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Dos negocios peligrosos

Champagne y F1

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1. Ya están preparados en la parrilla de salida en sus respectivas posiciones, faltan décimas de segundo para el inicio, se funden con el ruido: tensión, concentración, adrenalina, vértigo, ambición desbordada, potencia de motores y al final, sólo un vencedor. El champagne como la F1 es un negocio peligroso que admite pocos errores.

2. La primera competición automovilística en la que se premió con una botella de champagne al ganador fue en 1907 en la carrera Pekin-París. La tradición de homenajear al vencedor con una botella de champagne continuó más tarde en 1950 cuando Moët & Chandon ofreció su marca al ganador del Gran Premio de Francia que tuvo lugar en Reims, en el corazón del país del champagne, así como en 1967 cuando Ford ganó la épica carrera de Le Mans 24 horas.

Y desde entonces la tradición por celebrar victorias continúa. Los paralelismos entre el champagne y la fórmula 1 son muchos. Hablamos de un vino y un deporte, ambos reconocidos en el mundo como auténticos símbolos del glamour. Dos ganadores, competencia y reto. Riesgo y peligro, pilotos y botellas ambos protegidos, se la juegan en cada movimiento. Velocidad y presión, vueltas y vueltas alrededor de un circuito, rivales muy competitivos, para finalizar con un título que da el poder. Y un público, que desde diversas clases sociales, se encoge excluido y al que le basta con registrar la gloria solitaria del vencedor.

3. Nadie quiere estar en la cómoda segunda línea, todos tienen un deseo desmedido por ser el número 1. Ya estamos en el pódium y empieza la ceremonia que anuncia al ganador, ha llegado el momento del protagonismo de las marcas. Trofeos, himnos y en este instante el champagne, foco de todas las miradas, se emulsionará para consolidar la victoria, como un nexo que permite encadenar unas victorias con otras.

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4. Pero no nos dejemos engañar, porque en torno a esta tradición está el verdadero leitmotiv de la F1 y del champagne, el Business, los negocios en mayúsculas. En la F1 como en el champagne todo está regulado, existe un rígido protocolo, reglas a seguir, negocios complejos que mezclan escandalosas cifras de millones de euros y es el champagne, y no otro espumoso, quien acompaña los momentos de éxito que se producen en cualquier rincón del mundo donde se mezclen burbujas con talento. Con igual ambición, unas y otras marcas luchan por el dominio del mercado. En el caso del champagne sólo las grandes Maisons pueden permitirse patrocinar un evento de este calibre, es el caso de G.H.Mumm, la prestigiosa marca perteneciente a Penord Ricard que desde el año 2000 es patrocinador oficial de la Formula 1. Una botella de ‘Cordon Rouge’ en tamaño Jeroboam con capacidad de 3 litros derramará su espuma sobre las cabezas de los ganadores a modo de icono accesible sólo para privilegiados.

Champagne y F1

Dos negocios peligrosos
Isabel Chuecos-Ruiz
lunes, 29 de septiembre de 2014, 10:29 h (CET)

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1. Ya están preparados en la parrilla de salida en sus respectivas posiciones, faltan décimas de segundo para el inicio, se funden con el ruido: tensión, concentración, adrenalina, vértigo, ambición desbordada, potencia de motores y al final, sólo un vencedor. El champagne como la F1 es un negocio peligroso que admite pocos errores.

2. La primera competición automovilística en la que se premió con una botella de champagne al ganador fue en 1907 en la carrera Pekin-París. La tradición de homenajear al vencedor con una botella de champagne continuó más tarde en 1950 cuando Moët & Chandon ofreció su marca al ganador del Gran Premio de Francia que tuvo lugar en Reims, en el corazón del país del champagne, así como en 1967 cuando Ford ganó la épica carrera de Le Mans 24 horas.

Y desde entonces la tradición por celebrar victorias continúa. Los paralelismos entre el champagne y la fórmula 1 son muchos. Hablamos de un vino y un deporte, ambos reconocidos en el mundo como auténticos símbolos del glamour. Dos ganadores, competencia y reto. Riesgo y peligro, pilotos y botellas ambos protegidos, se la juegan en cada movimiento. Velocidad y presión, vueltas y vueltas alrededor de un circuito, rivales muy competitivos, para finalizar con un título que da el poder. Y un público, que desde diversas clases sociales, se encoge excluido y al que le basta con registrar la gloria solitaria del vencedor.

3. Nadie quiere estar en la cómoda segunda línea, todos tienen un deseo desmedido por ser el número 1. Ya estamos en el pódium y empieza la ceremonia que anuncia al ganador, ha llegado el momento del protagonismo de las marcas. Trofeos, himnos y en este instante el champagne, foco de todas las miradas, se emulsionará para consolidar la victoria, como un nexo que permite encadenar unas victorias con otras.

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4. Pero no nos dejemos engañar, porque en torno a esta tradición está el verdadero leitmotiv de la F1 y del champagne, el Business, los negocios en mayúsculas. En la F1 como en el champagne todo está regulado, existe un rígido protocolo, reglas a seguir, negocios complejos que mezclan escandalosas cifras de millones de euros y es el champagne, y no otro espumoso, quien acompaña los momentos de éxito que se producen en cualquier rincón del mundo donde se mezclen burbujas con talento. Con igual ambición, unas y otras marcas luchan por el dominio del mercado. En el caso del champagne sólo las grandes Maisons pueden permitirse patrocinar un evento de este calibre, es el caso de G.H.Mumm, la prestigiosa marca perteneciente a Penord Ricard que desde el año 2000 es patrocinador oficial de la Formula 1. Una botella de ‘Cordon Rouge’ en tamaño Jeroboam con capacidad de 3 litros derramará su espuma sobre las cabezas de los ganadores a modo de icono accesible sólo para privilegiados.

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