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‘The Economist’ destaca que “las conversaciones sobre el conflicto catalán están a punto de comenzar” por “las tensiones no resueltas”

domingo, 5 de diciembre de 2021, 10:56 h (CET)

MADRID, 05 (SERVIMEDIA)


El semanario británico ‘The Economist’ advierte en un artículo publicado en su último número que “las conversaciones sobre el conflicto catalán están a punto de comenzar” por “las tensiones no resueltas sobre cómo organizar un país diverso”.


El artículo de la publicación británica comienza resaltando que actualmente “hay muchas menos esteladas” en los balcones de Barcelona y que “el ambiente en la segunda ciudad de España es más relajado que en cualquier otro momento desde que los políticos nacionalistas de Cataluña comenzaron hace una década una campaña por la independencia de una de las regiones más grandes y ricas del país”.


En este sentido, añade que, tras los tensos acontecimientos de los años anteriores, “la pandemia intensificó la sensación de agotamiento y la confrontación finalmente está dando paso a la distensión”, y recuerda que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, indultó a los políticos presos catalanes “en un esfuerzo por calmar las emociones”.


En este contexto, el semanario indica que Sánchez y el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, “iniciarán conversaciones sobre el futuro de Cataluña la semana que viene” y, tras apuntar que “los más realistas entre los separatistas saben que exageraron en una región que está profundamente dividida y donde la independencia nunca ha tenido una mayoría clara”, añade que “las conversaciones no serán rápidas ni fáciles”.


Sobre las negociaciones, el artículo destaca que Aragonès tiene dos demandas. Por un lado, la amnistía total para los políticos fugados por el procés y, por otro, la celebración de otro referéndum, esta vez con el acuerdo del Gobierno.


Además, ‘The Economist’ se hace eco de unas declaraciones del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol en las que éste afirmó que el movimiento separatista "no es lo suficientemente fuerte para lograr la independencia, pero va a crear un problema muy serio para España".


FEDERALISMO ASIMÉTRICO


El semanario británico explica que España “destaca en Europa occidental por la fuerza de sus nacionalismos periféricos”, indicando que el nacionalismo catalán, el vasco y el gallego se remontan al siglo XIX, cuando “el Estado español era demasiado débil para imponer una lengua y una cultura uniformes, como sucedió en Francia”. Asimismo, subraya que estas fuerzas nacionalistas “fueron brutalmente reprimidas durante la larga dictadura de Francisco Franco”, pero agrega que “la Constitución democrática de 1978 pareció haber resuelto el problema para siempre, con una descentralización administrativa radical”.


En este punto, el artículo subraya que los redactores de la Constitución “optaron por un federalismo asimétrico, abierto y de facto” pero “al necesitar votos adicionales en el Parlamento nacional, los gobiernos socialistas y conservadores entregaron cada vez más poderes a los nacionalistas vascos y catalanes, que querían el reconocimiento de la larga historia de sus regiones, en lugar de ser tratados como nuevas unidades administrativas como La Rioja o Murcia”.


A este respecto, el semanario considera que “el sistema funcionó bien siempre que hubiera dinero y buena voluntad política”, pero “desde la crisis financiera de 2007-09, ambos se han secado”, dando lugar a “tres movimientos populistas sucesivos”. En primer lugar, se refiere al “populismo identitario” en la adopción del separatismo por parte del nacionalismo catalán. En segundo lugar, menciona a Podemos, a quien sitúa “en la extrema izquierda” y sobre quien indica que “rechaza partes de la Constitución” y “está a favor de una España confederal”. Y en tercer lugar, se refiere a Vox, que “ha surgido por el extremo derecho” y “quiere la recentralización”.


El artículo recoge unas declaraciones de Juan José López Burniol, descrito como “abogado cercano a los empresarios catalanes”, y que señala a ‘The Economist’ que un posible compromiso entre el Gobierno y la Generalitat “incluiría el reconocimiento de Cataluña como nación en términos culturales pero no políticos; un tope a las transferencias fiscales al fondo común; una agencia tributaria compartida; y reforzar los poderes del gobierno regional sobre educación, políticas lingüísticas y cultura, incluidos los medios públicos en lengua catalana”, para posteriormente presentar “este paquete a los votantes en un referéndum”.


Por el contrario, el artículo señala que los socialistas catalanes “son mucho más cautelosos” y que su líder, Salvador Illa, cree que las conversaciones deberían centrarse en la reforma de los arreglos fiscales.


De esta forma, el semanario considera que “hay tres obstáculos” a un acuerdo. En primer lugar, advierte que “cualquier acuerdo necesita la aquiescencia del PP, que gana pocos votos en Cataluña pero se beneficia del sentimiento antiseparatista en otros lugares y quiere diluir el uso del catalán en las escuelas”. En segundo lugar, apunta que “Esquerra y los votantes separatistas tardarán años en aceptar un compromiso”. Y, en tercer lugar, subraya que “el resto de España no es un espectador pasivo”, citando a continuación unas palabras del presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, afirmando que “no podemos permitir que el diálogo sobre Cataluña organice la cuestión regional en España".


Sin embargo, el artículo también indica que “hay consenso entre las regiones periféricas, incluida Cataluña, en que el ‘statu quo’ beneficia sobre todo a Madrid”, cuyo PIB es superior al de Cataluña desde 2018, entre otras razones, porque “Madrid, que alberga a casi todas las agencias estatales y es el centro de transporte de España, se ha beneficiado desproporcionadamente de la globalización”.


Por todo ello, ‘The Economist’ concluye que “si España comenzara de cero, la mejor respuesta a sus enigmas regionales sería el federalismo al estilo alemán”, para acto seguido considerar que ”hay pocas posibilidades de que eso suceda” y que “el conflicto que divide Cataluña en dos no tiene solución definitiva”, por lo que para finalizar pide “un compromiso imaginativo” porque “el éxito futuro de España bien puede depender de ello”.


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