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El filósofo alemán Knigge, en su libro Sobre egoísmo y gratitud del año 1796, establece que el sentido común ha de dirigir la conducta humana. Escribe que “Cada persona vale tanto en este mundo como ella misma se hace valer”. En efecto, los méritos de las personas son algo objetivable y cuantificable.
La controversia sobre lo que se denomina meritocracia va más allá de lo que pueda sugerir una primera, y ligera, mirada. El asunto lleva aparejados raciocinios y emociones, así como rutinas y predilecciones, que rebasan el aspecto superficial de un posible debate.
El esfuerzo es básico en los comportamientos personales no solamente en el ámbito privado, también en la actitud pública y profesional. Generalmente, a mayor esfuerzo mayores resultados. Esto se cumple en todo lo que hacemos, especialmente en el campo de la creatividad. En una sociedad digital cada vez más basada en el dinero y en la superficialidad parece que la cultura y el arte quedan en un tercer plano y no debería ser así.
En el día de la presentación del Club Balonmano Mislata, tuvo lugar la entrega de diplomas de las Becas HAM otorgadas a los jugadores por méritos deportivos y académicos. Las becas HAM son una iniciativa creada por el Club Balonmano Mislata para premiar aquellos jugadores que se esfuerzan por compaginar deporte de alto rendimiento con unos muy buenos resultados académicos.
Hace 75 años se aprobó la Medalla al Mérito en el Ahorro por la Orden de 1 de febrero de 1947. Se trata de una medalla de carácter civil con el foco puesto en las cajas de ahorro. Esta condecoración tiene el objetivo de «recompensar el esfuerzo, la abnegación, el espíritu de sacrificio, la inteligencia y la constancia que el ahorro representa en la vida individual y social», señala el artículo 2 de la Orden de 1 de mayo de 1947, normativa que aprueba el reglamento de su concesión.
A lo largo de estos días hemos oído hablar mucho de la meritocracia. Dice el diccionario que meritocracia es “Sistema de gobierno en el que el poder lo ejercen las personas que están más capacitadas según sus méritos”. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Cuáles son los baremos que rigen para determinar la capacidad suficiente y necesaria para detentar el poder? Aquí surge el problema.
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