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Me viene a la memoria una de las películas que siempre me han marcado: “El Planeta de los Simios”. Antes de que el astronauta Taylor, Charlton Heston, se diera de bruces con los restos de la Estatua de la Libertad, el doctor Zaius, Maurice Evans, le advirtió a través de una de las leyendas, lo que el legislador de los simios había escrito como recuerdo de anteriores y extintas civilizaciones humanas: “Tengan cuidado de la bestia humana pues es el instrumento del diablo.
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un vicio que corrompe tanto al individuo como a la sociedad en general, a saber, la codicia entendida como un deseo incontrolado de acumular bienes materiales o poder a toda costa, destruyendo así la capacidad de disfrutar todo aquello que sea esencial en la vida.
Allá por los años sesenta del siglo XX, en el contexto de la España del desarrollismo, publicó Díaz Plaja un ensayo de éxito, titulado “El español y los siete pecados capitales”. Al de la envidia se le dio el papel de intérprete principal. El autor relacionaba, según se desprende de su obra, la aludida pulsión con una supuesta idiosincrasia española, y temo que se trata de una índole asaz universal.
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