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Gabriel Ruiz-Ortega

'La fortaleza de la soledad', de Jonathan Lethem

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Cuando de buenos novelistas se trata, siempre hay que mirar a la tierra de Faulkner, Hemingway y Fitzgerald. Si en algo puede jactarse la narrativa norteamericana es la de haberse adueñado desde hace ya incontables lustros de este apasionante género como lo es la novela.

Y uno de los principales exponentes de la nueva camada de narradores norteamericanos es sin lugar a dudas Jonathan Lethem, quien junto a David Foster Wallace y Michael Chabon le han sabido insuflar de un hálito de frescura temática y estilística que recoge mucho de la cultura pop.

Declarado admirador del extraordinario novelista de ciencia ficción Philip K. Dick y de los libros de bolsillo, o para ser más preciso, de los best sellers, vemos en esta “pequeñita” novela de no más de setecientas páginas todo un fresco histórico, político y social de lo que aconteció en USA en la década del setenta y ochenta del siglo pasado. Nos llama la atención la manera tan sugerente y detallada de la que se vale Lethem para describir con logro la calle Dean, lugar en donde se desarrolla gran parte de esta novela, también es necesario recalcar que toda esta visión está muy engarzada a la mirada abarcadora que tanto se veía en las novelas decimonónicas, pero ojo, no hay que confundirnos con una novela costumbrista, La fortaleza de la soledad escapa a esa taxonomía puesto que Lethem no pretende darnos una visión moralizante o una mirada fiel de los sucesos acaecidos, simplemente, Lethem nos lleva mismo Virgilio por todos los recovecos posibles para darnos su mirada personal de los hechos, y muchas veces, esta mirada no es nada complaciente ni consigo mismo.

Las aventuras de un par de niños marcados por las diferencias raciales y culturales, que a simple vista están condenados a seguir cada uno su camino en medio de un amplio mundo como suelen ser los suburbios, y más aún cuando la trama se desarrolla en Brookling, con todos sus excesos y carencias, que paradójicamente, están en constante renovación. Sin embargo, algo ocurre en las vidas de Dylan Ebdus y Mingus Rade, chico negro y blanco respectivamente, algo que da inicio a una serie de desatadas y jocosas aventuras de barrio y entendibles descubrimientos hormonales de la edad, pues bien, me refiero a la afición compulsiva de ambos personajes por el comic para empezar, una pasión como esta es el nexo que los lleva a dejar de lado sus prejuicios y solidificar una amistad en medio de drásticos cambios políticos, estúpidas discusiones raciales y las tan entrañables diferencias en gustos musicales.

Al recorrer esta novela nos imaginamos el monumental trabajo de investigación que Lethem tuvo que llevar a cabo, y esta premisa se patentiza por los detalles que vemos a medida que vamos avanzando este texto elefantiásico, siendo la virtud de este extraordinario narrador la de no caer en el burdo juego de ofrecernos un interminable catálogo referentes a la música, al cine B, etc., aquí vemos la lógica de cada elemento enunciado, ninguno de ellos tiene una mención gratuita, cada uno funge de nexo temático a manera de enriquecedora simbología.

La fortaleza de la soledad es también el relato del auge de Dylan, del ascenso que tiene como persona cuando estaba destinado a fracasar y es también el crudo retrato del fin carcelario que tienen casi todos sus amigos de barrio. Vale mencionar la técnica de la que se valió Lethem, muy bien pudo ofrecernos una novela narrada en una sola voz, pero aquí vemos que esta voz cambia, y he aquí una de las virtudes de Lethem puesto que por la ambición que tiene esta novela se corría el riesgo de que todas estas peripecias narradas tengan como víctima al lector, al mero hecho de llevarlo al aburrimiento, y como Lethem es conciente de este peligro, y lo que busca siempre es saber entretener bien, se valió de lo mejor que ha sabido aportar la tradición novelística en la que se mueve, que no es sino la de tener enganchado al lector a través de todas las armas técnicas a la mano.

Para no ubicar esta novela en el aire es menester engarzarla con imprescindibles novelas hermanas como lo son El buda de los suburbios, de Hanif Kureishi, y Alta fidelidad, Nick Hornby (aunque esta última es menor en comparación a las mencionadas).

La fortaleza de la soledad: una novela para adictos al comic, el rock y el LSD.

'La fortaleza de la soledad', de Jonathan Lethem

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
martes, 3 de octubre de 2006, 00:49 h (CET)
Cuando de buenos novelistas se trata, siempre hay que mirar a la tierra de Faulkner, Hemingway y Fitzgerald. Si en algo puede jactarse la narrativa norteamericana es la de haberse adueñado desde hace ya incontables lustros de este apasionante género como lo es la novela.

Y uno de los principales exponentes de la nueva camada de narradores norteamericanos es sin lugar a dudas Jonathan Lethem, quien junto a David Foster Wallace y Michael Chabon le han sabido insuflar de un hálito de frescura temática y estilística que recoge mucho de la cultura pop.

Declarado admirador del extraordinario novelista de ciencia ficción Philip K. Dick y de los libros de bolsillo, o para ser más preciso, de los best sellers, vemos en esta “pequeñita” novela de no más de setecientas páginas todo un fresco histórico, político y social de lo que aconteció en USA en la década del setenta y ochenta del siglo pasado. Nos llama la atención la manera tan sugerente y detallada de la que se vale Lethem para describir con logro la calle Dean, lugar en donde se desarrolla gran parte de esta novela, también es necesario recalcar que toda esta visión está muy engarzada a la mirada abarcadora que tanto se veía en las novelas decimonónicas, pero ojo, no hay que confundirnos con una novela costumbrista, La fortaleza de la soledad escapa a esa taxonomía puesto que Lethem no pretende darnos una visión moralizante o una mirada fiel de los sucesos acaecidos, simplemente, Lethem nos lleva mismo Virgilio por todos los recovecos posibles para darnos su mirada personal de los hechos, y muchas veces, esta mirada no es nada complaciente ni consigo mismo.

Las aventuras de un par de niños marcados por las diferencias raciales y culturales, que a simple vista están condenados a seguir cada uno su camino en medio de un amplio mundo como suelen ser los suburbios, y más aún cuando la trama se desarrolla en Brookling, con todos sus excesos y carencias, que paradójicamente, están en constante renovación. Sin embargo, algo ocurre en las vidas de Dylan Ebdus y Mingus Rade, chico negro y blanco respectivamente, algo que da inicio a una serie de desatadas y jocosas aventuras de barrio y entendibles descubrimientos hormonales de la edad, pues bien, me refiero a la afición compulsiva de ambos personajes por el comic para empezar, una pasión como esta es el nexo que los lleva a dejar de lado sus prejuicios y solidificar una amistad en medio de drásticos cambios políticos, estúpidas discusiones raciales y las tan entrañables diferencias en gustos musicales.

Al recorrer esta novela nos imaginamos el monumental trabajo de investigación que Lethem tuvo que llevar a cabo, y esta premisa se patentiza por los detalles que vemos a medida que vamos avanzando este texto elefantiásico, siendo la virtud de este extraordinario narrador la de no caer en el burdo juego de ofrecernos un interminable catálogo referentes a la música, al cine B, etc., aquí vemos la lógica de cada elemento enunciado, ninguno de ellos tiene una mención gratuita, cada uno funge de nexo temático a manera de enriquecedora simbología.

La fortaleza de la soledad es también el relato del auge de Dylan, del ascenso que tiene como persona cuando estaba destinado a fracasar y es también el crudo retrato del fin carcelario que tienen casi todos sus amigos de barrio. Vale mencionar la técnica de la que se valió Lethem, muy bien pudo ofrecernos una novela narrada en una sola voz, pero aquí vemos que esta voz cambia, y he aquí una de las virtudes de Lethem puesto que por la ambición que tiene esta novela se corría el riesgo de que todas estas peripecias narradas tengan como víctima al lector, al mero hecho de llevarlo al aburrimiento, y como Lethem es conciente de este peligro, y lo que busca siempre es saber entretener bien, se valió de lo mejor que ha sabido aportar la tradición novelística en la que se mueve, que no es sino la de tener enganchado al lector a través de todas las armas técnicas a la mano.

Para no ubicar esta novela en el aire es menester engarzarla con imprescindibles novelas hermanas como lo son El buda de los suburbios, de Hanif Kureishi, y Alta fidelidad, Nick Hornby (aunque esta última es menor en comparación a las mencionadas).

La fortaleza de la soledad: una novela para adictos al comic, el rock y el LSD.

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