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Hay muchas conductas pérfidas disfrazadas de identidades, pero desintegradoras al fin

Separatismos

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Percibimos a diario unas TENSIONES que a pesar de ser conocidas desde la antigüedad, veo que no pierden relevancia social. Al prestar atención, con desparpajo, estamos asomados al mundo comunitario, con mucha gente en su interior; después vendran las actitudes que cada quien adopte en las circunstancias sucesivas. En contraposición, el solipsismo, con las miradas centradas en uno mismo, muy despectivas de cara a los prójimos; nos aboca al mundillo del reducto propio en exclusiva, encerrados en ese nicho intransferible, con la mínima relación con los exteriores. La enajenación pulula entre las actitudes mencionadas, porque la terca realidad apenas permite frivolidades.

El asunto plantea peripecias intrrincadas desde el principio, desde dentro de la identidad personal. Pronto se habla del yo, se alardea no pocas veces, pero su inestabilidad planea sobre dichas intervenciones, en especial debido a su FRAGMENTACIÓN. Ni para el mismo protagonista resulta fácil la delimitación de sus áreas constituyentes. Los factores endógenos rozan los enigmas profundos, desde la genética a la psicología, en sus apariciones irregulares. Después, son incesantes las influencias externas, cuyo alcance es imprevisible. Y las cuotas de libertad reposan en el alero. El equilibrio ideal adolece de grandes separaciones respecto de esos factores, a veces radicales.

Acumulamos en la vida experiencias, creencias y conocimientos, de distinta condición, de aplicación inmediata o almacenados en la reserva identitaria. El bagaje personal está formado por este conjunto, pero no siempre está ligado a las actuaciones; con frecuencia lamentamos la INCOHERENCIA de los planteamientos proyectados sin tener en cuenta la referida carga personal. Este distanciamiento origina dos ideas divergentes, aquello que conocemos y el tobogán por el cual deslizamos las decisiones; es una divergencia crucial, como es fácil de suponer, la separación de sus contenidod será la principal causante de numerosas lamentaciones posteriores.

Como remedio a esta esècie de aislamiento voluntario, recurriríamos a las tendencias lógicas del aprendizaje desde los ámbitos comunitarios; pero las distancias establecidas con las aportaciones foráneas, anula las posibles influencias correctoras. Aislados del conjunto, apenas dispondremos de los recursos internos a secas que seamos capaces de interpretar como tales. Quedamos anclados en el círculo privado sin los contactos necesarios. Estamos ante RENUNCIAS empobrecedoras, derivadas de las posiciones mentales alicortas, ensimismadas, rebosantes de un orgullo mal entendido. En realidad oscilan entre un auténtico complejo de superioridad y la necedad de prescindir de las aportaciones comunitarias.

Partimos de mecanismos defensivos y acabamos en auténticos disparates enajenados; mientras, el ego es tan inmenso que no contempla el trato con nadie. La extrañeza convoca inquietudes, surgen discrepancias y las argumentaciones bien razonadas templan los aires furibundos. ¡Ah! Pero, los egos subieron a pedestales muy elevados, no admiten la tolerancia con otras actitudes. Desde su incapacidad para la explicación de ese aislamiento presuntuoso, echan mano de la repugnante XENOFOBIA, denigran, desprecian y alejan de sus ámbitos a todo aquel ajeno a sus aureolas. En pleno siglo XXI brotan ejemplos disfrazados con muchos trajes.

No tan disfrazados, desde la opulencia de sus posiciones, ubicados en las cumbres de la sociedad, menciono a los grandes CAPITOSTES, al mando de múltiples empresas, rodeados de millones y de adláteres a su servicio. En sus planes no va incluída su inmersión personal en los quehaceres sociales; la sociedad sólo será utilizada para extraerle los máximos beneficios sin ningún escrúpulo. Ese alejamiento no permite grietas aproximativas; por el contrario, las tendencias apuntan más bien al incremento de la separación. Todo lo cual no impide su poderío gestor en la dirección opuesta, promueven enérgicas directrices para la política u otras actividades sociales, para que no entorpezcan sus elevados objetivos.

Las tendencias AISLACIONISTAS suelen mostrar dos facetas simultáneas. El detentador de las actitudes separadoras se recluye en su orgullosa estancia, mientras el desdén hacia los demás puede alcanzar cotas despreciables. Junto a su afanosa presencia, tratan de apropiarse los buenos valores existenciales, que no respetan de la misma forma para los prójimos minusvalorados; esa distinción es apreciable en la aplicación de los derechos educativos, intolerancias e imposiciones linguísticas, clientelismo sectario, o bien, en el trato personal, cuando no tienen otra alternativa que aceptarlo. Las divergencias son conducidas a extremos impropios de gente inteligente viviendo en espacios comunes.

Los comportamientos melifluos de quienes actúan con unas pretensiones, mientras alardean de lo contrario. provocan una buena dosis de vergüenza ajena. Es decir, su hipocresía de revertir la corriente del rio según les convenga. En los asuntos separatistas los calificaría con benevolencia de AMBIVALENTES. Transforman las cualidades propias en fronteras sociales. Veamos sino ciertas prácticas con el idioma, vehículo insustituible para la expresión y comunicación de su gente, convertido con demasiada frecuencia en barrera. Qué no diríamos del trato educativo, valoraciones históricas o complicidades trágicas. Por detrás de la ambivalencia resuena la vibración manipuladora cegada para otras vivencias.

En las observaciones panorámicas de la presencia humana, los separatismos adquieren rasgos enormes, sobrepasan etnias y fronteras en aquello del MUNDO clasificado, desde el 1º, al tercer mundo o más allá. Las definiciones imprecisas disimulan lo que va de unos mundos a otros en el mismo planeta. La reiteración de las imágenes tampoco sirve gran cosa. La indolencia general predomina. Los afectados, por su impotencia; los implacables, en el ejercicio de su prepotencia; y los colocados entre ellos, por contemplativos, ante el correlato de los distanciamientos clamorosos. Los desmanes crecen hasta las catastróficas realidades configuradas.

Las actividades separadoras tienen en sí ,mismas cierta lógica, por la enorme variedad de las características personales, surgen contradicciones desde lo más recóndito. Incluso las agrupaciones distanciadoras cobran sentido. Pero encuentro tres indicadores de su PERFIDIA. El forzamiento sobre los agrupados o no para seguir sus directrices. Las mentiras incluídas en los razonamientos. Y el ocultamiento ladino de las intenciones aviesas subyacentes. Son los signos alarmantes en contra de una convivencia que pretendiéramos como satisfactoria.

Para mayores complicaciones, las tendencias citadas y otras muchas similares, parecen sumarse en los proyectos de desunión; las identidades personales, la xenofobia, los adinerados capitostes, los melifluos, los encumbrados de manera injustificada; a los que se adhieren las negras facetas de los CORRUPTOS. El carácter siniestro de estas asociaciones contribuye a una dispersión poco tranquilizadora, poco gratificante.

Separatismos

Hay muchas conductas pérfidas disfrazadas de identidades, pero desintegradoras al fin
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de octubre de 2017, 00:00 h (CET)
Percibimos a diario unas TENSIONES que a pesar de ser conocidas desde la antigüedad, veo que no pierden relevancia social. Al prestar atención, con desparpajo, estamos asomados al mundo comunitario, con mucha gente en su interior; después vendran las actitudes que cada quien adopte en las circunstancias sucesivas. En contraposición, el solipsismo, con las miradas centradas en uno mismo, muy despectivas de cara a los prójimos; nos aboca al mundillo del reducto propio en exclusiva, encerrados en ese nicho intransferible, con la mínima relación con los exteriores. La enajenación pulula entre las actitudes mencionadas, porque la terca realidad apenas permite frivolidades.

El asunto plantea peripecias intrrincadas desde el principio, desde dentro de la identidad personal. Pronto se habla del yo, se alardea no pocas veces, pero su inestabilidad planea sobre dichas intervenciones, en especial debido a su FRAGMENTACIÓN. Ni para el mismo protagonista resulta fácil la delimitación de sus áreas constituyentes. Los factores endógenos rozan los enigmas profundos, desde la genética a la psicología, en sus apariciones irregulares. Después, son incesantes las influencias externas, cuyo alcance es imprevisible. Y las cuotas de libertad reposan en el alero. El equilibrio ideal adolece de grandes separaciones respecto de esos factores, a veces radicales.

Acumulamos en la vida experiencias, creencias y conocimientos, de distinta condición, de aplicación inmediata o almacenados en la reserva identitaria. El bagaje personal está formado por este conjunto, pero no siempre está ligado a las actuaciones; con frecuencia lamentamos la INCOHERENCIA de los planteamientos proyectados sin tener en cuenta la referida carga personal. Este distanciamiento origina dos ideas divergentes, aquello que conocemos y el tobogán por el cual deslizamos las decisiones; es una divergencia crucial, como es fácil de suponer, la separación de sus contenidod será la principal causante de numerosas lamentaciones posteriores.

Como remedio a esta esècie de aislamiento voluntario, recurriríamos a las tendencias lógicas del aprendizaje desde los ámbitos comunitarios; pero las distancias establecidas con las aportaciones foráneas, anula las posibles influencias correctoras. Aislados del conjunto, apenas dispondremos de los recursos internos a secas que seamos capaces de interpretar como tales. Quedamos anclados en el círculo privado sin los contactos necesarios. Estamos ante RENUNCIAS empobrecedoras, derivadas de las posiciones mentales alicortas, ensimismadas, rebosantes de un orgullo mal entendido. En realidad oscilan entre un auténtico complejo de superioridad y la necedad de prescindir de las aportaciones comunitarias.

Partimos de mecanismos defensivos y acabamos en auténticos disparates enajenados; mientras, el ego es tan inmenso que no contempla el trato con nadie. La extrañeza convoca inquietudes, surgen discrepancias y las argumentaciones bien razonadas templan los aires furibundos. ¡Ah! Pero, los egos subieron a pedestales muy elevados, no admiten la tolerancia con otras actitudes. Desde su incapacidad para la explicación de ese aislamiento presuntuoso, echan mano de la repugnante XENOFOBIA, denigran, desprecian y alejan de sus ámbitos a todo aquel ajeno a sus aureolas. En pleno siglo XXI brotan ejemplos disfrazados con muchos trajes.

No tan disfrazados, desde la opulencia de sus posiciones, ubicados en las cumbres de la sociedad, menciono a los grandes CAPITOSTES, al mando de múltiples empresas, rodeados de millones y de adláteres a su servicio. En sus planes no va incluída su inmersión personal en los quehaceres sociales; la sociedad sólo será utilizada para extraerle los máximos beneficios sin ningún escrúpulo. Ese alejamiento no permite grietas aproximativas; por el contrario, las tendencias apuntan más bien al incremento de la separación. Todo lo cual no impide su poderío gestor en la dirección opuesta, promueven enérgicas directrices para la política u otras actividades sociales, para que no entorpezcan sus elevados objetivos.

Las tendencias AISLACIONISTAS suelen mostrar dos facetas simultáneas. El detentador de las actitudes separadoras se recluye en su orgullosa estancia, mientras el desdén hacia los demás puede alcanzar cotas despreciables. Junto a su afanosa presencia, tratan de apropiarse los buenos valores existenciales, que no respetan de la misma forma para los prójimos minusvalorados; esa distinción es apreciable en la aplicación de los derechos educativos, intolerancias e imposiciones linguísticas, clientelismo sectario, o bien, en el trato personal, cuando no tienen otra alternativa que aceptarlo. Las divergencias son conducidas a extremos impropios de gente inteligente viviendo en espacios comunes.

Los comportamientos melifluos de quienes actúan con unas pretensiones, mientras alardean de lo contrario. provocan una buena dosis de vergüenza ajena. Es decir, su hipocresía de revertir la corriente del rio según les convenga. En los asuntos separatistas los calificaría con benevolencia de AMBIVALENTES. Transforman las cualidades propias en fronteras sociales. Veamos sino ciertas prácticas con el idioma, vehículo insustituible para la expresión y comunicación de su gente, convertido con demasiada frecuencia en barrera. Qué no diríamos del trato educativo, valoraciones históricas o complicidades trágicas. Por detrás de la ambivalencia resuena la vibración manipuladora cegada para otras vivencias.

En las observaciones panorámicas de la presencia humana, los separatismos adquieren rasgos enormes, sobrepasan etnias y fronteras en aquello del MUNDO clasificado, desde el 1º, al tercer mundo o más allá. Las definiciones imprecisas disimulan lo que va de unos mundos a otros en el mismo planeta. La reiteración de las imágenes tampoco sirve gran cosa. La indolencia general predomina. Los afectados, por su impotencia; los implacables, en el ejercicio de su prepotencia; y los colocados entre ellos, por contemplativos, ante el correlato de los distanciamientos clamorosos. Los desmanes crecen hasta las catastróficas realidades configuradas.

Las actividades separadoras tienen en sí ,mismas cierta lógica, por la enorme variedad de las características personales, surgen contradicciones desde lo más recóndito. Incluso las agrupaciones distanciadoras cobran sentido. Pero encuentro tres indicadores de su PERFIDIA. El forzamiento sobre los agrupados o no para seguir sus directrices. Las mentiras incluídas en los razonamientos. Y el ocultamiento ladino de las intenciones aviesas subyacentes. Son los signos alarmantes en contra de una convivencia que pretendiéramos como satisfactoria.

Para mayores complicaciones, las tendencias citadas y otras muchas similares, parecen sumarse en los proyectos de desunión; las identidades personales, la xenofobia, los adinerados capitostes, los melifluos, los encumbrados de manera injustificada; a los que se adhieren las negras facetas de los CORRUPTOS. El carácter siniestro de estas asociaciones contribuye a una dispersión poco tranquilizadora, poco gratificante.

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