MADRID, 30 (OTR/PRESS) Las sentencias judiciales se acatan, pero porque no queda más remedio, aunque, en puridad, los únicos obligados a acatarlas son los concernidos en ellas. El resto de la ciudadanÃa lo que puede hacer, en virtud del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión del mismo que le asiste, es proclamar su acuerdo o su desacuerdo con las resoluciones de los jueces, tantas veces falibles al provenir de criaturas humanas, tan propensas de suyo a equivocarse. La de la salida a bolsa de Bankia que ha dictado la absolución de los 34 imputados en la causa juzgada en la Audiencia Nacional, parece ser una de las más falibles que se recuerdan.
La resolución del caso es tan confusa, tan extraña a la realidad que se vivió y se padeció con esa salida a bolsa y sus catastróficas consecuencias para la nación, que hasta la mente más preclara y ecuánime encontrarÃa insuperables dificultades para su cabal comprensión. Si, como se establece, no puede acreditarse la falsedad de las cuentas y las supuestas ganancias exhibidas por la entidad para pescar inversores, ¿cómo no se valora severamente y en profundidad el hecho, al parecer probado, de que esas cuentas carecÃan de valor jurÃdico y eran un simple folleto? O si, como sucedió, la propia Bankia, ya dirigida por Goirigolzarri, acabó devolviendo el dinero de las acciones, y con un 1% de interés, a todos los tenedores minoristas, ¿cómo es que de ese reconocimiento explÃcito de la llamémosle irregularidad no se deducen las responsabilidades anteriores?
Los 34 procesados centraron su defensa, durante el proceso, en quitarse el muerto de encima (nunca mejor dicho, al tratarse de un banco zombi) mediante la atribución de esas responsabilidades a los organismos de supervisión y control, que dieron el visto bueno al aterrizaje en bolsa de la entidad cuya propaganda invitaba a todo el mundo hacerse "bankero". En efecto, tanto el Banco de España, como la CNMV, como el FROB, autorizaron la malhadada operación sobre la base de esas cuentas delicuescentes que todos ellos tendrÃan que haberse asegurado que eran ciertas, pero, siendo esto asÃ, ¿cómo es que el reproche judicial, y la eventual punición correspondiente, no ha recaÃdo sobre los responsables de esos organismos y ni les ha rozado siquiera?
Las sentencias judiciales se acatan, y los 34 de la salida a bolsa de Bankia están hoy encantadÃsimos de acatarla. No tan contenta queda buena parte de la ciudadanÃa española, que pagó las carÃsimas alforjas que costó tan desgraciado viaje.
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