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Etiquetas:   Política

Desvestir a un santo para vestir a otro

Carmen Tomás
domingo, 3 de abril de 2022, 08:00 h (CET)
MADRID, 2 (OTR/PRESS)El Gobierno es especialista en llegar tarde y mal. La gestión de las crisis no es precisamente su fuerte. A pesar de las lamentaciones de Sánchez el martes en el Congreso, de todos los males bíblicos que lleva "soportando", nuevamente han sido incapaces de afrontar, en esta ocasión, los efectos de la invasión rusa de Ucrania. Otra vez llega tarde y mal, cargando al sector privado y a los particulares el mayor coste de las medidas y creando un caos innecesario. El Gobierno que sacaba pecho del diálogo resulta que no habla con nadie, ni con sus propios socios, ni con la oposición para sacar adelante un decreto lleno de medidas recicladas, mal planteadas e insuficientes que no van a resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos. Por cierto, desde hace meses. No lo supieron hacer en la pandemia, ni lo están haciendo ahora.

La inflación es el peor de los males. Pero, no el único. España es ahora mismo uno de los países más endeudados, con mayor agujero en las cuentas públicas, el que más ha sufrido y el que todo apunta lo va a pasar peor en los próximos meses. Por más que Calviño se empeñe, tampoco este año España recuperará el PIB perdido en el año 2020. Prácticamente ya estamos en una inflación de dos dígitos y seguimos teniendo en las cuentas públicas un agujero cercano al 8%. Hubiera sido un buen momento para plantearse una reducción drástica del gasto público ineficiente y haber podido de esta forma bajar los impuestos tanto al sector productivo como a las familias. En su lugar, ha tomado el camino de seguir machacando a empresas y familias. Los propietarios cargarán con la limitación de los alquileres a sus arrendados, las gasolineras asumirán una parte del coste de la bajada de los carburantes y ya se verá cuando recuperan el dinero adelantado, las ayudas al transporte tendrán que ser aprobadas por Bruselas y los ICO son una invitación a endeudarse. De hecho, de los 16.000 millones de euros anunciados por Sánchez cada día se van cayendo más partidas que realmente procedan de dinero público. Y, por supuesto, nada todavía de uno de los mayores costes que venimos afrontando desde hace casi un año como es el precio de la luz. Eso ya se verá. Igual llega algo para cuando el sol llene nuestros días de luz y el frío se vaya hasta el próximo invierno.

El Gobierno, como digo, no sólo no ha tenido ni un gesto de austeridad, sino que continúa gastando en propaganda o en cambio de coches oficiales o en bonos a sus potenciales votantes como si no hubiera un mañana. Da igual si no convencen a nadie, si les llaman negligentes, malos gestores o trileros. Sánchez sigue con sus viajes, sus ministros haciendo gastos prescindibles y eso sí pidiendo a los ciudadanos que carguen con los costes de su desbarajuste, que gasten menos energía, utilicen la bicicleta y no acaparen productos en los supermercados. Preparar un país, ajustar las cuentas por si vienen mal dadas es una de las características de un buen gobierno, máxime cuando tienes una oficina de prospectiva y más de 750 asesores.

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