No logro imaginar el monumental cabreo que la derecha mediática estará viviendo en este preciso momento. Ellos, que como niños con zapatos nuevos, dejaban volar su pluma para describir la absoluta maldad del enemigo Carod y sus secuaces catalanistas. Ellos, que desde aquel fervor nacionalcatólico que sólo la gracia de Dios otorga, se quejaban con un ¡Me duele España!, cada vez que los dirigentes de ERC abrían la boca.
Pobrecitos. Al final, tenían razón. Carod Rovira es la encarnación misma del mal. Bueno, en realidad, Carod, Maragall y Saura, que bajo las siglas de PSC, ERC e ICV, no hacen sino esconder las plagas apocalípticas que acabarán con España (Profeta Acebes dixit).
Y es que, en efecto, sólo quien carece de todo tipo de piedad, aquel que no tiene ni un ápice de humanidad y civismo, es capaz de cometer tan vil actuación. Cómo, si no, Carod Rovira podría haber privado a tantísima gente de su argumento preferido.
Hay que ser malo, muy malo, para, sin anestesia ni nada, soltar desde Moncloa que su intención es crear un nuevo estatuto para Cataluña, pero que respete el marco constitucional. ¡Habrase visto! ¡Qué falta del más mínimo respeto! ¿Qué va a ser ahora de los mil y un artículos de opinión y editoriales que, desde la derecha mediática, ya estaban siendo almacenados a la espera de una salida de tono más?
¡Ya no hay respeto por nada! ¿Dónde quedan aquellos tiempos en los que el PP reflejaba la unidad, el PSOE la corrupción y los nacionalistas el peligro de romper España?
¿Quiénes se creen estos rojos para hacer bien las cosas?