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Etiquetas:   Política

Felipe VI y Azaña

Antonio Casado
sábado, 19 de diciembre de 2020, 08:00 h (CET)
MADRID, 18 (OTR/PRESS) Atención a la carga simbólica del paso del rey, Felipe VI, por la Biblioteca Nacional donde inauguró la exposición conmemorativa sobre el presidente de la Segunda República, don Manuel Azaña. No puede ser más venturosa. Me refiero a la carga simbólica, no a la malograda experiencia republicana (1931-1939), que también lo fue antes de ser derrotada militarmente.

La feliz circunstancia coincide con una maliciosa campaña que pretende desenterrar la histórica confrontación entre seguidores de una y otra forma del Estado. Tan esforzada como inútil pretensión del tridente subversivo (Iglesias, Rufián, Otegi) es un fijo de los actuales teólogos de la política nacional. Pero la campaña no se libra del olor a naftalina. Solo el sectarismo impide reconocer que este debate esta absolutamente alejado de las preocupaciones reales del ciudadano.

Como diría el propio Azaña, esas voces furibundas más audibles por su aversión a la Monarquía que por la apología republicana, solo son coreadas por las ranas de su charca. A los españoles no les quita el sueño el tema. Les parece un debate estéril, obsoleto y de viejas resonancias guerracivilistas, una vez que han constatado fehacientemente como la vigente Monarquía Parlamentaria ha incorporado a su arquitectura constitucional los valores civiles abolidos por el franquismo.

Dicho sea lo cual desde un pensamiento republicano, en el amplio sentido de la palabra. Absolutamente civil, sin religión, sin magia, sin cuentos ("la cuna del hombre la mecen con cuentos", decía León Felipe).

Pero ¿qué significa ser republicano aquí y ahora? En mi caso y el de muchos hombres y mujeres de mi tiempo, el de la recuperación de las libertades tras la larga noche franquista, significa ser un apasionado defensor de la Segunda República, de sus insignes sherpas (Ortega, Marañón, Fernando de los Ríos, Pérez de Ayala. Prieto...) y de sus valores, plasmados en la vigente Constitución Española. Por eso, significa asimismo ser un apasionado defensor del régimen del 78, incluida su forma monárquica, hoy por hoy personalizada en el hombre cabal que es Felipe VI, sin que los deméritos del emérito puedan impedirlo.

Que Felipe VI fuese recibido a los gritos de "¡Viva el Rey¡" mientras acudía a rendir homenaje al presidente de la Segunda República en el 80 aniversario de su fallecimiento (murió de pena guerracivilista, como Unamuno, como Machado, como Miguel Hernández) fue el más venturoso acontecimiento del jueves pasado. Por el simbolismo de un rey que apadrina el acceso de los ciudadanos a la figura de don Manuel Azaña "en su triple dimensión: humana, intelectual y política", como reza el catálogo oficial de la exposición. No se la pierdan.

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