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Etiquetas:   Política

Los que se van y los que deben irse

Fernando Jáuregui
miércoles, 1 de febrero de 2023, 08:00 h (CET)
MADRID, 31 (OTR/PRESS) Siempre he sentido aprecio, pese a muchas cosas, por Odón Elorza, ese ex alcalde de San Sebastián que gusta(ba) de actuar como un verso suelto, que jugó un papel importante en la reconquista del poder por Pedro Sánchez y que ahora, señalando que sus ideas "hoy no resultan útiles en el PSOE", abandona el escaño y la política, aunque no la militancia socialista.

Quizá Elorza, náufrago en esta nueva y complicadísima era política, ya no tenía sitio entre sus acomodados compañeros en el grupo parlamentario; seguramente es, era, el último superviviente de otra era. En la España antropófaga de generaciones políticas enteras nadie que lleve más de dos décadas en política tiene el cuello asegurado. Elorza, a quien dedico un respetuoso adiós por su independencia dentro de la dependencia partidista, era un ejemplo de una especie cada día más infrecuente: los políticos que dicen lo que se les pasa por la cabeza. Y eso se paga caro. Él se va: otros deberían irse.

Vivimos una época de oportunismos políticos -véase la carrera en pelo en Ciudadanos- y de empecinamientos inflexibles. Supongo que a Pedro Sánchez le haría mucha más ilusión la marcha de Irene Montero de su Gobierno que la de Elorza de su grupo parlamentario, que en el fondo le importa una higa. No sé si el presidente se decidirá algún día a deshacerse de su incómoda ministra de Igualdad, que tanto agujero está causando a la gobernabilidad; escucho rumores para todos los gustos, veo lo que dicen los sondeos sobre la popularidad de ministros y ministras y constato que, en la vida privada, la supervivencia laboral de algunos de ellos/as sería impensable. Pero los designios de Sánchez son inescrutables.

A Sánchez, a quien parece que le duele poco la marcha de quienes más le ayudaron a auparse -a algunos les ha cortado la cabeza política personalmente- da la impresión de que le cuesta mucho mover piezas en la coalición que forzó hace un poco más de tres años -y ¡qué tres años!, dijo él-, y estoy seguro de que sabe muy bien lo que le cuesta un desgaste electoral y lo que no. El rifirrafe sobre el 'sí es sí' empieza a ser demasiado tóxico, como lo son las consecuencias de la reforma de la malversación o un posible retorno de Puigdemont a tierras catalanas. Pero él sabe, o cree, que el ex president de la Generalitat fugado no va a volver, diga lo que diga el Tribunal Europeo, porque si vuelve Sánchez puede considerar perdidas desde ya las elecciones. Y confía en que lo de los incómodos `socios' de Podemos vaya amainando y se vaya difuminando, como ha ocurrido con el indulto a los del 'procés', la sedición, la toma del Tribunal Constitucional... El olvido de los españoles es largo, saben en La Moncloa.

Así que no espere Odón Elorza lágrimas de quien no las derramó ni por Carmen Calvo, ni por Iván Redondo, ni por José Luis Ábalos. Las implacables campañas electorales puede que eleven a algunos, pero arrasan con muchos más. Y Elorza, que había perdido las primarias para ser candidato a la alcaldía donostiarra, se había movido demasiado como para seguir saliendo en la foto. Ha sido él mismo quien se ha salido del grupo uniforme al que retrataban. El PSOE se ha convertido en un partido demasiado personalista, sin aristas, matices ni discrepancias. Su marcha es algo mucho más significativo de lo que inicialmente podríamos pensar: este PSOE nada tiene que ver con el del veterano Odón.

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