La semana pasada las Cortes de Castilla-La Mancha aprobaron la iniciativa del PP de reducir el número de diputados a la mitad y de suprimirles el sueldo. Imagino que de los 49 actuales se pasará a 25 ya que 24 es un número incomodo para las votaciones. Aunque es el número final es irrelevante. La cuestión es que si las Cortes de Castilla-La Mancha pueden prescindir de la mitad de sus diputados y seguir siendo un Parlamento funcional la conclusión obvia es que esos 24 diputados sobraban desde el inicio, desde la primera legislatura. Y, sin ninguna duda, el mismo argumento se puede aplicar a los otros 16 parlamentos autonómicos y también al Congreso y al Senado. Ha hecho falta una crisis tremenda para llegar a tomar una decisión que se hubiera podido tomar con toda facilidad hace ya mucho tiempo.
Curiosamente, la izquierda siempre considera poco democrático disminuir el número de diputados. Sin embargo, nunca se ha planteado el problema de la democracia y la disciplina de voto. Nos dotamos de Congreso y Senado y unos cuantos parlamentos autonómicos en los que, con nuestros votos, delegamos nuestro poder de decisión en manos de un grupo de diputados que, finalmente, votan ciegamente, o casi, siguiendo el criterio que la dirección del partido impone. Por supuesto que el trabajo del diputado va más allá de la votación. Pero seamos realistas, ¿cuántos realmente son necesarios para ello? Y, además, ¿cuántos tienen la formación adecuada para esa tarea? Más de una vez hemos podido comprobar que la condición de diputado obedece más a la capacidad de pertenecer al grupo y seguir la disciplina mas que a la capacidad personal e intelectual del individuo.
Entonces, perdemos representación democrática reduciendo la mitad, o más, nuestros parlamentos. Lo dudo. La representación democrática es una cuestión más compleja que va más allá del número de diputados y que necesita una profunda reflexión. Elegimos nuestros representantes siguiendo unas fórmulas viejas y caducas que ya no son válidas a día de hoy.
La reducción de diputados es un paso interesante pero no por motivos económicos. A la luz de cómo operan los partidos políticos y cómo ha evolucionado la sociedad es crucial plantearse que significa la representación parlamentaria. Podemos comunicarnos de forma instantánea con cualquier punto del planeta y acceder a cantidades de información sobre cualquier tema que busquemos. Y sin embargo, sólo podemos opinar respecto a nuestro gobierno y nuestras leyes una vez cada cuatro años, eligiendo a diputados que actúan meramente como correas de transmisión de la cuotas de poder de los partidos políticos. Es tiempo de empezar a pensar en modelos distintos. No es una cuestión de 49 o 25 diputados. Es una cuestión de que significa un parlamento a día de hoy.