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Etiquetas:   Política

Un campo embarrado

Cayetano González
martes, 6 de noviembre de 2018, 08:02 h (CET)
MADRID, 5 (OTR/PRESS) La política en nuestro País hace ya bastante tiempo que no atraviesa por sus mejores momentos. La corrupción -alguien la definió acertadamente como "el cáncer de la democracia"- en sus diversas vertientes, es sin duda lo que más daño ha hecho y sigue haciendo a las Instituciones, a los partidos políticos y a quienes se dedican a la cosa pública. Por mucho que se insista en que la inmensa mayoría de los políticos no son corruptos, ¡solo faltaría!, sino personas honradas, el peligro de generalizar las conductas está ahí y quien más sale perdiendo es el propio sistema democrático.

Junto a la corrupción, el pulso lanzado al Estado por los partidos independentistas de Cataluña es la cuestión que en el último año viene embarrando el terreno de juego. Al anterior Gobierno de Rajoy le tocó hacer frente a la celebración de dos referéndums ilegales y a la aprobación por parte del Parlamento de Cataluña de una declaración de independencia, lo que llevó a la aplicación light del artículo 155 de la Constitución. El actual ejecutivo de Pedro Sánchez -que conviene recordar llegó al poder con el apoyo en la moción de censura de esos partidos independentistas, PdCAT y ERC- está chocando contra un muro en su intento de reconducir el desafío independentista por la vía de un supuesto diálogo que aquellos no quieren.

El problema es que para intentar contentarlos, Sánchez está haciendo algunas cosas que no se entienden bien desde la óptica, por ejemplo, del respeto absoluto a la separación de poderes o a las decisiones judiciales que se vayan tomando en relación a quienes no respetaron la ley que debe tener el Presidente del Gobierno. Un ejemplo de ello es la decisión, absolutamente política, del ejecutivo, de no incluir en el informe presentado por la Abogacía del Estado, el delito de rebelión en la actuación de los principales políticos catalanes presos que encabezaron hace un año el golpe de Estado. Es obvio que Sánchez quiere seguir en el poder todo el tiempo que pueda, porque la consolidación de su proyecto de frente popular-populista junto con Podemos necesita de los instrumentos que facilita ese poder. El problema es el precio que esté dispuesto a pagar para conseguir ese objetivo. Los nacionalistas independentistas son unos auténticos expertos en oler la debilidad del contrario, de quien está gobernando en España y no tendrán ningún reparo en abusar, en aprovechar esa situación para seguir adelante con su proyecto de ruptura. Quiero pensar que hay líneas rojas que Sánchez no se atreverá a traspasar -por ejemplo indultar a los golpistas presos-, pero visto lo visto, ya no me atrevo a asegurar nada, salvo que llegados a esta situación lo más recomendable, desde el punto de vista democrático, sería la convocatoria de elecciones generales.

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