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Etiquetas:   Política

Sobrecogedor

Isaías Lafuente
viernes, 26 de marzo de 2021, 08:02 h (CET)
MADRID, 25 (OTR/PRESS) El desfile de presidentes, secretarios generales y destacados dirigentes del PP por la Audiencia Nacional, en el proceso que investiga la caja B de esta formación y el cobro de sobresueldos, está siendo desolador. No sólo por la materia investigada, que nos habla de procedimientos corruptos indignos de un partido de gobierno en una democracia, sino por la estrategia seguida por los testigos al negar la mayor, que cobraran esas gratificaciones en negro, y al despejar toda la responsabilidad esgrimiendo la ignorancia de los hechos. Puede ser que pasara, pero si pasó fue cosa del señor Bárcenas y no pasó con ellos, vienen a decir.

Alguno, como Javier Arenas, ha rozado el sainete al argumentar que en el PP habrá otros Javieres, incluso alguno apellidado Arenas, y quizás las siglas que anotó Bárcenas se refieran a alguno de esos otros. Puede que considere que el tribunal y la ciudadanía somos una pandilla de imbéciles, pero en el fondo, con testimonios como este, sólo exhibe su propia condición como tal.

Y es curioso que personajes como Federico Trillo, que al atacar desde la oposición comportamientos de los gobiernos socialistas nos ilustró ampliamente sobre la responsabilidad in vigilando que tienen los responsables públicos, haya olvidado aquellas interesantes lecciones jurídicas y políticas. Porque en el mejor de los casos, dando por buenas sus extravagantes explicaciones y respetando escrupulosamente la presunción de inocencia, sólo cabe deducir que eran un grupo de incompetentes que no se enteraban de nada, algo que quizás no sea delito, pero tiene delito en personalidades que durante años manejaron la caja común de este país.

Y ya es imperdonable que Rajoy niegue la caja B del PP y los sobresueldos cuando la una ya está recogida en una sentencia y los otros están reconocidos por algunos de los receptores. En fin, la justicia dictará sentencia. Y sería alentador que nada fuera como parece, aunque resulta improbable, como lo es que Al Capone sólo fuera un evasor fiscal. Y también nos encantaría poder creer a personalidades tan relevantes, lo que sucede es que son los mismos que nos dijeron que el 11M fue cosa de ETA, que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, que lo del Prestige eran unos hilillos de plastilina, que los militares del Yak 42 fueron enterrados impecablemente identificados, o que el despido del delincuente ya confeso al que ahora niegan y del que reniegan fue en diferido y en forma de simulación. Y claro, cuesta mucho.

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