toque y los tambores fueron los "bantúes" (angola-congo).

Cuando el amo blanco preguntaba a los esclavos qué estaban haciendo cuando cantaban y tocaban los tambores en honor a las deidades, éstos respondían: "Estamos haciendo candombe-ilé"; es decir, que estaban tocando con los tambores bantúes el ritmo de candombe en el Ilé (casa) para los Orixás.1
En lo referente al espacio dedicado a las celebraciones litúrgicas, podemos diferenciar entre aquel espacio sagrado que se inserta en la propia ciudad, llegando a estar instalado dentro de una casa o en alguna habitación de ésta (Río de Janeiro), y el espacio –más amplio- en el que se emplaza el terreiro en el estado de Bahía.

Es importante señalar también la relación del hombre africano –entendido según la concepción de Sodré- con el espacio (2002: 65). Según el autor, todas las operaciones de acceso al conocimiento por parte de este hombre africano se ven acompañadas de una cierta conquista de espacio. En este sentido, en ciertos rituales de iniciación africanos se enseña al joven a tratar y concebir su propio cuerpo como un microcosmos, un mundo a escala reducida. La misma idea rige la representación cosmológica que existe en el interior de la casa.

En este contexto, las creencias y las prácticas religiosas que viajan a Brasil con los esclavos africanos toman direcciones diferentes según sea su origen. De esta manera, aparece el candomblé nagô -de origen nagô o yoruba, es el candomblé que se practica en el estado de Bahía-, el candomblé de Angola-Congo, el candomblé de Caboclo -conocido en el sur de Brasil como umbanda-, el candomblé jéjé o Casa de Minas, o el candomblé de Angola.

Se puede distinguir cada una de estas naciones, por la manera de tocar los tambores, por la música, la lengua de los cánticos, los vestidos litúrgicos o ciertos rasgos del ritual.

2.2. La preservación de la identidad africana en Brasil.

La solidaridad nacida entre los cautivos negros en la época esclavista, facilitó el nacimiento de nuevos cultos capaces de pasar sobre viejas divisiones étnicas. Según Bastide, “al no encontrar ya el negro, en el nuevo continente, los cuadros antiguos y africanos de sus recuerdos colectivos, era preciso que hallase – o inventase- para ellos nuevos cuadros institucionales” (1969: 88).

Esto fue posible gracias a la plasticidad de la cultura africana, y por la idea de ketu o consenso. La nueva experiencia religiosa, sincrética por su plasticidad, se descubrió, pues, como una fuente de recuerdo de la tierra de la que fueron alejados, una fuente de creación de nuevos puntos de referencia simbólicos en la nueva situación, todo ello regido por la necesidad de resistencia ante la fuerza externa de los blancos.

Cabe tener en cuenta, también, que el hecho de que las religiones afrobrasileñas no tengan características de mesianismo –en contraste con las religiones occidentales-, deja mucho espacio en blanco que tienden a llenar las relaciones de sociabilidad. De esta manera se explica que los orixás no sean solamente entidades religiosas, sino que principalmente sean soportes simbólicos que velan por la continuidad del grupo. Es decir, son conductores de reglas sociales.

La aglutinación de los orixás en el terreiro, pues, propicia la creación de un nuevo espacio mítico e histórico, donde la función que prevalece es la de la conservación del patrimonio simbólico responsable, por otra parte, de la continuidad de la cosmología africana en Brasil, otorgando a los orixás la función de ser la fuente simbólica de identidad entre los negros brasileños.

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