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Isaías Lafuente

Isaías Lafuente
sábado, 5 de febrero de 2022, 08:01 h (CET)
MADRID, 4 (OTR/PRESS) Se preveía que la votación para convalidar el decreto de la reforma laboral iba a tener un resultado apretado. Pero ni el guionista más retorcido habría sido capaz de imaginar el fin de la historia: que la reforma estuviera a punto de decaer por el voto de dos diputados de UPN que rompieron la disciplina y votaron contra el acuerdo de su partido y contra la reforma, y que se salvase finalmente gracias al voto favorable de un destacado diputado del Partido Popular, Alberto Casero., que por error votó contra su partido.

El momento estuvo aderezado además por las solemnes palabras de la presidenta del Congreso que, en el plazo de un minuto, dio el decreto por derogado y por aprobado. En el primer momento, fue muy significativa la algarabía del PP y las caras de circunspección de los diputados del PNV y ERC, que habían votado en contra como los populares y Vox, pero no se alegraban de que saliera ese resultado. Seguramente, en sus cálculos, su postura contraria se amortizaría con el resultado final favorable, y así, todos contentos. Desde el PP y Vox dicen que ayer se produjo un pucherazo. Y desde el PSOE siembran la duda de que el PP haya comprado la voluntad de los dos diputados de UPN. Y ambos partidos deberían amortiguar tales acusaciones para no empañar aún más el nublado espectáculo que ayer se vivió en el Congreso.

El PP, el partido del errático diputado, tiene la legitimidad para llevar el asunto al Tribunal Constitucional, por supuesto. Pero el respeto a las instituciones exigiría que mantuviese un prudente silencio hasta que este se pronuncie y acatar su pronunciamiento. Y mientras tanto, sí que podría ir explicando lo que depende de su negociado. Sería interesante que nos aclarase por qué el diputado Casero, que votaba telemáticamente por estar convaleciente de una enfermedad grave, tuvo una recuperación súbita y pudo presentarse en el Congreso cuando fue consciente de su error. Y por qué, si lo que falló fue el sistema informático, ese fallido sistema le permitió votar sin problema otras resoluciones que se dirimieron en el pleno. O por qué piensa que el voto telemático de un torpe pueda ser rectificado y no tengan ese derecho los parlamentarios que votan presencialmente.

De momento sabemos que el diputado Casero se equivocó, que falló en otras dos votaciones en el mismo pleno, que no es el primero que yerra ni será el último, y que en las ocasiones anteriores no se planteó que quienes fallaron tuviesen una segunda oportunidad. Veremos en qué acaba todo esto. No es difícil vislumbrar cómo seguirá. El PP y Vox seguirán sembrando dudas sobre un hipotético pucherazo, buscando réditos en el estercolero. Aunque si la reforma laboral aprobada ayer tiene efectos positivos en el futuro, yo no descartaría que Pablo Casado reivindique en las próximas generales que salió adelante gracias a un diputado de su partido.

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