MADRID, 19 (OTR/PRESS) De camino hacia las elecciones generales del 28 de abril -algo más de un mes- la polÃtica española se presenta cada vez más convulsa, sin que se libre ninguno de los cuatro grandes partidos, con enfrentamientos interminables entre sà y de unos contra todos los demás, sin excepciones. El panorama es demasiado complicado como para que quepan grandes posibilidades de aquietamiento o de marcha atrás en la frontalidad de los enfrentamientos. Y no digamos del papel de Vox en esa trifulca, pues el grupo ultraderechista se enfrenta duramente con la izquierda pero también con los otros partidos de derechas. En tal clima es muy difÃcil encontrar resquicios para la pacificación de la fraccionada polÃtica entre las diversas facciones de lo que entendemos por universo del tortazo.
HabrÃa que aguzar mucho la memoria para intentar recordar de verdad cómo eran los perÃodos electorales desde la transición, especialmente en caso de elecciones generales. Pero en principio, yo me inclino a pensar que nunca esos perÃodos fueron tan duros, complicados y desesperantes como está resultando el actual, y eso sin que hayamos llegado a la campaña electoral estrictamente hablando. Mi impresión es que las cosas todavÃa se pueden complicar muchÃsimo más.
Ni siquiera la famosa manifestación independentista dominical de Madrid ha sido capaz de introducir una cierta calma en las relaciones entre los demás partidos, cuando parecerÃa muy lógico que éstos hubieran comparecido mucho más unidos ante ese esperable factor de acercamiento de posición entre todos los que no ponen en entredicho la unidad territorial de España. Pero puede ser una ingenuidad pensar algo parecido a lo que acabo de decir, -de modo que, si no quieren, no lo den por leÃdo, mis queridos amigos...-.
Pero es buen momento para remachar sobre el separatismo y decir que es inconcebible el haber llegado a esta situación. La inteligencia, la lógica, el sentido común y la necesaria confianza en el futuro son aspectos de la superrealidad que aconsejaban e incluso obligaban a todos a unas actitudes de contención sin las que ese futuro parece totalmente indomeñable. Porque en este clima o ambiente de a veces feroz enfrentamiento, no hay nada que hacer y no hay nada que esperar seriamente del futuro de este gran paÃs llamado España. Es imprescindible que nos paremos a pensar y reflexionar sobre lo que digo antes de que caiga sobre todos, y digo todos, la gran maldición que podrÃa lanzarnos por el terraplén de la Historia.
Me parece mentira que no se reflexione sobre ello en ninguno de los extremos ideológico-polÃticos. Asà nunca se producirá el "encuentro de civilizaciones", imprescindible para salir del atolladero. Me refiero al extremo independentista, que sabe de sobra que no hay salida alguna para sus pretensiones, y el extremo unionista, que de sobra sabe que nunca llegaremos a la sana, pacÃfica y respetuosa convivencia entre millones de habitantes que pueblan nuestra geografÃa. OÃr a los activos en ambos bandos es un tormento para la razón y un desafÃo para la inteligencia. Es muy urgente que unos y otros depongan su actitud y procedan a ordenar sus equilibrios internos.
Ya sé, ya sé que rozo el camino para que lleguemos a un punto de intercomprensión. Pero también para que nos perdamos en ese camino. Todos tienen la obligación de saber que no hay nada que hacer en este paÃs si no somos capaces de recorrer del todo el camino de la intercomprensión. Nada que hacer significa nada que hacer. Y me gustarÃa que todos lo comprendieran asÃ, de modo especial los extremistas de ambos signos. TodavÃa estamos a tiempo, pero no sé por cuánto tiempo. ¿Nos decidimos?
|