MADRID, 30 (OTR/PRESS) Escuchando a algunos de los diputados cuyo lenguaje delata vulgaridad y falta de recursos dialécticos se llega a la conclusión de que para ser dirigente de algunos de los partidos representados en la Cámara lo único que se necesita es mala educación. ChocarrerÃa en abundancia. Las sesiones de control al Gobierno cada dÃa se revelan de lo más inútil. Salvo contadas excepciones, una pérdida de tiempo. Poco o nada que ver entre las preguntas registradas y las intervenciones de quienes preguntan o responden. Un teatro prescindible que en los últimos meses está derivando hacia registros preocupantes. Incluso tóxicos.
Hace unos dÃas señalando a los diputados del PP el vicepresidente Pablo Iglesias sentenció que nunca más volverÃan al Consejo de Ministros. Una amenaza que inevitablemente incorporaba el eco de otras pronunciadas en la misma Cámara en los años treinta del siglo pasado.
Ni Iglesias se ha retractado, ni Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, le ha llamado a la moderación. Los polÃticos crispan y los ciudadanos que siguen la polÃtica se contagian de ese clima de intolerancia.
Hacer del discurso de la confrontación el vector de la acción polÃtica es apostar por un juego peligroso cuyo desenlace es la polarización de la sociedad, la creación de bandos irreconciliables.
A ese juego contribuyen algunos medios -sobre manera algún canal de televisión- que desde el principio de su trayectoria hizo suyo el lema clásico según el cual para progresar hay que ir contra alguien. En su caso, ése "alguien" viene siendo el PP en cualquiera de sus manifestaciones: nacional, autonómica o municipal .
El resultado es una visión maniquea de la vida polÃtica que ,como digo, en nada contribuye a mejorar el clima de convivencia imprescindible en una sociedad democrática. En ese registro de apostar por la crispación, sobresalen algunos de los portavoces de los partidos separatistas -sobre manera el de ERC-, quien jamás pierde la oportunidad de perder la oportunidad de tener una intervención templada o simplemente amable.
Tampoco brilla la templanza, todo hay que decirlo, en algunas de las intervenciones de los dirigentes del PP. Y algo similar podrÃa decirse de los representantes de Vox, abonados al igual que los de Podemos a la confrontación las veinticuatro horas del dÃa. Por no hablar del desdén a quienes le interpelan que traslucen algunas de las respuestas del presidente del Gobierno en las sesiones de control.
Reunidos todos estos elementos contribuyen a la peor de la causas que es la crispación en un momento en el que España hace frente a una doble y descomunal crisis sanitaria y económica que reclamarÃa de los polÃticos un mÃnimo de consenso y de sentido de Estado. Soy pesimista, me temo que habrá que perder toda esperanza de que las cosas cambien.
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