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Cada mañana lloro tu nombre,
no recibo respuesta alguna,
en mi desván escribo mis penas.
Cada mañana lloro tu nombre,
ríos de sangre por mis mejillas,
y tú ya no estás en mí.
Cada mañana lloro tu nombre,
mil sangres para mis cien heridas,
y tú, callas, callas y callas.
Cada mañana lloro tu nombre,
sufro y sufro tu fría ausencia,
pero yo continúo escribiendo.
Escribo cien mil veces tu nombre,
sobre la madera de tu alma,
clavo mis últimas lágrimas.
Mañana será mi último día que lloro,
te lloro y olvido tu nombre,
te lloro y olvido tu nombre.
Cada nueva mañana...
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
A pocos días de que comience la Semana Santa, en donde se vive con especial devoción en lugares tan emblemáticos como Sevilla, cae en nuestras manos una característica novela negra del escritor Fran Ortega. Los hijos de justo comienza con el capellán de la Macarena degollado en la Basílica, en donde, además, no hay rastro de la imagen de la virgen.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
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