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MADRID, 15 (OTR/PRESS) A lo largo de mi vida he conocido muy pocas personas libres. He podido estar cerca, en una comida o en una larga velada, con poderosos, o muy ricos -que vienen a ser lo mismo- incluso con artistas admirados de gran renombre, pero escasean los ciudadanos libres, porque incluso los poderosos tienen servidumbres con los ricos, los ricos con los poderosos, y los poderosos con los dos últimos.
De esos escasos hombres libres destaca Albert Boadella, quien -menor de edad- ya andaba con Italo Ricardi, y a los 19 años fundó Els Joglars, que fue un puñetazo en el pecho del adormecido teatro de la España del 62... ¡Seis años antes de la primavera del 68 en Francia!
Todos estos adolescentos y adolescentas, que nunca sufrieron los rigores de una Dictadura; que jamás estuvieron a punto de ir con sus huesos a una prisión militar; que jamás tuvieron que sufrir el exilio, y que ahora son revolucionarios con coche oficial, nunca entenderán a luchadores por la libertad -la suya y la de los demás- como Albert Boadella.
Boadella es de los que no se arredran, ni ante Franco, ni ante el Ejército Franquista, ni ante el nacionalismo, ni ante los tontos contemporáneos y secesionistas, que le echan basuras por encima de la tapia de su casa para protestar de su pobre esclavitud de catalanes equivocados.
Hace unos días, Albert Boadella me envió un mensaje por si me parecía bien grabar un ¡Viva el Rey! en un vídeo que ahora circula por las redes. Y lo hice, siguiendo sus instrucciones.
Y, enseguida, me quedé alarmado. Algo debe andar mal, muy mal, cuando una de las personas más libres e iconoclastas que he conocido, colabore con esta iniciativa.
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