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El tiempo es la esencia de la vida. Todos los filósofos se han ocupado de explicar lo que es la temporalidad. Desde Aristóteles que decía que es la medida del movimiento hasta Heidegger que titula su obra más importante Ser y tiempo. Incluso San Agustín escribió que si no se lo preguntaban sabía entender lo que realmente era, pero no era capaz de explicarlo. Aunque reconocía que si nada pasara, no habría tiempo.
Quería ser cantante de folk en tu ciudad Cuyo cabello arrugado vuela en el aire primaveral Deseando tocar el cielo y la casa de Dios, Al menos de la misma manera que una cometa espiritual o Un Ulises en el cielo posmoderno del polígrafo de palabras.
En un mundo “atornillado” por los poderes fácticos transnacionales, el individuo, “nacido sin pedirlo y en un lugar no elegido”, comienza a querer comprender muchos “por qué”.
Schelling da una extraordinaria significación y valor al arte como expresión de la filosofía. Existe, a su juicio, una vinculación profunda entre arte y filosofía en todas sus dimensiones. En relación con esto escribe en su libro Sistema del Idealismo trascendental: «Así pues, lo que nos aparece más allá de la conciencia como mundo real y en la esfera de la conciencia como mundo ideal o como mundo del arte, también son productos de una y la misma actividad».
Esta filósofa nació en Hannover en 1906 y falleció en 1975. Se doctoró en Filosofía en Heidelberg en 1928 con la tesis El concepto de amor en San Agustín que se publicó al año siguiente. Imparte conferencias en diversas universidades del mundo.
Ante esta atmósfera de desconciertos, donde se mantienen las apariencias y se acrecienta el soplo hipócrita, urge tener el valor de interrogarse así mismo, al menos para poder revertirse de otros anhelos y calmar la innata sed en nuestras entrañas.
Su estilo como escritor y pensador es claro, preciso y descriptivo. No exento de energía y vigor en sus frases. Con sus ensayos, obras teatrales y novelas pone ante los ojos y la mente las angustias y desencantos propios de buena parte del siglo XX. Los temores humanos, la falta de sentido de todo y lo absurdo del mundo aparecen continuamente en sus novelas y también en el resto de sus ensayos y escritos.
Es un suspiro, un parpadeo, una brizna de tiempo el instante que separa el pensamiento de la acción, y, sin embargo, en tan breve espacio, caben mil vidas. Porque a veces da miedo decidir. Decidir supone descartar vidas que ya nunca serán pero que quedarán ahí, abortos de existencias que tal vez nos pedirán cuentas en nuestras pesadillas.
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