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Víctor Corcoba
Algo más que palabras
Víctor Corcoba
No importan las riquezas, lo que nos incumbe es que cada niño, al venir a este mundo de todos y de nadie en particular, sea acogido por el calor de sus progenitores

Necesitamos comprensión de hogar, máxime en un tiempo donde las familias son muy heterogéneas; ya que los diversos vínculos suelen sentir y vivir de manera distinta, además de que los espacios sean muy diferentes, pues aún se silencian voces en muchos de ellos, imperando el ordeno y mando, sin apenas diálogo alguno.

Lo prioritario, es hacer las paces. Ya no sólo con nosotros mismos, también con aquello que nos rodea, puesto que está cargado de subsistencia. Sin el sostén que brinda la naturaleza, no podemos avanzar

Lo importante es caminar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. La vida, por si misma, es una dependencia existencial, que nos llama a ocuparla de modo armónico. Sin embargo, las acciones humanas surgen de la iluminación o de la ignorancia. Esto es lo que tenemos que trabajar, haciéndolo con la energía del corazón y con la actitud de análisis de la mente, para no caer en la deshumanización e inhumanidad de los tiempos actuales.

Precisamos más socorristas que nunca hacia los necesitados, aquellos que tienen problemas familiares y no saben con quién hablar, o a qué puerta llamar, porque la cobardía se lo impide o han perdido la ilusión por vivir

Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.

El futuro es nuestro y debemos trabajarlo, cada cual consigo mismo, en un deseo de contribuir a la construcción del bien colectivo, poniendo fin al derramamiento de sangre

La manipulación sin escrúpulos está a la orden del día, en muchos países. Siempre lo ha estado, pero de un tiempo a esta parte, todo se mueve bajo un control interesado, debilitando la vida democrática y censurando, tanto a ciudadanos como a instituciones. No sólo se rompen vínculos, también se quiebra la libre comunicación, con lenguajes corrompidos, que suelen dejarnos en el escándalo permanente.

Tenemos que cambiar de traje vivencial, con una legítima conversión del corazón, que es como se pueden generar procesos de entendimiento. Ahora bien, no se debe imponer nada, todo hemos de proponerlo, porque nadie tiene la verdad absoluta, lo que nos exige una búsqueda incesante de vías justas y humanas, sin obviar los derechos y las responsabilidades que tenemos.

Reconstruir la confianza y modificar el estilo de movimientos, debe ser nuestro afán y desvelo. De entrada, me emocionan esas gentes que son forjadores de humanidad, que cultivan tanto el buen decir como el obrar, en su itinerario viviente. Andamos necesitados de ternura, pues activemos la corrección.

Todo hay que trabajarlo en comunión y en comunidad, con un nuevo estilo cooperante entre al menos tres Estados, sin obviar el buen talante inteligente, lo que facilitará el entendimiento inclusivo y el brío solidario. Desde luego, el marco multilateral por excelencia hoy en día, se sustenta en la Carta de las Naciones Unidas.

La singularidad que todos poseemos, se conjuga a través de la interioridad vivencial y de la intencionalidad expuesta, a través de la voluntad, modulando y modelando un hálito reintegrador de pulsos y mente, de forma activa, para la reconstrucción de nuevas rutas. Nada permanece, todo está sometido al avance social, lo que requiere de cierta audacia para llegar a buen puerto.

La realidad nos implica y compromete a todos, cada cual desde su situación y quehacer cotidiano. Absoluto respeto a la diversidad, mediante la promoción de la alianza y el compromiso con el hábitat que nos circunda. Obviamente, tenemos que sustentarnos entre sí, a través de una mirada global, aparte de cultivar el buen ánimo sin distinción alguna y engendrar otro espíritu más armónico, para que nadie se sienta excluido o favorecido por su identidad concreta.

Tenemos que aprender a valorar nuestra personal existencia; y, así, cada día debe ser un motivo de realización mística y una motivación plena de esperanza. Lo importante no es atesorar nada, sino marchar unidos para poder reencontrarnos entre sí, junto a los demás.

Las pausas del camino son tan necesarias como el pan de cada día que nos llevamos a la boca. Necesitamos hacer silencio para rehacernos y corregirnos, para saborear los instantes vivenciales y compartirlos con el horizonte de los sueños. Sin duda, tenemos que aprender a querernos mucho más. El fruto de la verdad sólo germina de la bondad, del servicio que nos prestemos unos a otros, de la entrega desinteresada que nos ofrezcamos entre sí.

Todo exige entrega y generosidad, tanto para remover corazones de piedra como para poner orden en nuestro itinerario viviente. Las circunstancias del momento, con el aluvión de conflictos, injusticias e inseguridades, igualmente nos llaman a suscitar una cultura de paz, utilizando el abecedario del amor y el pulso de la cognición. 

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