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Necesitamos trascender, sentirnos en movimiento, confluir sendas, reencontrar espacios, peregrinar por este mundo que es de todos y de nadie en particular, sentirnos libres, renovarnos de aires, hallarnos reunidos en ese andar espiritual y físico. Nunca es tarde para el retorno al verso, para peregrinar por la vida de otra manera más auténtica.
Está visto que la unidad y la unión es el gran recurso para construir la concordia, de la que estamos tan necesitados. El auténtico diálogo entre culturas diversas, no siempre fermentado en la verdad, consta de la mejor táctica de certeza hacia el camino de la paz. No lo olvidemos y hagámoslo presencia cada amanecer.
La Iglesia para conceder “indulgencia plenaria” impone tres condiciones: Confesión sacramental, Comunión eucarística y Rezar por las intenciones del Santo Padre.
Hay infinidad de trechos repartidos entre los pensamientos que a uno le sobrevienen a lo largo de su existencia; ni el propio protagonista consigue eliminarlos, porque las ideas vuelan con rumbos imprevistos y la ilación se pierde con frecuencia. Pues bien, a la hora de expresarlos no menguan los problemas, se incrementan; es complicado eso de saber decir aquello que pensamos aplicado a cada ocasión.
Necesitamos, pues, de otras estéticas para ahuyentar las miserias y poder tolerarnos. Ciertamente, la tolerancia de uno mismo ayuda a disculpar los defectos y también a hacer nuevos propósitos de obediencia y consideración, que tanto escasea entre nosotros. En todo tenemos que tomar una mayor cognición que, sin duda, permitirá poner remedio a tantos males que nos sobrecogen a diario.
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