Por lo que parece, tanto quiere modernizarse la monarquía española que, ni cortos ni perezosos, no dudan en hacer suya esa típica anécdota del pueblo llano de la falsa alarma. Eso sí, nada de ir al hospital público más cercano.
Ya lo decía una canción «antes muerta que sencilla» o lo que es lo mismo, pero aplicado al caso «o vamos a la Ruber o yo ni salgo de casa».
Y es que, aunque cada vez estamos más despiertos, hay gente que se había creido eso de la democratización de la monarquía.
¿Pero cómo se va a democratizar una institución que, por su propia naturaleza, es contraria a los principios más básicos de la Democracia?
Bueno, vale, es cierto: siempre hubo clases. Pero entonces a qué viene ese afán de presentarnos a la pareja real como a una pareja más de jóvenes.
Yo, que soy joven, no me suelo codear con personas que pueden emanciparse del palacio de papá y construirse una mansión a su lado. Tampoco conozco, y eso que me relaciono con gente, a nadie que se pegue una vacaciones como las que se pasan nuestros monarcas en Mallorca. Y así, hasta el infinito.
Seguramente lo habrán notado. Lo confieso. Soy republicano. Ahora les toca a ellos hacer lo propio y admitir que son reyes, príncipes y princesas, por mucho que nos quieran vender que son como nosotros.