A lo largo de la vida, uno se va encontrando con situaciones que nunca creía que pudiera llegar a ver. Sin duda alguna, el desmantelamiento de los asentamientos judíos en Gaza, es una de aquellas imágenes que hace tan sólo dos años hubiera afirmado como propia de la ciencia ficción.
Sin embargo, ahí está. El ejército judío, por primera vez en mucho tiempo, lejos de ser centro de atención mediática por el asesinato de niños con piedras en las manos o abusos sistemáticos a la población civil palestina, se afana por dar cumplimiento a una orden que, sorpresas te da la vida, les convierte a ojos de los judíos ultraortodoxos en cómplices del enemigo palestino.
El propio Sharon, consciente de su impopularidad creciente entre el electorado israelí, se vio obligado a saltar a las pantallas de sus conciudadanos para, con casi lágrimas en los ojos, explicar lo mucho que le duele esta concesión. De hecho, a pesar de haber podido elegir otros términos, no dudó en acudir a la jerga del abuso para dejar claro que si tras esa acción, los palestinos no quieren la paz, tendrán fuego.
El problema está, señor Sharon, en determinar cuál es esa paz que usted ofrece a los ciudadanos palestinos. ¿En qué consiste? ¿Consiste en las medidas dictadas por la ONU que, sistemáticamente, los diferentes gobiernos judíos han incumplido?
Algo esperanzador sucede en Palestina. ¿Cuánto durará?