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Etiquetas:   Política

Quien siembra vientos

Victoria Lafora
domingo, 25 de abril de 2021, 08:00 h (CET)
MADRID, 24 (OTR/PRESS)Vaya por delante la obviedad de que enviar cartas con amenazas de muerte y balas dentro es un acto delictivo. Un acto que suscita, o debería suscitar, el rechazo y la repugnancia, no sólo de la clase política si no también de toda la sociedad. Pero dicho esto, es precisamente el clima político creado por los actuales dirigentes el que ha propiciado el marco idóneo para que se produzcan estos incidentes guerra civilistas.

El debate en Telemadrid fue una sucesión de descalificaciones. En lugar de propuestas, los candidatos se arrojaron a la cara los muertos de la pandemia sin el menor respeto al duelo de las familias. Y en ese clima, que se viene arrastrando desde la moción de censura a Mariano Rajoy, los que sacan partido son los extremos: Vox y Pablo Iglesias.

No es que la agresividad, las descalificaciones, e incluso los insultos personales sean privativos de esta atroz campaña electoral en Madrid, es que son el día a día de la vida parlamentaria de un país sumido en una de las mayores crisis sanitaria y económica que se recuerdan. Pero, cómo vivimos en tiempos de populismos descontrolados, quienes mejor manejan la exageración y los exabruptos son los que ganan.

La directora de la Guardia Civil (que también ha recibido una carta con una bala y a quien se olvidó mencionar Pablo Iglesias cuando se levantó airado del debate radiofónico)lo explicó con acierto: esta es la consecuencia del clima de polarización y enfrentamiento en el que han convertido la vida política.

Vox, que temía perder su representación en la Asamblea de Madrid, y que tiene a su líder desgañitándose de mitin en mitin, apoyado en una repugnante campaña contra los menores inmigrantes no acompañados, ha encontrado su asidero en monopolizar el debate en su enfrentamiento con Iglesias. Ambos han encontrado la forma de volver a ocupar las portadas de todos los medios de comunicación cuando sus alegatos parecían no interesar ya a nadie.

Edmundo Bal, que reclamaba a todos que no se levantaran de sus asientos en el debate, debe estar buscando desesperadamente un incidente que le permita robar protagonismo a los dos extremos.

"Pues si no condena, me voy", "pues si es tan valiente, váyase": este es el nivel de dos de los dirigentes que pretenden gobernar la Comunidad y que, tanto si gana la derecha porque Ayuso va a necesitar a Monasterio, como si gana la izquierda porque Gabilondo necesitará a Iglesias, van a dirigir los destinos de los madrileños. Patética, es la única palabra que describe con rigor el desarrollo de esta campaña donde, una vez más, las propuestas de gestión que permitan mejorar vidas, haciendas y convivencia, han sido sustituidas por los ya sabidos epítetos de "rojos" y "fachas".

Solo los votantes "muy cafeteros", que se sientan concernidos por estos apelativos, van a ir con entusiasmo a los colegios electorales. Los demás, los ciudadanos de a pie, seguramente acudirán por ese sentido democrático que han olvidado desde hace ya tiempo quienes pretenden representar al Estado.

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