A sus sesenta y muchos años Harrison Ford no tiene reparos en enfundarse su viejo uniforme de héroe americano y plantar cara, por amor a su modélica familia, a un grupo de cacos malvados capaces hasta de ofrecer chocolatinas de cacahuete a un niño alérgico a estos frutos secos sólo por hacerse con una ingente cantidad de dinero que bien podría ser el presupuesto de la película (sesenta millones de dólares).
El esfuerzo del viejo Indiana Jones resulta admirable, y su interpretación, por descontado, también. El problema está en que por mucho que sus dobles corran, salten o repartan estopa a diestro y siniestro, el paso de los años ya se nota demasiado en su rostro de estrella incombustible, y eso, al igual que le ocurría al actual gobernador de California en la, por otro lado muy interesante, Terminator 3, (o al cada vez más ajado Steven Seagal en sus últimas producciones), redunda en perjuicio de la credibilidad global de la película, cuyos marcadores son ya de por sí bajos gracias a un guión muy artificioso plagado de cabos sueltos y clichés de género.
Con todo, Harrison Ford desprende más vitalidad que una fan histérica de Ricky Martin si se le compara con lo amojamado y achacoso de la fórmula narrativa sobre la que se ha construido Firewall. En un intento vacuo por retomar el cine de acción de finales de los ochenta y buena parte de los noventa, los responsables del film han pasado por la minipimer argumentos, recursos, ideas e incluso diálogos de los grandes hits del thriller de acción de la época en su vertiente de secuestros (37 Horas Desesperadas, Rescate, A la Hora Señalada, Air Force One etc...). Como resultado, han obtenido la papilla de siempre: entretenida pero insustancial, incapaz de aportar nada nuevo salvo el morbo de ver que incluso Harrison Ford envejece mal.
Previsible, impersonal y rutinaria, Firewall fracasa allí donde otra reciente película de similares intenciones, Hostage, con un Bruce Willis también maduro enfrentándose a una tesitura sospechósamente análoga, triunfaba por todo lo alto. La clave: mientras que Hostage se ganaba la simpatía del respetable supliendo su ajustado presupuesto con imaginación, desparpajo y una querencia inequívoca por cierto modo de hacer cine ya en desuso, Firewall se toma demasiado en serio a sí misma e intenta sorprender mediante un guión anquilosado en unas prácticas narrativas sobreexplotadas que ya no cogen desprevenido ni a los aficionados más ocasionales. En otras palabras, si Hostage optaba por la acción sin complejos, la película de Richard Loncraine se empeña en orbitar en torno a un suspense y a una supuesta profundidad psicológica que nunca alcanza a construir. Porque no nos engañemos, Firewall no es más que una peli de buenos y malos para pasar el rato. Que ganen los buenos y pierdan los malos, a estas alturas, no debería sorprender a nadie...