¿Legítimo heredero de John Woo?, ¿estandarte del fluctuante cine hongkonés post-colonial?, ¿cineasta de la evasión o director realista?... Mucho se ha dicho sobre las películas de Johnnie To y su influencia en el último cine oriental desde que en 2004 Breaking News, su penúltima película, irrumpiese entre la crítica con la misma fuerza que un poema de John Milton. Desde entonces se han escrito ríos de tinta sobre el realizador, y ahora Election, su último trabajo estrenado en Sitges, nos da la oportunidad de conocer un poco mejor su obra.
Uno de los temas más apasionantes de las Tríadas es su origen ancestral, el porqué de su jerarquía, su funcionamiento interno y sus objetivos -medios y fines- así como la elección de sus mandamases. De esto se ocupa Johnnie To, de la lucha entre Lok y Big D, los dos máximos candidatos para presidir una sociedad que, irremediablemente, pasa de la tradición a la modernidad con los nuevos tiempos y las nuevas caras. La tradicional votación democrática entre los miembros principales ya no se respeta, y lo único que quieren uno y otro bando es el poder para controlar la ciudad, la droga para traficar y el dinero para pagarse sus putas. Ya no hay dinastías ni represiones ni ideales de ninguna clase salvo la darwiniana búsqueda de la fuerza para alzarse con el cetro -perecedero- del poder.
Johnnie To filma la lucha en primeros planos, moviendo la cámara de un lado a otro y ampliando nuestros ignorantes horizontes occidentales con una didáctica sin desperdicio: los personajes hablan del número de miembros que componen las sociedades, la policía explica la imposibilidad de su eliminación, se nos detallan sus depravadas acciones y sucios negocios... pero ahora los que actúan del lado de la ley ya no son tan ineptos como en Breaking News y se dedican simplemente a arrastrar su pasividad con varias detenciones e intentos infructuosos de diálogo.
Election va dirigida a un prototipo de aficionado muy concreto, en mi opinión lejos de los amantes de la acción americana o del thriller sofisticado tipo Grisham-Le Carré, emparentado con los clásicos de Scorsese más que con las últimas producciones de cine coreano. Lo que quiero decir es que la violencia explícita acude a la película con mucha dureza, pero no una violencia artificiosa (James Wan, Park Chan-Wook), sino que va más en la línea de Uno de los nuestros o Casino, planteándose un futuro que rompe con el pasado y una concepción pesimista en cuanto al (im)posible cese de las actividades de estas mafias.
Para quien tenga estómago Johnnie To ha construido una película inteligente y áspera, que algunos verán como evasión y otros como denuncia. Dos visiones complementarias de un realizador ecléctico.