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Etiquetas:   Política

Suspicacias hiperbólicas

Luis del Val
viernes, 6 de noviembre de 2020, 08:00 h (CET)
MADRID, 5 (OTR/PRESS) La Warner Bross ha pedido disculpas a todos los discapacitados del mundo, porque en una de sus últimas películas a una bruja malvada le faltan dedos de una mano, y eso ha motivado protestas de asociaciones de discapacitados, dentro de esta suspicacia hiperbólica, que avecinda con la tontería contemporánea, y está a punto de confundirse con ella.

Con la escasa o casi nula autoridad que me proporciona ser pariente próximo de personas con discapacidad, como empecemos a meternos con la asociación -en la ficción literaria o cinematográfica- con personajes malvados que son mancos o cojos, vamos a tener que ponernos de un Torquemada insuperable, y prohibir el "Lazarillo de Tormes", porque el ciego no es precisamente un ejemplo de virtud; el John Silver de "La isla del Tesoro", porque le falta una pierna; el capitán Garfio, a falta de una mano, enemigo eterno de Peter Pan; a la hoguera con "Las mil y una noches", porque aparece un ciego codicioso que es abofeteado; al fuego, también, "El diablo cojuelo", por no tener el diablo las dos piernas sanas, y fuera Dickens que imaginó un director de escuela tuerto bastante cruel.

La lista sería interminable, pero la suspicacia hiperbólica nos rodea de manera tan asfixiante que resulta inútil cualquier reflexión. Véase el caso de Fernando Simón, que habiéndonos mentido de manera falaz, ofensiva e hipócrita con las mascarillas, abjurando de sus conocimientos para ponerse servil a los intereses del gobierno de turno, resulta que ha tenido que pedir disculpas, no por esa canallada, sino por un comentario desafortunado, y algo tabernario, sobre las enfermeras.

Ya lo decía Quincey, comienzas por asesinar y terminas por no ir a misa los domingos. Y esto último es lo que no perdona esta sociedad, donde el piropo se avecinda con el acoso sexual, y un personaje de ficción ofende a asociaciones que podrían dirigir sus esfuerzos hacia reivindicaciones más próximas, más reales, y más alejadas de esta suspicacia hiperbólica que tanto nos despista de la ruina ética que nos circunda.

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