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Como anuncié en mi anterior artículo, también creo en la Iglesia, la que anunció Jesucristo y difundieron por el mundo aquellos rudos pescadores de Galilea, pero sin arreglos ni maquillajes, la que sigue el impulso del Espíritu Santo, dispuesto siempre a repartir sus dones, aunque muchos no quieran recibirlos para poder seguir sus propias ideas.
Somos pecadores porque nos va bien, pensamos que nadie lo notará. Pero los justos juzgarán a los que no lo son, no habrá cárcel pero sí cadena perpetua de esclavitud y pena. Lo haremos todos los días, yo también seré juzgada pues soy mala y moriré de dolor cuando me de, por fin, cuenta.
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