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‘Cisneros, el cardenal de España’ de Joseph Pérez

Poliédrico retrato del hombre que facilitó la llegada al trono de Carlos I

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Cuando a finales de los 70 el que suscribe cursaba la especialidad de Historia Moderna en la Universidad de Valencia, el historiador francés Joseph Pérez terminaba de publicar en nuestro país una monumental obra de casi setecientas páginas: ‘La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521)’, que no era otra cosa que el traslado a la obra impresa de su tesis doctoral, galardonada con el premio Saintour de la Academia Francesa de Inscripciones y Bellas Letras. Arrancaba el volumen indicando que “La revolución que vamos a estudiar en este libro tuvo por escenario las mesetas de Castilla la Vieja y Castilla la Nueva”. Pérez, muchos años después continúa su labor investigadora por este mismo territorio, con el añadido de la Corona de Aragón, y por esta misma época. Y es que ciertamente el periodo comprendido entre la muerte de los Reyes Católicos y la llegada al trono de Carlos I es un tiempo interesante, socialmente conflictivo e historiográficamente atrayente.


cisneros
Y es justo ahora cuando la editorial Taurus publica un nuevo título suyo: ‘Cisneros, el cardenal de España’. Se trata de un completo trabajo, en el que el historiador francés de ascendencia hispana, se enfrenta a la figura de Cisneros, el cardenal que durante un tiempo y a través de sus dos regencias, se convirtió como regente en la cabeza visible de todo el territorio peninsular. Cisneros, en origen llamado Gonzálo Ximénez de Cisneros, cambió su nombre de pila por el de Francisco al profesar en la orden franciscana dentro de su rama observante, la más estricta. Había nacido en 1436 en la localidad de Torrelaguna, al norte de Madrid, en el seno de una familia de pequeños comerciantes. Pero ni siquiera de eso podemos estar absolutamente seguros, ya que desde 1436 hasta 1492 apenas si se saben cosas de su deambular por este mundo. Son casi sesenta años oscuros, en los que el religioso permanece desaparecido. Conocemos que profesó los hábitos, pero ignoramos el lugar; sabemos que viajó a Roma, pero desconocemos la fecha; descubrimos también que estudió latín, matemáticas y que fue bachiller en Derecho, pero no se recibió por carecer de recursos económicos para costear su título. Sin embargo, a partir de 1492, tras su nombramiento como arzobispo de Toledo, que no fue bien acogido por una parte de la nobleza que lo consideraba “un pobre fraile mendicante”, su vida se dispara, repleta de acontecimientos y avatares hasta el momento de su fallecimiento, acaecido en Roa el 8 de noviembre de 1517 y sobre el que se manejan diversas hipótesis, incluida la de un posible envenenamiento.

Tras la muerte de la reina Isabel, Cisneros ayudó al rey católico a mantenerse en el trono frente a las aspiraciones de su yerno, Felipe el Hermoso, fundamentadas en los derechos dinásticos de su esposa Juana, incapacitada para reinar por razones de salud. Tras el viaje a Italia de Fernando, Cisneros ofició de regente durante un año, cargo que volvería a desempeñar tras la muerte del monarca, mientras se esperaba la venida a España de su nieto, Carlos I, heredero del trono. Fueron tiempos de tumultos, desórdenes y revueltas que el cardenal afrontó con serenidad, carácter resuelto y mano firme. A pesar de las diferencias de criterio que sostuvo con el primer Austria, como explica Pérez “no sería excesivo afirmar que Cisneros permitió a don Carlos convertirse en rey de Castilla sin problemas mayores a pesar de unas circunstancias – los derechos de su madre, doña Juana, las ambiciones de su hermano, el infante don Fernando – que, en 1516 y 1517, distaban mucho de serle favorables”.

El Cisneros de Pérez rezuma los rasgos propios de un personaje de recto proceder, cumplidor de su cometido, estricto y frugal, como franciscano observante que era, que ejercía el poder conforme mandaban las leyes y costumbres en Castilla, bien alejado de lo que en su fuero interno pudiera pensar. La opinión de un jurista de la época, Palacios Rubios, expresa con palabras el modo de proceder del cardenal en su tarea del gobierno: “Al rey solamente le está confiada la administración del reino, pero no el dominio de las cosas, porque los bienes y derechos del Estado son públicos y no pueden ser patrimonio particular de nadie”. Sobre la sobriedad del cardenal, baste decir que en un par de ocasiones fue amonestado por el propio papa por negarse a disfrutar de la pompa y boato que su mitra arzobispal exigía. Es notorio que nunca utilizó su lecho, dormía en un camastro cutre que cada mañana escondía debajo del dosel de su cama tras deshacer las sábanas para disimular este modo de conducirse.

Además de su función política, Francisco Ximénez de Cisneros tuvo otros nortes en su vida, entre los que cabe destacar como fundamentales la Fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, una auténtica obsesión, la redacción de la Biblia políglota, la expedición punitiva a Orán y la restauración del rito mozárabe en la catedral de Toledo. Joseph Pérez ha estructurado su ‘Cisneros, el cardenal de España’ en una completa Semblanza personal, seguida de las siete facetas por las que destacó en su vida: Cisneros político, Cisneros y la Economía, Cisneros diplomático, Cisneros inquisidor y Cisneros reformador, apartados estos a los que acompañan Bibliografía, Índice onomástico y un extenso bloque de Notas que incluye al final del volumen. Este último capítulo, el de las notas, sin duda por su extensión no resulta cómodo de utilizar como herramienta de consulta. En estos casos, la única opción que le queda al escritor, al historiador, es la pura y simple nota al pie de página, lo que produce hojas impresas de irregular distribución y excesiva letra menuda. Es este un dilema que siempre contentará a unos y decepcionará a otros y que debe resolverse a gusto del consumidor, o sea, del escribano.

Cisneros fue enterrado en el Colegio de San Ildefonso de Toledo, en el interior de un sepulcro de mármol, obra de Juan de Vergara, cuyo epigrama reza así: “Yazgo ahora en este exiguo sarcófago. Uní la púrpura al sayal, el casco al sombrero. Fraile, Caudillo, Ministro, Cardenal, junté sin merecerlo la corona a la cogulla cuando España me obedeció como a Rey”.

‘Cisneros, el cardenal de España’ de Joseph Pérez. Editorial Taurus, 2014. Tapa blanda, 384 páginas con ilustraciones. Precio: 20 euros.

Poliédrico retrato del hombre que facilitó la llegada al trono de Carlos I

‘Cisneros, el cardenal de España’ de Joseph Pérez
Herme Cerezo
martes, 22 de abril de 2014, 09:07 h (CET)
Cuando a finales de los 70 el que suscribe cursaba la especialidad de Historia Moderna en la Universidad de Valencia, el historiador francés Joseph Pérez terminaba de publicar en nuestro país una monumental obra de casi setecientas páginas: ‘La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521)’, que no era otra cosa que el traslado a la obra impresa de su tesis doctoral, galardonada con el premio Saintour de la Academia Francesa de Inscripciones y Bellas Letras. Arrancaba el volumen indicando que “La revolución que vamos a estudiar en este libro tuvo por escenario las mesetas de Castilla la Vieja y Castilla la Nueva”. Pérez, muchos años después continúa su labor investigadora por este mismo territorio, con el añadido de la Corona de Aragón, y por esta misma época. Y es que ciertamente el periodo comprendido entre la muerte de los Reyes Católicos y la llegada al trono de Carlos I es un tiempo interesante, socialmente conflictivo e historiográficamente atrayente.


cisneros
Y es justo ahora cuando la editorial Taurus publica un nuevo título suyo: ‘Cisneros, el cardenal de España’. Se trata de un completo trabajo, en el que el historiador francés de ascendencia hispana, se enfrenta a la figura de Cisneros, el cardenal que durante un tiempo y a través de sus dos regencias, se convirtió como regente en la cabeza visible de todo el territorio peninsular. Cisneros, en origen llamado Gonzálo Ximénez de Cisneros, cambió su nombre de pila por el de Francisco al profesar en la orden franciscana dentro de su rama observante, la más estricta. Había nacido en 1436 en la localidad de Torrelaguna, al norte de Madrid, en el seno de una familia de pequeños comerciantes. Pero ni siquiera de eso podemos estar absolutamente seguros, ya que desde 1436 hasta 1492 apenas si se saben cosas de su deambular por este mundo. Son casi sesenta años oscuros, en los que el religioso permanece desaparecido. Conocemos que profesó los hábitos, pero ignoramos el lugar; sabemos que viajó a Roma, pero desconocemos la fecha; descubrimos también que estudió latín, matemáticas y que fue bachiller en Derecho, pero no se recibió por carecer de recursos económicos para costear su título. Sin embargo, a partir de 1492, tras su nombramiento como arzobispo de Toledo, que no fue bien acogido por una parte de la nobleza que lo consideraba “un pobre fraile mendicante”, su vida se dispara, repleta de acontecimientos y avatares hasta el momento de su fallecimiento, acaecido en Roa el 8 de noviembre de 1517 y sobre el que se manejan diversas hipótesis, incluida la de un posible envenenamiento.

Tras la muerte de la reina Isabel, Cisneros ayudó al rey católico a mantenerse en el trono frente a las aspiraciones de su yerno, Felipe el Hermoso, fundamentadas en los derechos dinásticos de su esposa Juana, incapacitada para reinar por razones de salud. Tras el viaje a Italia de Fernando, Cisneros ofició de regente durante un año, cargo que volvería a desempeñar tras la muerte del monarca, mientras se esperaba la venida a España de su nieto, Carlos I, heredero del trono. Fueron tiempos de tumultos, desórdenes y revueltas que el cardenal afrontó con serenidad, carácter resuelto y mano firme. A pesar de las diferencias de criterio que sostuvo con el primer Austria, como explica Pérez “no sería excesivo afirmar que Cisneros permitió a don Carlos convertirse en rey de Castilla sin problemas mayores a pesar de unas circunstancias – los derechos de su madre, doña Juana, las ambiciones de su hermano, el infante don Fernando – que, en 1516 y 1517, distaban mucho de serle favorables”.

El Cisneros de Pérez rezuma los rasgos propios de un personaje de recto proceder, cumplidor de su cometido, estricto y frugal, como franciscano observante que era, que ejercía el poder conforme mandaban las leyes y costumbres en Castilla, bien alejado de lo que en su fuero interno pudiera pensar. La opinión de un jurista de la época, Palacios Rubios, expresa con palabras el modo de proceder del cardenal en su tarea del gobierno: “Al rey solamente le está confiada la administración del reino, pero no el dominio de las cosas, porque los bienes y derechos del Estado son públicos y no pueden ser patrimonio particular de nadie”. Sobre la sobriedad del cardenal, baste decir que en un par de ocasiones fue amonestado por el propio papa por negarse a disfrutar de la pompa y boato que su mitra arzobispal exigía. Es notorio que nunca utilizó su lecho, dormía en un camastro cutre que cada mañana escondía debajo del dosel de su cama tras deshacer las sábanas para disimular este modo de conducirse.

Además de su función política, Francisco Ximénez de Cisneros tuvo otros nortes en su vida, entre los que cabe destacar como fundamentales la Fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, una auténtica obsesión, la redacción de la Biblia políglota, la expedición punitiva a Orán y la restauración del rito mozárabe en la catedral de Toledo. Joseph Pérez ha estructurado su ‘Cisneros, el cardenal de España’ en una completa Semblanza personal, seguida de las siete facetas por las que destacó en su vida: Cisneros político, Cisneros y la Economía, Cisneros diplomático, Cisneros inquisidor y Cisneros reformador, apartados estos a los que acompañan Bibliografía, Índice onomástico y un extenso bloque de Notas que incluye al final del volumen. Este último capítulo, el de las notas, sin duda por su extensión no resulta cómodo de utilizar como herramienta de consulta. En estos casos, la única opción que le queda al escritor, al historiador, es la pura y simple nota al pie de página, lo que produce hojas impresas de irregular distribución y excesiva letra menuda. Es este un dilema que siempre contentará a unos y decepcionará a otros y que debe resolverse a gusto del consumidor, o sea, del escribano.

Cisneros fue enterrado en el Colegio de San Ildefonso de Toledo, en el interior de un sepulcro de mármol, obra de Juan de Vergara, cuyo epigrama reza así: “Yazgo ahora en este exiguo sarcófago. Uní la púrpura al sayal, el casco al sombrero. Fraile, Caudillo, Ministro, Cardenal, junté sin merecerlo la corona a la cogulla cuando España me obedeció como a Rey”.

‘Cisneros, el cardenal de España’ de Joseph Pérez. Editorial Taurus, 2014. Tapa blanda, 384 páginas con ilustraciones. Precio: 20 euros.

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