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Etiquetas:   Política

Aunque sea 'puente', Sánchez trabaja mucho

Fernando Jáuregui
sábado, 10 de diciembre de 2022, 08:00 h (CET)
MADRID, 9 (OTR/PRESS) En pleno puente festivo, con las Navidades a la vista, que eso distrae mucho, el Gobierno de Pedro Sánchez, o más bien Esquerra Republicana de Catalunya con la ayuda de Pedro Sánchez, dio el paso decisivo para reformar el Código Penal en lo referente a la sedición, tocando, de paso, de manera algo confusa, el delito de malversación. Un triunfo sin duda para Oriol Junqueras, el inteligente dirigente de ERC que pilota, en realidad, la Generalitat y en cierto modo también extiende su influencia al Gobierno central.

Este viernes ha sido una jornada de órdago y de órdagos: no solamente se han pactado con ERC las enmiendas a la reforma del Código Penal entre los aliados de Pedro Sánchez, sino que el Gobierno ha impulsado la reforma de dos leyes orgánicas, la del Poder Judicial y la del Tribunal Constitucional, para forzar, yo creo que quizá al margen de la Constitución, la entrada en el máximo órgano de apelación de los dos magistrados propuestos por el Ejecutivo, el exministro de Justicia Juan Carlos Campo y una ex funcionaria de La Moncloa, Laura Díez. Dos personajes sin duda respetables pero por muchos motivos nada idóneos para ocupar dos puestos en el importantísimo TC.

Le ahorraré a usted los vericuetos leguleyos que hicieron que ambas reformas, tan polémicas, coincidiesen en un viernes de 'puente' y se vayan a tramitar con la máxima urgencia para que todo quede atado y bien atado ante de finales de este mes, de manera que 2023 se inicie libre de 'ñapas' y de manejos. Solo me gustaría que supiese usted que se abusa de la interpretación de la Constitución, se daña a la separación de poderes, se maltrata a la seguridad jurídica, se ponen en marcha consensos 'contra natura' que aprueben innecesarias leyes que solo tratan de reforzar esa alianza de extraños compañeros de cama y se exhala un aroma a apropiación por el Ejecutivo de demasiadas parcelas del Estado.

Conste que ni por asomo comparto visiones catastrofistas que hablan de golpe institucional o constitucional: no ha faltado quien quiera comparar a Pedro Sánchez con el golpista peruano Pedro Castillo. Ya decía Tayllerand que todo lo excesivo se convierte en irrelevante, y sin duda se ha alzado el grito con un volumen y en una dirección desenfocados. Lo que Pedro Sánchez cree que está haciendo no es facilitar la independencia de Catalunya, como dicen sus críticos extremos, sino intentar cerrar acuerdos con la Generalitat a cambio de que la ahora dominante Esquerra Republicana se comprometa a levantar el pie del acelerador del 'procés' independentista.

Lo que ocurre es que Sánchez está cediendo demasiado, en terrenos que habrían de ser innegociables, sin transparencia y, encima, de manera chapucera (y no es la primera vez que un bodrio se aprueba en el Consejo de Ministros, como usted sabe). A base de abrir demasiados cajones a la vez, se está metiendo en un lío de mil diablos. Un lío que en su día le será reprochado por la oposición (cuando se coordine lo bastante), por los medios (parte de los cuales ya lo están haciendo, con más o menos estridencias), por los jueces (cuando dejen de jugar a la militancia de izquierdas y derechas), por la ciudadanía (hoy en modo confusión, que es algo que desde La Moncloa se favorece), por los 'socios' de Podemos y... por una parte de la militancia y hasta de la dirección socialista. Estos últimos perciben cada día con mayor claridad que toda esta movida para beneficiar a los sediciosos (ya casi ex sediciosos) de Esquerra y de Junts per Catalunya acabará derivando en una merma notable de votos en las urnas del resto de España.

Puedo llegar a presumir la buena voluntad de Sánchez por arreglar, a base de 'conllevancia' (y de cesiones excesivas), el problema político número uno de España, que sigue siendo Cataluña. Digan lo que digan los más acérrimos enemigos del presidente, ni creo ni creeré que actúa para facilitar la secesión de una parte del territorio nacional. Sí, puedo llegar a pensar que Sánchez se mueve por motivos patrióticos incluso por encima de su deseo irrefrenable de ganar las próximas elecciones como sea. Pero aun juzgándole con la mayor inclinación a su favor, no podríamos dejar de reprocharle las chapuzas legales, las explicaciones inveraces, los rodeos torticeros al espíritu y al texto de la Constitución, ese deseo de ganar a cualquier precio, dejando atrás demasiadas promesas, excesivas contradicciones. Y un notable destrozo institucional, que abarca a la función del Legislativo, al sobredimensionamiento del Ejecutivo y al pisoteo del Judicial.

Hay quien dice que todo esto responde a un plan de Sánchez. No lo creo: quien sí tiene un plan es Esquerra Republicana de Catalunya y su ya digo que inteligente líder, que tiene mucha más visión política que el presidente del Gobierno y mucho menos afecto al Estado que este. Claro que habrá consecuencias de todo lo actuado estos días, y algunas de ellas se verán reflejadas en las urnas. Pero las secuelas más importantes se notarán en el cuerpo jurídico de la nación, en el descenso de algunos grados en la temperatura de nuestra democracia, en un mayor desapego de la ciudadanía, que ya ha dejado de creer y hasta de entender a sus representantes.

Y, mientras todo esto ocurría en los vericuetos, no siempre abiertos a todas las miradas, en la Cámara Baja, el hacedor de todo esto aparecía en una 'cumbre' euromediterránea en Alicante, rodeado por Ursula von der Leyen, el portugués Costa y el francés Macron, arrogándose una primer plano en la lucha contra la escasez energética. Es como esos pájaros que ponen los huevos en un sitio y dan los gritos en otro. O como un mago, mejor un ilusionista, lleno de trucos. Que, por unas razones o por otras, acaban saliéndole bien, al menos en este instante, carpe diem. Eso sí, no me digan que, aunque sea 'puente', Pedro Sánchez no trabaja.

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