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Etiquetas:   Política

La mendicidad cotiza en Madrid

Rosa Villacastín
viernes, 5 de octubre de 2018, 08:00 h (CET)
MADRID, 4 (OTR/PRESS) Tuve que frotarme los ojos varias veces y leer la información detenidamente para cercionarme de que no se trataba de un bulo, de una noticia falsa. Pero el texto no dejaba lugar a dudas. Lo publicaba El País y decía lo siguiente:

"La Comunidad de Madrid está preguntando a personas sin techo cuánto ingresan por practicar la mendicidad o recoger chatarra". Según el documento al que ha tenido acceso el citado periódico, la Dirección General de Servicios Sociales, les da a los mendigos un plazo de 10 días para que certifiquen sus ingresos mensuales. Una medida que no tiene otro objetivo que descontarles la cantidad que obtengan por poner la mano una y mil veces cada día, de la Renta Mínima de Inserción. Una ayuda que reciben aquellas personas que no tienen hogar ni ingreso económico o propiedad alguna, y que asciende a la módica cantidad de 376 euros.

Supongo que quien ha decidido perseguir a la pobre gente que se ve abocada a malvivir en las calles de Madrid, a pedir limosna, a humillarse y padecer todo tipo de tropelías, es alguien a quien no le quita el sueño las penalidades de quienes, por múltiples razones, no tienen donde caerse muertos.

Cerca de mi casa, junto a un kiosko de periódicos, solía dormir un hombre de unos 45 años. Se le veía desnutrido pese a que algunos vecinos le dejábamos botellas de leche y algunas monedas para que pudiera subsistir.

Intenté explicarle que mejor se fuera a la Iglesia de San Antón, que está abierta las 24 horas del día, donde el Padre Ángel lleva a cabo una gran labor social. Nunca conseguí arrancarle una palabra, solo me miraba y sonreía. Meses después desapareció y nunca más supimos de él. Quise creer que habría cambiado de lugar o en el mejor de los casos, habría emprendido el vuelo a un mundo mejor.

Controlar a los que nada tienen y ocultar los nombres de quienes se han acogido a la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro, no deja en muy buen lugar a un gobierno, en este caso el del PP de la Comunidad de Madrid, donde la corrupción ha campado a sus anchas.

Si a esta medida le sumamos los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy a la Ley de Dependencia -más de trescientos millones-, que suponía un desahogo para las familias con personas dependientes a su cargo, nos encontramos con una forma de hacer política donde la empatía no tiene cabida. Castigar a las capas más bajas, a los más necesitados, mientras a los ricos se les tolera la ingeniería financiera y fiscal, dice poco de quienes nos gobiernan en Madrid. Y no es demagogia.

No sé cuánto se podrá ahorrar la Comunidad aplicando esta medida a los mendigos y a quienes buscan y rebuscan chatarra por los contenedores de basura: una miseria, seguro. De lo que sí estoy convencida es de que el mal que ocasionan es mucho mayor que lo que puedan recaudar por este concepto.

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