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Entrevista a la escritora británica Kate Mosse, gran estrella invitada a la I edición del festival Torrent Histórica

«Me gusta mucho la dialéctica que se establece entre la historia personal y la Historia con mayúscula»

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Aceras mojadas y gente apresurada. Llueve. Son las 17.15 horas del primer viernes de abril. Gorra en ristre, camino hacia la cafetería donde he quedado citado con la escritora Kate Mosse (Sussex, Reino Unido), que acaba de publicar en España su nueva entrega, ‘La Ciudad del Fuego’, editada por Planeta, una novela de género histórico con estructura de thriller, en la que la escritora británica nos habla de Minou Joubert, una mujer obligada por las circunstancias a ponerse al frente de la librería de su padre en pleno siglo XVI. Cierta mañana recibirá una carta anónima, sellada con el emblema de una poderosa familia, en la que hay escrita una sola frase: «Ella sabe que estás viva». Descifrar el significado de la misiva, en un ambiente de perturbaciones y tribulaciones sociales, de guerras y aventuras, de luchas entre católicos y hugonotes, no se antoja una tarea fácil para Minou, a la que el destino pondrá delante la figura del valiente Piet Reydon, un joven converso en cuyo poder obra una reliquia de valor incalculable. Kate Mosse se encuentra en València porque ha venido a participar en la I edición del festival Torrent Histórica, dedicado al género que ella cultiva con tanto éxito, que ha sido posible llevar a cabo gracias al inestimable patrocinio del Ayuntamiento de Torrent. Con la ayuda, indispensable sin duda, del traductor Jakob Gramss, comenzamos nuestra charla.


Kate Mosse. / Foto: Josele Bort.

Kate, le ruego que me disculpe por no hablar inglés.

No se preocupe, yo tampoco hablo español [risas].


Siempre hago esta misma pregunta en una primera entrevista con escritores: ¿qué significa para Vd. la escritura?

[Risas] Es una muy buena cuestión. Escribo porque me encanta contar historias. Cada una de mis novelas es como una carta de amor dirigida a los lugares que me gustan, como por ejemplo, Carcasona o Toulouse. Cuando estoy en uno de esos sitios, empiezo a imaginar qué hacen y cómo viven las personas de allí. Me fascina la Historia con mayúscula, pero me apetece más contar las vivencias de la gente normal y corriente como nosotros, no me interesa la de los reyes, ni la de las personas que mandan.


En Inglaterra existe una gran tradición historiográfica y también por el cultivo del género de la novela histórica, ¿a qué se debe tanto interés?

Creo que tiene que ver con el hecho de que queremos lidiar con las grandes emociones, amor, odio, fe, venganza, justicia, fe… Sin embargo, llevar esto a la práctica en tiempo presente a veces resulta demasiado difícil y lo trasladamos al pasado, así podemos percibir esas sensaciones desde una cierta distancia, algo que a los ingleses nos gusta mucho.


¿Es importante estudiar el pasado para conocer el presente y predecir el futuro?

Debería ser así, pero lamentablemente no aprendemos de la Historia. Al mismo tiempo, es bueno recordar que las cosas unas veces mejoran y otras empeoran y que, incluso en los momentos más terribles de la Humanidad, surge la esperanza y regresa lo bueno que tiene el ser humano.


Mientras escribe, ¿con qué disfruta más: con el proceso de documentación o con el tiempo de escritura?

Me encanta la investigación porque soy una persona curiosa. Me gusta desplazarme a un lugar nuevo, mirar sus archivos, encontrar cosas. Cuando escribí ‘La Ciudad del Fuego’ descubrí que se había producido una masacre en Toulouse que no había leído por ninguna parte. Ese hallazgo me hizo sentir como un detective, pero eso no era suficiente porque yo quería contar algo. Así que, cuando acabé el tiempo de la documentación, cerré los ojos y dije, bueno, ahora hay que narrar mi historia y ese momento, cuando ya estoy preparada para escribirla, también me gusta mucho.


¿Qué imagen o qué frase le dio pie para comenzar la escritura de ‘La Ciudad del Fuego’?

Es otra muy buena pregunta. El detonante para escribir esta novela fue encontrarme en el cementerio hugonote de Franschhoeck, una ciudad de África del Sur, con el fondo de las montañas que rodean la ciudad. Había leído textos sobre las pocas familias hugonotas que habían huido a aquel lugar. Entonces dirigí la mirada hacia las montañas y pensé que se parecían a las que había visto en el Languedoc. En ese momento tuve claro cómo sería la historia, supe que se extendería a lo largo de trescientos años y que trataría de las pugnas entre hugonotes y católicos en Toulouse y también de las generaciones venideras de mujeres, que iban de un lado a otro, buscando un lugar en el que asentarse, y que terminaron en África del Sur, ya que pensaban que aquel era un territorio apropiado para ellas.


Esta novela forma parte de una tetralogía, ¿cuándo llegará a España el segundo volumen?

Se publicará en 2021. Siempre dejo un espacio de tiempo de dos años entre cada libro. Se titulará ‘La Ciudad de las Lágrimas’ y se desarrollará sobre todo en Amsterdam y, en menor medida, en París.


KATEMOSSEAPRIL20191

No es la primera vez que Vd. sitúa una novela suya en Carcasona, ¿de dónde procede su interés por esta ciudad?

Visitamos Carcasona hace treinta años y tenemos una pequeña casa junto a su muralla medieval. Cuando puse el pie por primera vez allí, pensé que yo pertenecía a aquel lugar y supe que en aquella ciudad podría ser escritora. Por sus calles se escuchan por doquier los susurros del pasado, algo parecido a lo que me ha ocurrido hoy en València, y sin darme cuenta me vi contándome historias a mí misma. Carcasona me convirtió en escritora, no tengo ninguna duda.


‘La Ciudad del Fuego’ tiene un comienzo potente, que capta pronto la atención del lector. Conseguido esto, ¿cómo logra mantenerlo atento a la lectura durante las más de seiscientas páginas que tiene la novela?

Yo escribo novelas que empiezan violentamente, subiendo el ritmo cada vez más y convirtiéndose casi en una carrera. ‘La Ciudad del Fuego’ es como una ficción de aventuras en la que también hay algo de thriller para averiguar quién escribe la carta que recibe Minou. Voy dejando pistas y, al final, revelo el secreto, el misterio. Es una manera de narrar a la antigua, donde poco a poco se prepara el clímax de la historia, que significa mi compromiso con el lector: si se mantiene en la lectura hasta el final, será recompensado con la revelación del secreto. He de añadir que no planifico nada, simplemente me siento y escribo. De esta manera mantengo el impulso de la escritura en todo momento, porque pienso que, si planifico demasiado, pierdo la energía que preciso para escribir.


Preferentemente, los capítulos son más bien de corta extensión, que facilitan una lectura dinámica, ¿es algo premeditado?

Absolutamente. Algunas veces, en verano, te tomas un vino y puedes leer un libro reposadamente, pero durante el resto del año la mayoría de la gente lee por la noche y dispone de poco tiempo. Por otro lado, a mí no me gusta parar la lectura a la mitad de un capítulo y, para el tipo de vida que lleva el lector moderno, resulta muy adecuado el capítulo corto.


En lugar de su hermano Aimeric, que según la época sería el heredero tradicional del negocio, es su hermana Minou quien está al frente de la librería de su padre, ¿esta situación era muy frecuente en el siglo XVI?

Aunque pensemos que no, sí que era una situación bastante normal. En las familias de entonces, los hijos varones y las hijas echaban una mano en el negocio familiar. Cuando una mujer se casaba, normalmente era el marido quien se hacía cargo del negocio, pero en gran parte del siglo XVI los hombres permanecían bastante tiempo fuera de casa, en la guerra, y ellas se encargaban de abrir las tiendas y mantener operativos los mercados. Tenemos la impresión de que las mujeres no salían de casa, pero eso no se corresponde con la realidad. Hijas y viudas «tiraban del carro» para sacar las castañas del fuego.


Las librerías del siglo XVII no eran iguales que las de ahora, imprimían sus propios libros, eran una especie de librería-editorial.

Sí, eso fue algo que me fascinó y por eso decidí que el negocio de los Joubert fuera una librería y no una tienda de comestibles. En mi investigación para la novela, descubrí que gracias a la Reforma y al final del catolicismo en Inglaterra, miles de libros de los monasterios fueron trasladados al continente europeo y eso significó una novedad. También hay que tener presente que la fe protestante permitía a la mujer escribir y publicar obras siempre que estuvieran relacionados con la fe. Por ello, hubo muchas mujeres que escribían, lo que resulta muy interesante.


Detrás de sus murallas, Carcasona conserva mucha historia. En el siglo XIII fue objeto de la cruzada albigense contra los cátaros y en ‘La Ciudad del Fuego’ acoge refugiados de las Guerras de Religión. Si comparamos esta situación con la que vivimos en pleno siglo XXI, donde los conflictos religiosos y el problema de los refugiados están a la orden del día, parece que no hemos cambiado mucho, ¿no cree?

Sí, lo sé. Carcasona era una ciudad francesa que me interesaba mucho utilizar en la novela, porque allí funcionaba la Inquisición Española y había judíos y conversos que se escondían o se refugiaban tras sus muros. En el inicio de las Guerras de Religión fue una ciudad católica y durante la II Guerra Mundial la encontramos repleta de combatientes huidos de la Guerra Civil Española. También los cátaros la habitaron en el siglo XIII. Para mí siempre ha sido una ciudad que acogía a todos los que aceptaban y respetaban sus leyes, y ese espíritu suyo de bienvenida es lo que me gustó de ella desde el primer momento.


¿Las Guerras de Religión en Francia, en el fondo, fueron sólo guerras de origen religioso o esconden un auténtico conflicto político, un enfrentamiento entre dos facciones y dos maneras distintas de entender el poder?

Sí, sí, es exactamente eso, en realidad se trata de una lucha por el poder y de influencia, no es una cuestión de fe. En Inglaterra, Enrique e Isabel querían crear su propio imperio; en Francia reinaba un monarca muy débil y existía una lucha entre el liderazgo católico y el protestante para ver quién obtenía el control. Es en verdad una guerra civil en la que Francia se destruye a sí misma. Los efectos de este conflicto durarán cien años y no se refieren sólo a una destrucción física, sino también al hecho de que los hugonotes, que constituían lo que podríamos denominar clase media de entonces, compuesta por doctores, abogados e ingenieros, al abandonar el país, se llevaron consigo sus riquezas a Inglaterra, Holanda, Alemania y a África del Sur. Lógicamente, no vinieron a España donde el catolicismo era el amo.


La novela está mayoritariamente escrita en tercera persona, ¿por qué? ¿No le tentó a Vd. la posibilidad de narrar bajo la voz de Minou?

[Risas] ¡No, no, mis personajes no son yo! Soy como la directora que está fuera de escena y dirige lo que ocurre en el escenario. Si utilizo la primera persona siempre has de quedarte con ese personaje y a mí me gusta meterme en la cabeza de todos ellos. Sólo he escrito una novela en primera persona, la única en la que el protagonista es un hombre. Como lo conocía bien, pensaba que podía ser él.


En ‘La Ciudad del Fuego’ encontramos una metáfora muy interesante que habla de un reloj de arena, pero no lo hace desde el punto de vista de medidor del tiempo, sino como el aparato que controla el lapso de vida que le queda a uno de los personajes, Michel Cazès. ¿Cómo se le ocurrió esa imagen?

«Oh, I don’t know!» Me encanta que me hayas hecho una pregunta sobre el personaje de Michel. Me gusta mucho la dialéctica que se establece entre la historia personal y la Historia con mayúsculas. Es muy importante recordar que en tiempos de guerra la gente se pone enferma, igual que en tiempos de paz, y también se enamora, ríe y llora. Algunas veces encontramos libros cuya acción se desarrolla a lo largo de una guerra y pensamos que no hay nada más que guerra en todo ese tiempo. Y eso no es así. Por otro lado, la imagen del reloj no sólo se refiere a Michel, sino también al hecho de que a Francia se le termina el tiempo. Sin embargo, Michel no conocerá el desenlace, no lo verá.


¿Detrás de sus novelas históricas, se esconde una Kate Mosse a la que le hubiera gustado ser historiadora?

Me encanta leer Historia y algunas veces se me ha pedido que escriba libros históricos, pero no me interesa reflejar la historia entera, no quiero contar todo lo que ocurre. Lo que me importa es averiguar cómo la gente siente o experimenta la Historia. Hay ocho Guerras de Religión, que se extienden entre los años 1562 y 1598. Son una sucesión de edictos, guerra, edictos, guerra… Claro, no son iguales todas estas guerras, pero lo que me atrae es escribir sobre su inicio y narrar lo que les ocurre a mis personajes.


La última: Kate Mosse ha venido a participar en la I edición del festival Torrent Histórica, ¿por qué son importantes estos encuentros para Vd.? ¿Le importa el «feedback» que le llega de los lectores? ¿Piensa en ellos mientras escribe?

Sí, me interesa mucho el «feedback» de los lectores, pero a estos eventos acudo a encontrarme con ellos y también a verme con otros escritores, cuyas obras desconozco. Es algo maravilloso. Cuando escribo no levanto la vista del papel, no pienso en los lectores, sólo me centro en saber si este personaje funciona, o no, si esta frase está bien, o no, y en decidir qué quiero contar en cada capítulo. Escribir es un proceso bastante técnico y me limito a la novela, pero cuando la termino, levanto la vista y ya estoy lista para verme con los lectores.

«Me gusta mucho la dialéctica que se establece entre la historia personal y la Historia con mayúscula»

Entrevista a la escritora británica Kate Mosse, gran estrella invitada a la I edición del festival Torrent Histórica
Herme Cerezo
domingo, 7 de abril de 2019, 06:54 h (CET)

Aceras mojadas y gente apresurada. Llueve. Son las 17.15 horas del primer viernes de abril. Gorra en ristre, camino hacia la cafetería donde he quedado citado con la escritora Kate Mosse (Sussex, Reino Unido), que acaba de publicar en España su nueva entrega, ‘La Ciudad del Fuego’, editada por Planeta, una novela de género histórico con estructura de thriller, en la que la escritora británica nos habla de Minou Joubert, una mujer obligada por las circunstancias a ponerse al frente de la librería de su padre en pleno siglo XVI. Cierta mañana recibirá una carta anónima, sellada con el emblema de una poderosa familia, en la que hay escrita una sola frase: «Ella sabe que estás viva». Descifrar el significado de la misiva, en un ambiente de perturbaciones y tribulaciones sociales, de guerras y aventuras, de luchas entre católicos y hugonotes, no se antoja una tarea fácil para Minou, a la que el destino pondrá delante la figura del valiente Piet Reydon, un joven converso en cuyo poder obra una reliquia de valor incalculable. Kate Mosse se encuentra en València porque ha venido a participar en la I edición del festival Torrent Histórica, dedicado al género que ella cultiva con tanto éxito, que ha sido posible llevar a cabo gracias al inestimable patrocinio del Ayuntamiento de Torrent. Con la ayuda, indispensable sin duda, del traductor Jakob Gramss, comenzamos nuestra charla.


Kate Mosse. / Foto: Josele Bort.

Kate, le ruego que me disculpe por no hablar inglés.

No se preocupe, yo tampoco hablo español [risas].


Siempre hago esta misma pregunta en una primera entrevista con escritores: ¿qué significa para Vd. la escritura?

[Risas] Es una muy buena cuestión. Escribo porque me encanta contar historias. Cada una de mis novelas es como una carta de amor dirigida a los lugares que me gustan, como por ejemplo, Carcasona o Toulouse. Cuando estoy en uno de esos sitios, empiezo a imaginar qué hacen y cómo viven las personas de allí. Me fascina la Historia con mayúscula, pero me apetece más contar las vivencias de la gente normal y corriente como nosotros, no me interesa la de los reyes, ni la de las personas que mandan.


En Inglaterra existe una gran tradición historiográfica y también por el cultivo del género de la novela histórica, ¿a qué se debe tanto interés?

Creo que tiene que ver con el hecho de que queremos lidiar con las grandes emociones, amor, odio, fe, venganza, justicia, fe… Sin embargo, llevar esto a la práctica en tiempo presente a veces resulta demasiado difícil y lo trasladamos al pasado, así podemos percibir esas sensaciones desde una cierta distancia, algo que a los ingleses nos gusta mucho.


¿Es importante estudiar el pasado para conocer el presente y predecir el futuro?

Debería ser así, pero lamentablemente no aprendemos de la Historia. Al mismo tiempo, es bueno recordar que las cosas unas veces mejoran y otras empeoran y que, incluso en los momentos más terribles de la Humanidad, surge la esperanza y regresa lo bueno que tiene el ser humano.


Mientras escribe, ¿con qué disfruta más: con el proceso de documentación o con el tiempo de escritura?

Me encanta la investigación porque soy una persona curiosa. Me gusta desplazarme a un lugar nuevo, mirar sus archivos, encontrar cosas. Cuando escribí ‘La Ciudad del Fuego’ descubrí que se había producido una masacre en Toulouse que no había leído por ninguna parte. Ese hallazgo me hizo sentir como un detective, pero eso no era suficiente porque yo quería contar algo. Así que, cuando acabé el tiempo de la documentación, cerré los ojos y dije, bueno, ahora hay que narrar mi historia y ese momento, cuando ya estoy preparada para escribirla, también me gusta mucho.


¿Qué imagen o qué frase le dio pie para comenzar la escritura de ‘La Ciudad del Fuego’?

Es otra muy buena pregunta. El detonante para escribir esta novela fue encontrarme en el cementerio hugonote de Franschhoeck, una ciudad de África del Sur, con el fondo de las montañas que rodean la ciudad. Había leído textos sobre las pocas familias hugonotas que habían huido a aquel lugar. Entonces dirigí la mirada hacia las montañas y pensé que se parecían a las que había visto en el Languedoc. En ese momento tuve claro cómo sería la historia, supe que se extendería a lo largo de trescientos años y que trataría de las pugnas entre hugonotes y católicos en Toulouse y también de las generaciones venideras de mujeres, que iban de un lado a otro, buscando un lugar en el que asentarse, y que terminaron en África del Sur, ya que pensaban que aquel era un territorio apropiado para ellas.


Esta novela forma parte de una tetralogía, ¿cuándo llegará a España el segundo volumen?

Se publicará en 2021. Siempre dejo un espacio de tiempo de dos años entre cada libro. Se titulará ‘La Ciudad de las Lágrimas’ y se desarrollará sobre todo en Amsterdam y, en menor medida, en París.


KATEMOSSEAPRIL20191

No es la primera vez que Vd. sitúa una novela suya en Carcasona, ¿de dónde procede su interés por esta ciudad?

Visitamos Carcasona hace treinta años y tenemos una pequeña casa junto a su muralla medieval. Cuando puse el pie por primera vez allí, pensé que yo pertenecía a aquel lugar y supe que en aquella ciudad podría ser escritora. Por sus calles se escuchan por doquier los susurros del pasado, algo parecido a lo que me ha ocurrido hoy en València, y sin darme cuenta me vi contándome historias a mí misma. Carcasona me convirtió en escritora, no tengo ninguna duda.


‘La Ciudad del Fuego’ tiene un comienzo potente, que capta pronto la atención del lector. Conseguido esto, ¿cómo logra mantenerlo atento a la lectura durante las más de seiscientas páginas que tiene la novela?

Yo escribo novelas que empiezan violentamente, subiendo el ritmo cada vez más y convirtiéndose casi en una carrera. ‘La Ciudad del Fuego’ es como una ficción de aventuras en la que también hay algo de thriller para averiguar quién escribe la carta que recibe Minou. Voy dejando pistas y, al final, revelo el secreto, el misterio. Es una manera de narrar a la antigua, donde poco a poco se prepara el clímax de la historia, que significa mi compromiso con el lector: si se mantiene en la lectura hasta el final, será recompensado con la revelación del secreto. He de añadir que no planifico nada, simplemente me siento y escribo. De esta manera mantengo el impulso de la escritura en todo momento, porque pienso que, si planifico demasiado, pierdo la energía que preciso para escribir.


Preferentemente, los capítulos son más bien de corta extensión, que facilitan una lectura dinámica, ¿es algo premeditado?

Absolutamente. Algunas veces, en verano, te tomas un vino y puedes leer un libro reposadamente, pero durante el resto del año la mayoría de la gente lee por la noche y dispone de poco tiempo. Por otro lado, a mí no me gusta parar la lectura a la mitad de un capítulo y, para el tipo de vida que lleva el lector moderno, resulta muy adecuado el capítulo corto.


En lugar de su hermano Aimeric, que según la época sería el heredero tradicional del negocio, es su hermana Minou quien está al frente de la librería de su padre, ¿esta situación era muy frecuente en el siglo XVI?

Aunque pensemos que no, sí que era una situación bastante normal. En las familias de entonces, los hijos varones y las hijas echaban una mano en el negocio familiar. Cuando una mujer se casaba, normalmente era el marido quien se hacía cargo del negocio, pero en gran parte del siglo XVI los hombres permanecían bastante tiempo fuera de casa, en la guerra, y ellas se encargaban de abrir las tiendas y mantener operativos los mercados. Tenemos la impresión de que las mujeres no salían de casa, pero eso no se corresponde con la realidad. Hijas y viudas «tiraban del carro» para sacar las castañas del fuego.


Las librerías del siglo XVII no eran iguales que las de ahora, imprimían sus propios libros, eran una especie de librería-editorial.

Sí, eso fue algo que me fascinó y por eso decidí que el negocio de los Joubert fuera una librería y no una tienda de comestibles. En mi investigación para la novela, descubrí que gracias a la Reforma y al final del catolicismo en Inglaterra, miles de libros de los monasterios fueron trasladados al continente europeo y eso significó una novedad. También hay que tener presente que la fe protestante permitía a la mujer escribir y publicar obras siempre que estuvieran relacionados con la fe. Por ello, hubo muchas mujeres que escribían, lo que resulta muy interesante.


Detrás de sus murallas, Carcasona conserva mucha historia. En el siglo XIII fue objeto de la cruzada albigense contra los cátaros y en ‘La Ciudad del Fuego’ acoge refugiados de las Guerras de Religión. Si comparamos esta situación con la que vivimos en pleno siglo XXI, donde los conflictos religiosos y el problema de los refugiados están a la orden del día, parece que no hemos cambiado mucho, ¿no cree?

Sí, lo sé. Carcasona era una ciudad francesa que me interesaba mucho utilizar en la novela, porque allí funcionaba la Inquisición Española y había judíos y conversos que se escondían o se refugiaban tras sus muros. En el inicio de las Guerras de Religión fue una ciudad católica y durante la II Guerra Mundial la encontramos repleta de combatientes huidos de la Guerra Civil Española. También los cátaros la habitaron en el siglo XIII. Para mí siempre ha sido una ciudad que acogía a todos los que aceptaban y respetaban sus leyes, y ese espíritu suyo de bienvenida es lo que me gustó de ella desde el primer momento.


¿Las Guerras de Religión en Francia, en el fondo, fueron sólo guerras de origen religioso o esconden un auténtico conflicto político, un enfrentamiento entre dos facciones y dos maneras distintas de entender el poder?

Sí, sí, es exactamente eso, en realidad se trata de una lucha por el poder y de influencia, no es una cuestión de fe. En Inglaterra, Enrique e Isabel querían crear su propio imperio; en Francia reinaba un monarca muy débil y existía una lucha entre el liderazgo católico y el protestante para ver quién obtenía el control. Es en verdad una guerra civil en la que Francia se destruye a sí misma. Los efectos de este conflicto durarán cien años y no se refieren sólo a una destrucción física, sino también al hecho de que los hugonotes, que constituían lo que podríamos denominar clase media de entonces, compuesta por doctores, abogados e ingenieros, al abandonar el país, se llevaron consigo sus riquezas a Inglaterra, Holanda, Alemania y a África del Sur. Lógicamente, no vinieron a España donde el catolicismo era el amo.


La novela está mayoritariamente escrita en tercera persona, ¿por qué? ¿No le tentó a Vd. la posibilidad de narrar bajo la voz de Minou?

[Risas] ¡No, no, mis personajes no son yo! Soy como la directora que está fuera de escena y dirige lo que ocurre en el escenario. Si utilizo la primera persona siempre has de quedarte con ese personaje y a mí me gusta meterme en la cabeza de todos ellos. Sólo he escrito una novela en primera persona, la única en la que el protagonista es un hombre. Como lo conocía bien, pensaba que podía ser él.


En ‘La Ciudad del Fuego’ encontramos una metáfora muy interesante que habla de un reloj de arena, pero no lo hace desde el punto de vista de medidor del tiempo, sino como el aparato que controla el lapso de vida que le queda a uno de los personajes, Michel Cazès. ¿Cómo se le ocurrió esa imagen?

«Oh, I don’t know!» Me encanta que me hayas hecho una pregunta sobre el personaje de Michel. Me gusta mucho la dialéctica que se establece entre la historia personal y la Historia con mayúsculas. Es muy importante recordar que en tiempos de guerra la gente se pone enferma, igual que en tiempos de paz, y también se enamora, ríe y llora. Algunas veces encontramos libros cuya acción se desarrolla a lo largo de una guerra y pensamos que no hay nada más que guerra en todo ese tiempo. Y eso no es así. Por otro lado, la imagen del reloj no sólo se refiere a Michel, sino también al hecho de que a Francia se le termina el tiempo. Sin embargo, Michel no conocerá el desenlace, no lo verá.


¿Detrás de sus novelas históricas, se esconde una Kate Mosse a la que le hubiera gustado ser historiadora?

Me encanta leer Historia y algunas veces se me ha pedido que escriba libros históricos, pero no me interesa reflejar la historia entera, no quiero contar todo lo que ocurre. Lo que me importa es averiguar cómo la gente siente o experimenta la Historia. Hay ocho Guerras de Religión, que se extienden entre los años 1562 y 1598. Son una sucesión de edictos, guerra, edictos, guerra… Claro, no son iguales todas estas guerras, pero lo que me atrae es escribir sobre su inicio y narrar lo que les ocurre a mis personajes.


La última: Kate Mosse ha venido a participar en la I edición del festival Torrent Histórica, ¿por qué son importantes estos encuentros para Vd.? ¿Le importa el «feedback» que le llega de los lectores? ¿Piensa en ellos mientras escribe?

Sí, me interesa mucho el «feedback» de los lectores, pero a estos eventos acudo a encontrarme con ellos y también a verme con otros escritores, cuyas obras desconozco. Es algo maravilloso. Cuando escribo no levanto la vista del papel, no pienso en los lectores, sólo me centro en saber si este personaje funciona, o no, si esta frase está bien, o no, y en decidir qué quiero contar en cada capítulo. Escribir es un proceso bastante técnico y me limito a la novela, pero cuando la termino, levanto la vista y ya estoy lista para verme con los lectores.

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