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Herme Cerezo

'Jonathan Strange y el señor Norrell': Una novela con ritmo y vida propios

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Es la primera vez que hago una reseña de una novela sin acabar su lectura. Ignoro si esto es una práctica heterodoxa o no. Tal vez ni siquiera sea aceptable. No importa. Me da igual. Borges decía que si un libro no te enganchaba mejor no perder el tiempo con él. Pero este no es el caso de “Jonathan Strange y el señor Norrell”, una de las mejores novelas que han caído en mis manos en los últimos tiempos. Al menos eso pienso de sus cuatrocientas páginas iniciales. Ignoro cómo serán las cuatrocientas restantes. Tampoco me importa. También me da igual.

Nunca antes me había enfrentado con un texto tan peculiar. “Jonathan Strange...” es un libro con autoridad, una novela que impone su ritmo, que te gobierna. Habitualmente, cuando una novela me gusta, suelo darme atracones – aún a riesgo de perderme cosas – porque quiero recorrerla rápido, desnudar sus secretos, descubrir su final. Sin embargo, con “Jonathan Strange ... “ me resulta imposible leer más de treinta o cuarenta páginas de una sentada. Tal vez, en un supremo esfuerzo, conseguiría meterme palizas de cien páginas y en cinco o seis días todo listo. Pero, ¿valdría la pena hacerlo? Probablemente no. Y encima, por la prisa, me perdería los mil y un detalles que esconden sus páginas, rincón a rincón.

Susanna Clarke, la autora de “Jonathan Strange...”, invirtió diez años de su vida en construirla, imaginarla, contarla y escribirla. Espero que a mí no me cueste tanto leerla, aunque ya llevo dos meses en ello. Y no es que sea una novela aburrida. No, no, todo lo contrario, es interesantísima y brillante ... pero la muy condenada impone su ley, la ley de la paciencia, de la calma, del reposo.

Durante estos dos meses, he devorado varias novelas mientras seguía con la lectura de “Jonathan Strange...”: “Crónicas marcianas” de Bradbury, “Finis Mundi” de Laura Gallego, “El mago” de César Aira” y el cómic “Dust” de la serie del teniente Blueberry. Y, en contra de lo que esperaba, al término de cada uno de estos interludios, he retomado la novelita de marras, he leído otro centenar de páginas, la he vuelto a dejar y he engullido otra distinta con indudable rapidez. Es como un ciclo que se repite incesante. Un ciclo que espero que algún día termine.

“Jonathan Strange...” es una novela que se desliza como el aceite por una tubería, suave, lentamente, sin interrupción. Strange y Norrell llaman tu atención en silencio desde el lugar donde dejaste el libro por última vez. Cuando escuchas sus voces calladas, te detienes, miras sus tapas, ves la silueta del cuervo volando y de nuevo te sientes atraído por ellas. Y cuando te sumerges en sus páginas por enésima vez, percibes como una bienvenida, como un placer inmenso por integrarte de nuevo en sus historias, plácidamente acogido por los centenares de detalles que encierra cada capítulo.

Susanna Clarke parece la heredera directa de Dickens. La época, el tipo de historia, la ambientación, el lenguaje y el ritmo, sobre todo el ritmo, me lo recuerdan. Ella, sin embargo, cuenta en su favor con la tranquilidad. Relata los hechos sin exabruptos, sin sobresaltos. La acción discurre sinuosa, como ese aceite al que aludía antes o como el té de las cinco (con pastas o no, eso lo dejo a su elección). Los personajes, incluso los aparentemente “malos” o pedantes, son pedantes o “malos” suaves, engrasados, atractivos.

No quiero contarles exactamente de qué va la historia, pero el rollo se desenvuelve en torno a la personalidad de dos magos, Mr. Norrell y Jonathan Strange, su discípulo, aparentemente bien avenidos pero sólo aparentemente, porque Norrell es un mago insaciable y celoso, que se considera único en su especie y que desconfía hasta de su sombra. El gobierno británico, acuciado por la lucha interminable contra las tropas napoleónicas, decide, a través del ministro de la Guerra, recurrir a las artes de la magia para derrotar a los gabachos. Y aquí entran en escena Strange y Norrell. Pero antes de que esto ocurra, conoceremos su procedencia, su origen, sus defectos, sus virtudes, sus manías, sus celos profesionales – la rivalidad entre dos magos -, su interés por poseer los mejores libros que existen sobre magia en Inglaterra, el control sobre la información. Completan la atmósfera, la leyenda del Rey Cuervo, un mito legendario hacia el que Norrell observa una especial animadversión y las apariciones de Vinculus, un mago callejero de aparente poca monta. Un novelón, oigan, en resumen.

Extraordinaria, infinita, abismal diferencia entre el mago de Susanna Clarke y el de César Aira al que cité antes. Solamente el trabajo de documentación llevado a cabo por la escritora de Nottingham, ya supera las elucubraciones del escritor argentino. Susanna Clarke, además, juega con el propio relato y con las anotaciones al margen, algo que ya han utilizado otros autores como José Carlos Somoza en su “Caverna de las ideas”. Ignoro qué anotaciones son ciertas y cuáles no, pero indudablemente suponen un derroche de fantasía, de inventiva, de mundo interior, de erudición.

Estamos ante una novela que, sin duda, puede convertirse en un libro de culto (que alguien me explique lo que quiere decir eso). No albergo la menor duda. Ah, y no teman enfrentarse a un “tocho” de casi ochocientas páginas. No les va a defraudar, pero recuerden que lo que cuenta en esta obra son los detalles, mínimos, preciosistas, exquisitos.

“Jonathan Strange y el Señor Norrell” es un nuevo éxito de la editorial Salamandra, una de las que mejores títulos presenta al público español, una de las que mejor traduce a los autores extranjeros al castellano. Y gracias a ese trabajo traductor podemos apreciar tantos y tantos matices.

Anímense e hínquenle el diente. “Jonathan Strange y el Señor Norrell” no les va a defraudar. Seguro. Y déjense dirigir por su ritmo cadencioso, suave, no intenten imponer su premura de lector apasionado. Fracasarán. No es esa la mejor manera de leer esta bellísima novela. Ella manda, no lo olviden. Quizá el hecho de que el libro incluya como tema principal la magia tenga algo que ver con este asunto. Pero sólo quizá.

P.S. Cuando lea las cuatrocientas páginas restantes, ya les contaré cómo queda la coa.

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“Jonathan Strange y el señor Norrell”, de Susanna Clarke. Col. Narrativa. Editorial Salamandra. 1ª edición septiembre 2005; 2ª edición, octubre de 2005. 23,00 euros.

'Jonathan Strange y el señor Norrell': Una novela con ritmo y vida propios

Herme Cerezo
Herme Cerezo
martes, 1 de agosto de 2006, 23:01 h (CET)
Es la primera vez que hago una reseña de una novela sin acabar su lectura. Ignoro si esto es una práctica heterodoxa o no. Tal vez ni siquiera sea aceptable. No importa. Me da igual. Borges decía que si un libro no te enganchaba mejor no perder el tiempo con él. Pero este no es el caso de “Jonathan Strange y el señor Norrell”, una de las mejores novelas que han caído en mis manos en los últimos tiempos. Al menos eso pienso de sus cuatrocientas páginas iniciales. Ignoro cómo serán las cuatrocientas restantes. Tampoco me importa. También me da igual.

Nunca antes me había enfrentado con un texto tan peculiar. “Jonathan Strange...” es un libro con autoridad, una novela que impone su ritmo, que te gobierna. Habitualmente, cuando una novela me gusta, suelo darme atracones – aún a riesgo de perderme cosas – porque quiero recorrerla rápido, desnudar sus secretos, descubrir su final. Sin embargo, con “Jonathan Strange ... “ me resulta imposible leer más de treinta o cuarenta páginas de una sentada. Tal vez, en un supremo esfuerzo, conseguiría meterme palizas de cien páginas y en cinco o seis días todo listo. Pero, ¿valdría la pena hacerlo? Probablemente no. Y encima, por la prisa, me perdería los mil y un detalles que esconden sus páginas, rincón a rincón.

Susanna Clarke, la autora de “Jonathan Strange...”, invirtió diez años de su vida en construirla, imaginarla, contarla y escribirla. Espero que a mí no me cueste tanto leerla, aunque ya llevo dos meses en ello. Y no es que sea una novela aburrida. No, no, todo lo contrario, es interesantísima y brillante ... pero la muy condenada impone su ley, la ley de la paciencia, de la calma, del reposo.

Durante estos dos meses, he devorado varias novelas mientras seguía con la lectura de “Jonathan Strange...”: “Crónicas marcianas” de Bradbury, “Finis Mundi” de Laura Gallego, “El mago” de César Aira” y el cómic “Dust” de la serie del teniente Blueberry. Y, en contra de lo que esperaba, al término de cada uno de estos interludios, he retomado la novelita de marras, he leído otro centenar de páginas, la he vuelto a dejar y he engullido otra distinta con indudable rapidez. Es como un ciclo que se repite incesante. Un ciclo que espero que algún día termine.

“Jonathan Strange...” es una novela que se desliza como el aceite por una tubería, suave, lentamente, sin interrupción. Strange y Norrell llaman tu atención en silencio desde el lugar donde dejaste el libro por última vez. Cuando escuchas sus voces calladas, te detienes, miras sus tapas, ves la silueta del cuervo volando y de nuevo te sientes atraído por ellas. Y cuando te sumerges en sus páginas por enésima vez, percibes como una bienvenida, como un placer inmenso por integrarte de nuevo en sus historias, plácidamente acogido por los centenares de detalles que encierra cada capítulo.

Susanna Clarke parece la heredera directa de Dickens. La época, el tipo de historia, la ambientación, el lenguaje y el ritmo, sobre todo el ritmo, me lo recuerdan. Ella, sin embargo, cuenta en su favor con la tranquilidad. Relata los hechos sin exabruptos, sin sobresaltos. La acción discurre sinuosa, como ese aceite al que aludía antes o como el té de las cinco (con pastas o no, eso lo dejo a su elección). Los personajes, incluso los aparentemente “malos” o pedantes, son pedantes o “malos” suaves, engrasados, atractivos.

No quiero contarles exactamente de qué va la historia, pero el rollo se desenvuelve en torno a la personalidad de dos magos, Mr. Norrell y Jonathan Strange, su discípulo, aparentemente bien avenidos pero sólo aparentemente, porque Norrell es un mago insaciable y celoso, que se considera único en su especie y que desconfía hasta de su sombra. El gobierno británico, acuciado por la lucha interminable contra las tropas napoleónicas, decide, a través del ministro de la Guerra, recurrir a las artes de la magia para derrotar a los gabachos. Y aquí entran en escena Strange y Norrell. Pero antes de que esto ocurra, conoceremos su procedencia, su origen, sus defectos, sus virtudes, sus manías, sus celos profesionales – la rivalidad entre dos magos -, su interés por poseer los mejores libros que existen sobre magia en Inglaterra, el control sobre la información. Completan la atmósfera, la leyenda del Rey Cuervo, un mito legendario hacia el que Norrell observa una especial animadversión y las apariciones de Vinculus, un mago callejero de aparente poca monta. Un novelón, oigan, en resumen.

Extraordinaria, infinita, abismal diferencia entre el mago de Susanna Clarke y el de César Aira al que cité antes. Solamente el trabajo de documentación llevado a cabo por la escritora de Nottingham, ya supera las elucubraciones del escritor argentino. Susanna Clarke, además, juega con el propio relato y con las anotaciones al margen, algo que ya han utilizado otros autores como José Carlos Somoza en su “Caverna de las ideas”. Ignoro qué anotaciones son ciertas y cuáles no, pero indudablemente suponen un derroche de fantasía, de inventiva, de mundo interior, de erudición.

Estamos ante una novela que, sin duda, puede convertirse en un libro de culto (que alguien me explique lo que quiere decir eso). No albergo la menor duda. Ah, y no teman enfrentarse a un “tocho” de casi ochocientas páginas. No les va a defraudar, pero recuerden que lo que cuenta en esta obra son los detalles, mínimos, preciosistas, exquisitos.

“Jonathan Strange y el Señor Norrell” es un nuevo éxito de la editorial Salamandra, una de las que mejores títulos presenta al público español, una de las que mejor traduce a los autores extranjeros al castellano. Y gracias a ese trabajo traductor podemos apreciar tantos y tantos matices.

Anímense e hínquenle el diente. “Jonathan Strange y el Señor Norrell” no les va a defraudar. Seguro. Y déjense dirigir por su ritmo cadencioso, suave, no intenten imponer su premura de lector apasionado. Fracasarán. No es esa la mejor manera de leer esta bellísima novela. Ella manda, no lo olviden. Quizá el hecho de que el libro incluya como tema principal la magia tenga algo que ver con este asunto. Pero sólo quizá.

P.S. Cuando lea las cuatrocientas páginas restantes, ya les contaré cómo queda la coa.

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“Jonathan Strange y el señor Norrell”, de Susanna Clarke. Col. Narrativa. Editorial Salamandra. 1ª edición septiembre 2005; 2ª edición, octubre de 2005. 23,00 euros.

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