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Cuando escribir es un deber

Antonio Pérez Henares
martes, 14 de diciembre de 2021, 08:02 h (CET)
MADRID, 13 (OTR/PRESS) Entiendo como deber periodístico, pues barrunto que la intención es enterrarlo cuanto antes, el seguir escribiendo del intento de exterminio de la lengua castellana, español en el mundo, en Cataluña y en cada vez más territorios españoles. El repulsivo acoso a una criatura de cinco años y a sus padres por exigir que pudiera estudiar ¡un 25!% en ella ha descubierto todas las mentiras y la terrible verdad, que no es otra que impedir sectariamente el aprendizaje de la lengua común del Estado y violar sistemáticamente y por parte de las instituciones de gobierno autonómicas el derecho constitucional de hacerlo.

Habrá que recordar una vez más y hasta un millón de veces si fuera preciso, que lo es, pues ante la contumacia de la falsedad no queda otra que la perseverancia en la verdad, el artículo, el Tercero de nuestra Carta Magna, que reza así: 1 El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2 Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.

Es obvio que el segundo se cumple de manera tan intensa como se vulnera y viola pertinazmente el primero. Porque si algo está ya procazmente claro en Cataluña, y cada en más lugares, es que el derecho a usar la lengua común se pisotea a cada instante y de manera continua. En vez de vez de garantizarlo lo que se hace es prohibirlo. De forma tan obscena que ya no es que se busque el aumentar el uso y difusión de la otra lengua, en este caso el catalán, sino que de lo que se trata es de extirpar la otra y que ni siquiera pueda estudiarse en ella ni ese raquítico 25%. Ni una hora ni un minuto. No se trata de defender ni de cuidar el catalán, de lo que se trata es de impedir y aplastar al castellano.

Esto ha quedado ahora demostrado, negro sobre blanco, lo estaba pero muchos se negaban a verlo tapándose los ojos y los oídos y por supuesto la boca, y ha dejado en cueros las peores vergüenzas de supremacismo, del totalitarismo fanático, de la imposición doctrinaria y del apartheid lingüístico. Ese acoso a esa criatura ha dejado al desnudo la verdadera cara, siniestra, racista, liberticida y fascista, de un nacionalismo exacerbado, paleto, tribal y terrible. Mas alla de sus melifluas proclamas, sus máscaras progresistas e izquierdosas y sus gori-gori victimistas lo que ha emergido es su vesania y el alarde y disposición a emplear su presunto "derecho" de violar los más elementales derechos humanos de todos los demás. Da igual que sea un niño de cinco años, a cuya casa alguno ha llamado a apedrear, o lo de poderse ganar la vida con su trabajo de sus padres, a cuya tienda se ha llamado a bolicotear.

Mención aparte merece el Gobierno de España. La cara B, podemita y la cara A, sanchista. Los unos tienen ya desde hace tiempo comprado todo el doctrinario separatista y nada los diferencia en esto de ellos. Los otrora socialistas protagonizan por su parte una actitud tan miserable y cobarde que resulta aun si cabe más vomitiva. Incapaces de cumplir con su deber, que es la defensa como Gobierno de los derechos de sus ciudadanos, conscientes de que eso les daña entre sus propios electores, se emboscan solapadamente en humos y excusas, para ponerse, al cabo, del lado de quienes los agreden pues sus cargos y poderes dependen de ellos.

La portavoz, la manchega Isabel Rodríguez, de Puertollano, Ciudad Real, por más señas, en un ejercicio de cinismo absoluto se permite decir que ellos están defendiendo la pluralidad de lenguas. O sea, que tomándonos por absolutos imbéciles, pretende hacernos creer que prohibir el castellano y arrinconar a quien quiere estudiarlo y emplearlo es defenderlo y que la imposición implacable de la otra lengua al 100% es un hecho muy plural y progresista. Ah! Y reclama que la oposición se calle porque de esto no debe hablarse. No es algo que tenga interés ni por lo visto merezca crítica.

El escritor Arturo Pérez Reverte, ante la imagen de los manifestantes ante el colegio para intimidar a los "rebeldes" y a avisar de lo que les espera a todo aquel que ose levantar voz y palabra, expuso en las redes su sentimiento de vergüenza por ser español en ciertos momentos. La tenemos muchos pero no de serlo sino de lo que se está perpetrando contra los derechos de todos y de tan impune manera. Y ello es lo que es un deber el denunciarlo y enfrentarlo por todo aquel a quien le quede un hálito de dignidad y hasta en este caso, de humanidad siquiera.

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